BAILAORA QUE DINAMITA CÁNONES

Más allá del flamenco

Rocío Molina se reinventa en el Mercat con 'Felahikum', un acercamiento al hip hop depurado de Honji Wang, y 'Bosque ardora'

Rocío Molina (derecha) y Honji Wang en 'Felahikum'

Rocío Molina (derecha) y Honji Wang en 'Felahikum' / periodico

MARTA CERVERA / BARCELONA

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Ir más allá y no repetirse es el mantra vital de Rocío Molina, bailaora y coreógrafa sevillana empeñada en dinamitar cánones. A partir de este jueves el Mercat de les Flors brinda la oportunidad de descubrir sus dos últimas creaciones. Este jueves y viernes presenta 'Felahikum', donde su flamenco sin fronteras sintoniza con el hip-hop en la coreana Honji Wang, una experta en danza urbana formada en danza clásica que ha revolucionado la contemporánea formando compañía con Sebastien Ramírez. El sábado y el domingo Molina presentará 'Bosque ardora', una atrevida pieza con dos bailaores, dos trombones, batería, bajo eléctrico y cantaor que dividió al público en la última Bienal de Sevilla. Justo lo contrario de 'Felahikum', sugerente intercambio estrenado con éxito el pasado enero en el Théâtre de l' Archipel de Perpiñán. En él hay espacio para la improvisación y muestra a dos artistas que pese a partir de mundos opuestos se retroalimentan sin cesar sobre un linóelo blanco enmarcado por grandes ventiladores.

«Como soy una esponja en contacto con Wang de pronto mi cuerpo empezó a moverse de otra manera», comentó Molina tras el estreno, satisfecha con haber descubierto un nuevo lenguaje. En 'Felahikum', flamenco en árabe, esta artista precoz que mereció el Premio Nacional de Danza en el 2010, a los 26 años, lleva un micro disimulado en su cuerpo con el que percute y marca el ritmo del espectáculo. «El flamenco se nutre del compás. Tú para empezar ya sabes si el palo es alegre o triste porque una serrana no es lo mismo que un taranto. Sin embargo aquí hacíamos coreografías sin saber qué música habría. Luego fijarla ha sido lo más difícil», opina la bailaora.

Todo fluye

Ella y su compañera se compenetran de modo increíble. «Lo que me pasa con Wang no me ha ocurrido con nadie del flamenco: esa facilidad para movernos y que todo fluya sin hablar el mismo idioma, ni hacer lo mismo, ni nada. Pero como nos escuchamos al final nos mimetizamos, pese a ser tan diferentes». Para Wang el trabajo también ha sido enriquecedor: «Rocío y yo podemos bailar juntas durante horas. Encajamos porque somos opuestas: ella es calmada, yo nerviosa. Nos complementamos».

Lucha y arte

'Felahikum' ha tenido una creación dilatada en el tiempo, con encuentros en diferentes países. 'Bosque ardora' también ha necesitado de mucho trabajo previo. «En mis obras integro mi interés por el cine, la pintura y la literatura con la mayor ignorancia del mundo porque si me pongo a analizarlo todo me bloqueo», reconoce Molina que en 'Bosque ardora' interpreta a un ser mitad humano, mitad animal que lucha por la supervivencia. La bailaora establece un paralelismo entre esa batalla vital y su constante necesidad de reinventarse como artista. «Esta obra es una continua persecución sobre mí misma, sobre qué es lo que me obliga a matarme cada día para poder seguir adelante», señala. Pese a las críticas recibidas por un sector que no considera flamenco el experimento, responde: «Bosque sale de la guitarra flamenca de Sabicas, de Niño Ricardo, de cantes... Pero claro, la interpretación cada uno la hace como quiere». La influencia del cine japonés de Miyazaki y del butoh en esta pieza puede impactar tanto o más que los trombones que la persiguen en escena. «Nunca se habían usado en el flamenco y me tiré a la piscina. El resultado ha sido increíble porque su sonido puede ser terciopelo, metal o cálido».