Mike Leigh: «Para hacer películas hay que mancharse las manos»

Entrevista con el director británico, que el viernes estrena 'Mr. Turner', acercamiento a la figura del pintor romántico J.M.W. Turner

El director británico Mike Leigh, durante el rodaje de 'Mr. Turner'.

El director británico Mike Leigh, durante el rodaje de 'Mr. Turner'.

NANDO SALVÀ / LONDRES

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En su magnífica nueva película, Mr. Turner, el director británico Mike Leigh recrea los 25 últimos años de vida del pintor romántico J.M.W. Turner. Pero no lo hace según los patrones del cine biográfico al uso -esto eso, desfilando por una predecible sucesión de ascensos, caídas y redenciones--, sino siguiendo una estructura episódica que revela todas las contradicciones y el atormentado genio del paisajista más importante de la historia. El filme llega el viernes a nuestros cines.

-Turner es probablemente el más famoso de los pintores británicos. ¿Qué relevancia real tiene su patrimonio actualmente?

-Hace unos años se realizó una encuesta para determinar cuál era la pintura favorita de los británicos. La ganadora fue El temerario remolcado, en la que Turner ofrece su visión de un barco de vapor transportado al dique seco tras luchar en Trafalgar. Es un cuadro de gran significancia política: evoca la desaparición de todo un mundo. El caso es que muchos lo votaron porque ven en él una estúpida celebración patriótica, cuando en realidad es todo lo contrario. No sé qué responder a su pregunta. En todo caso, no he retratado a Turner para hacer propaganda de la herencia británica, sino para hablar de un artista que contemplando la belleza de la naturaleza fue capaz, como Shakespeare o Cervantes, de cambiar nuestra visión del mundo.

-Su película recrea esa belleza natural de la que habla, pero también está llena de fealdad. Turner tiene una dentadura podrida, a su criada se le cae la piel a tiras… ¿Por qué ese contraste?

-Somos mortales y por tanto estamos lejos de ser perfectos. Envejecemos, decaemos y morimos. Y en el siglo XIX no había higiene dental ni cosméticos. Y el trabajo diario de un pintor es sucio. Además me interesaba reflejar cómo un hombre tan excéntrico y profundamente defectuoso fue capaz de crear todas esas imágenes llenas de poesía. Ese contraste entre lo excelso y lo infame es la paradoja de nuestra existencia.

-William Turner nunca dejó de experimentar. Parece ser que usted tampoco: Mr. Turner es la primera película que rueda en formato digital.

-Sí. Lo que está sucediendo en la industria del cine es impresionante. Los laboratorios tradicionales están cerrando, el medio cambia completamente. A principios del siglo XIX pasó algo similar: las fábricas cerraban, miles de personas se quedaban sin empleo. El reto es el mismo que en la época de Turner: tratar de entender el movimiento. Ahora como entonces, claro, habrá quienes se opongan al progreso. Yo mismo dije que las cámaras digitales eran el demonio. A veces puedo ser muy estúpido.

-William Turner se preocupó mucho de organizar su legado, de guiar su propio paso a la posteridad. ¿Cuánto le importan a usted esas cosas?

-Por un lado, en 30 años yo ha estaré muerto, así que no me importará lo que digan de mí. Por otro, me gusta repasar mi obra y comprobar que he hecho un buen trabajo. Entiéndame, no me paso las noches viendo mis propias películas como Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses. Pero podría verlas sin avergonzarme. Muchos directores dicen: «Yo no veo mis películas», y yo creo que dicen eso porque son conscientes de que, o bien no fueron suficientemente buenos o bien se traicionaron por dinero.

-¿A usted nunca le ha tentado el dinero?

-No si eso significa perder el control de mi trabajo. A mí nadie me impone su criterio ni sus actores, nadie me pide que cambie el final para hacerlo más comercial o más sexi. Yo voy a un productor y le digo: «Deme usted algo de dinero, y déjeme en paz; verá la película cuando esté acabada». Y entonces pueden pasar dos cosas: una, que me lo den; otra, que me manden al infierno y la película no se hace. Eso me ha pasado muchas veces. Pero prefiero disponer de fondos limitados que bajarme los pantalones.

-Teniendo en cuenta esto que dice, y que la película muestra a Turner como un espíritu libre, ¿se identifica con él de algún modo?

-No, él era un egoísta y un padre terrible. Puede usted hablar con mis hijos y no le dirán nada malo de mí. Solo me identifico con él con una cosa: hacer películas, igual que pintar cuadros, no es cosa de caballeros. Hay que mancharse las manos.

-¿Y hasta qué punto ha tratado con la película de reivindicar esa obligación que el artista tiene de defender su propia visión, de ser incorruptiblemente independiente?

-He tratado de plantear dos cuestiones que afectan a todo artista. Por un lado, el ímpetu incontenible e inexplicable que nos empuja a crear algo. Todo artista que no lo posea, no es artista. Por otro, el conflicto que se produce cuando nuestra libertad individual choca con el contexto social, de manera que el arte debe adaptarse a las ideas burguesas y, al mismo tiempo, tratar de cuestionarlas.