NOVEDAD DEL SALÓN DEL CÓMIC, QUE EMPIEZA ESTE JUEVES

Memoria del exilio

El dibujante Eduard Torrents introduce pasajes del pasado familiar en 'El convoy', novela gráfica sobre los republicanos en Francia y Mauthausen

Infiernos 8La cantera de Mauthausen y el campo de prisioneros de la playa de Argelès, en 'El convoy'.

Infiernos 8La cantera de Mauthausen y el campo de prisioneros de la playa de Argelès, en 'El convoy'.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Evoca Eduard Torrents (Barcelona, 1976) cómo con cinco años, estando enfermo en cama, su abuelo le explicaba «batallitas de la guerra». «Le habían arrestado los franquistas y enviado a un campo de prisioneros en Guadalajara del que se fugó. Siendo yo niño me descubría un mundo, la guerra, que yo veía como una aventura. Me contaba cómo calculó el tiempo en que dos guardias dejaban un trozo de muro de dos metros sin vigilar y cómo lo saltó. Tuvo que vivir como un vagabundo hasta que logró llegar andando hasta Barcelona». El dibujante quiso recrear, camuflados en una historia de ficción, este y otros episodios del pasado familiar en El convoy (Norma), un álbum que se convierte en «un relato universal» al condensar diversos hechos reales comunes a tantos exiliados republicanos que huyeron a Francia ante la victoria franquista o se quedaron y sufrieron la represión.

El cómic, cuyo guion ha concebido el francés Denis Lapière con ideas de Torrents, alude en el título al tristemente famoso convoy de los 927, que partió de la localidad francesa de Angulema rumbo a Mauthausen, siendo, en 1940, el primer tren que llegó con civiles -hombres, mujeres y niños españoles- a un campo nazi. La familia del dibujante no iba en él ni fue víctima del Holocausto, en cambio sí sufrió las penurias del exilio en los campos del sur de Francia. «A los 12 años mi abuela materna salió con sus padres desde su pueblo, en Aragón, y cruzó los Pirineos por el valle de la Gela. Y mi tío abuelo estuvo en la batalla del Ebro, huyó por el puerto de Le Pertús y acabó en el campo de Argelès. Recogí sus anécdotas. El frío del invierno, el agua del mar helada donde tenían que lavarse y hacer sus necesidades, el hambre, cómo las mujeres de los presos se acercaban a las cercas del campo de los hombres... Volvió a Barcelona y le enviaron a Marruecos con el Ejército, donde enfermó de tifus».

Torrents presentó su proyecto en el Salón del Cómic del 2009 a un editor de la francesa Dupuis, que le presentó a Lapière (El vals del Gulag, con Rubén Pellejero), con quien se entendió enseguida, y El convoy vio primero la luz en el país vecino en dos volúmenes, que en España se han unificado en uno, que será una de las novedades del salón, que empieza este jueves. «Lapière le dio un aire menos documental y más de película, y un trasfondo a la familia protagonista, para que el lector se identificara con los personajes, que son ficticios pero universales», dice Torrents, que ha trabajado más para el mercado francés.

La Barcelona de 1975

La primera parte se explica desde el punto de vista de una Angelita adulta, que en otoño de 1975, con Franco a punto de morir, vuelve a la Barcelona en que se crió y evoca cómo de niña cruzó la frontera con sus padres. La segunda relata la visión de su padre, Manuel, oficialmente fallecido en Mauthausen. Escenarios y calles de la ciudad, como el Hospital de Sant Pau, «un lugar mágico y fantástico» a los ojos del Torrents niño, que lo cruzaba para ir al colegio desde su casa, en la calle Sant Quintí, pasando por la avenida Gaudí. Un itinerario que recrea en El convoy con el mismo realismo con el que expresa las emociones de los personajes, ya sea la angustia ante la forzada separación familiar o el dolor de la supervivencia en los campos.