Memoria en grietas

CRÍTICA 'Coronel lágrimas' es la novela que estábamos esperando desde hace tiempo

RICARDO BAIXERAS

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Cuando apenas llevamos unas páginas leídas ya sabemos que el coronel será uno de esos personajes inolvidables. Y que Coronel Lágrimas, la novela que no sabíamos que estábamos esperando desde hacía mucho tiempo. Al principio, este «alocado catálogo megalomaníaco de vidas ajenas» solo parece ser la escritura de los «Retratos de Tres Divas Alquímicas»: Anna María Zieglerin, María la Profetisa -también conocida como la Hija de Platón- y Cayetana Boamante.

Pero a medida que avanzamos entendemos que el «solitario pero delicioso banquete medieval para este rey olvidado» es, en realidad, un catálogo de vidas ajenas sí, pero también de todo un siglo: su única pretensión consiste en escribir Los Vértigos del Siglo, o lo que es lo mismo: un «almanaque de postales, diccionario de disparates». El propósito, «codificar la vida en pequeñas postales, construir una Babel enciclopédica para su memoria en grietas». Su compañero de andanzas, Maximiliano Cienfuegos, editará «la más importante obra filosófica atribuida al coronel: una especie de manifiesto en aforismos que el propio Maximiliano tituló Diatriba contra los Esfuerzos Útiles: Tesis contra el Trabajo en la Era Práctica», convertido en «un elogio de la vida retirada».

Confusión fértil

Eso hará que el lector se encuentre ante un laberinto que es una novela que se inscribe en un diccionario que se lee como una diatriba. Y no descarte que la confusión sea en este libro un parámetro para su decodificación. El coronel se enreda entonces en la historia «con una precisión matemática». Este matemático, historiador, coronel y ermitaño «quiere que lo olviden. Por eso apuesta por este proyecto de vidas ajenas, especie de amnesia autobiográfica». Quiere, como Rimbaud, ser otro. Narrar lo propio como si fuera ajeno, narrar lo ajeno como si fuera propio: en esta literatura de doble fondo descansa la poética de esta novela. Al coronel «le gustan los orígenes si no son los suyos, esa anatomía de un instante que le regala toda una historia» porque así puede dar cuenta de unos instantes narrados «sin ver». Prefiere «pensar que el origen de la civilización es el simulacro, la identidad impuesta, el anonimato con rostro, los flujos sin fin». Para este coronel que «construyó la pirámide de un fracaso con la furia vital de quien necesita una cripta» todo resulta ocioso si no confluye en su proyecto vertiginoso por reconstruir un pasado en ruinas por el peso fatal de la historia: la revolución de octubre en Rusia, la guerra civil española, la segunda guerra mundial, Vietnam.

Inteligencia e imaginación

Con una escritura que en muchos momentos recuerda el gusto por el detalle y por lo ajeno de Pierre Michon en Vidas minúsculas, aprendida la lección del Borges de los catálogos infinitos y la extrañeza narrativa del injustamente olvidado Juan Rodolfo Wilcock, este jovencísimo Carlos Fonseca (San José, Costa Rica, 1978) es un regalo de los dioses. Un escritor que escribe simulacros y espejismos como quien cincela bloques de mármol, un escritor de raza, indómito, cuya inteligencia procede de una imaginación torrencial. Una escritura bellísima, compleja hasta decir basta y con un sentido del ritmo narrativo y de la oralidad compartida inusual en un autor tan joven. En fin, un libro que no puede pasar desapercibido y que en modo alguno ha de ser efímero.

CORONEL LÁGRIMAS

Carlos Fonseca

Anagrama. 176 págs. 16,90 €