NOVELA GRÁFICA SOBRE UN CASO REAL

Migoya relata en viñetas el secuestro de su mujer

'Plagio' cuenta la experiencia de una joven en el Perú de hace 15 años

A SEIS MANOS 3Arriba, ilustración de portada de 'Plagio'. Abajo, el dibujante Joan Marín, el guionista Hernán Migoya (centro) y Melina, ayer.

A SEIS MANOS 3Arriba, ilustración de portada de 'Plagio'. Abajo, el dibujante Joan Marín, el guionista Hernán Migoya (centro) y Melina, ayer.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Melina no se ha atrevido aún a leer Plagio (Norma), «quizá dentro de unos meses». Porque ella es la protagonista. Hace 15 años en Lima, cuando tenía 18, fue víctima durante tres días de un plagio, como se llama un secuestro en su país, Perú, donde el terrorismo de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) estaba a la orden del día. Hoy vive en Barcelona con su marido, Hernán Migoya. Escritor y guionista, ha repetido tándem con el dibujante Joan Marín (Olimpita) para diseccionar con brillantez, sin caer en amarillismos ni sensacionalismos, una experiencia real escalofriante y pintar a través de una novela gráfica un fresco de un país y una sociedad acostumbrada a la violencia.

EL MIEDO / Melina sabe bien de qué habla cuando afirma que «la sensación de seguridad en España es impagable». Sobre todo cuando, durante la entrevista, recuerda cómo se sintió aquella mañana de diciembre de 1997. «Sales un día de casa y a la media hora estás encerrada en una maleta, en el maletero de un taxi, con los ojos vendados. Fuera hay 30 grados, te mueres de calor y solo piensas ¿qué me está pasando? El miedo a no saber qué va a ser de ti es horrible... es una sensación brutal, el agobio, la asfixia... No sabía... pensaba, me van a violar, me van a matar... fue lo peor. Cuando ves que cae la noche y esto no acaba, y amanece y esto no acaba, es eterno, eterno».

No eran terroristas quienes la secuestraron y pidieron un rescate imposible a sus padres, sino un pariente y sus cómplices. «Hoy te dicen que los secuestros por parte de familiares son algo habitual», apunta Marín, que tras diez días en Perú se «enamoró del país» pero constató que aunque «la violencia ha bajado la sensación de peligro sigue existiendo». Lo mismo opinan Migoya y Melina, que descartaron vivir en Lima tras ser asaltados a punta de pistola por tres enmascarados. «No quieres volver a pasar miedo ni vivir mirando por encima del hombro», explica el autor de las recientes Nuevas Hazañas bélicas (EDT), donde Marín también participa, y de la novela Una grande y zombi (Ediciones B).

La policía detuvo a los secuestradores y liberó a Melina. «Como el operativo fue exitoso y viendo lo poco que ganan allí los policías, unos 200 euros al mes, mis padres -revela- cedieron el dinero del rescate a los agentes en agradecimiento, aunque se endeudaron para reunirlo. Yo también lo habría hecho». Pero los secuestradores salieron en pocos años de prisión. «Por eso -añade- un contacto policial me alertó y dijo que debería alejarme un tiempo del país. Era muy fácil encontrármelos, sobre todo al familiar».

FRESCO DE LA VIOLENCIA / Y esa huida la llevó a conocer a Migoya, quien tras varios años de ir y venir de Perú, reunió la información de la familia, los interrogatorios, las llamadas telefónicas entre el padre y los secuestradores... «Fue terrorífico y fascinante contrastar todas las versiones y hacer un bordado con ello. No es solo la historia de un secuestro sino que a través de la vida de Melina, sus anhelos sentimentales, sus proyectos, podía mostrar la violencia de un país tan distinto al nuestro».

Ella, ya con ocho años vio el asesinato de unos vecinos en un ajuste de cuentas. «Era Navidad, estaba todo lleno de sangre. Había jugado con los hijos, de 3, 5 y 7 años. No tuvieron piedad ni de ellos, los torturaron. Mi generación vivía con naturalidad los asesinatos. En el cole de repente un niño desaparecía porque Sendero había amenazado a su familia. Era el día a día de nuestra infancia, te acostumbras a la violencia».

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