Comienzos

María Rosa LIda.

María Rosa LIda. / periodico

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Todo comienzo incuba un final, cada alba tiende a su ocaso, pero esa evidencia pesimista puede ser vista desde otro ángulo, y es que sin noche no hay amanecer, como no hay compañía sin el mordisco previo de la soledad ni comunicación sin la antesala del silencio. No todo lo que empieza acaba mal, pero acaba, desde el universo que conocemos hasta el libro que nos exalta, aunque lo que nos exalta de verdad son los comienzos, el de un recién nacido, el de un proyecto creativo o el de una relación amorosa. El comienzo es potencialidad plena. Dos libros muy distintos me hacen pensar en estos despertares que dan sentido al ir tirando. Uno son las cartas de seducción de la más brillante filóloga del siglo pasado, María Rosa Lida, que a sus 33 años, con un portentoso saber humanístico y una desarmante ingenuidad vital, se enamora del romanista ruso Yakov Malkiel, cuatro años más joven. Se casaron en 1948, después de cuatro años y pico de cartas crujientes de una deliciosa erudición alcahueta que ha requerido un cargamento de comentarios. El placer que proporciona 'Amor y filología. Correspondencias (1943-1948)' (Acantilado) hay que añadirlo a la cuenta acreedora de Francisco Rico, auténtico padre de esta joya presentada y anotada por Miranda Lida y Juan Miguel Valero.

Otros comienzos son los de un libro esencial y hondo, 'El camino del alba' (Tusquets), de Alfonso Alegre Heitzmann. En unos versos como relámpagos, en unas prosas murmuradas, se celebra serenamente la continuidad de la noche y el día, el milagro del lenguaje que surgió para dibujar en la tiniebla de la naturaleza la forma de las cosas. Así la voz humana pudo nombrar su negación, el silencio, y este adquirió consistencia y valor, como la nada y el vacío, conceptos que al ser nombrados cobran una paradójica presencia. A través de la palabra, como la savia subiendo hacia las estrellas por el tronco del árbol (una imagen repite Alegre), se hace y eleva el mundo en lo que es y en lo que será: el almendro florecido brillará de día y lo sabemos aunque sea de noche; la primavera llegará como una promesa que el invierno no puede incumplir. Y todo lo observamos desde las ventanas de la casa del lenguaje, atisbando el sol y la sombra de fuera, o la 'solombra' en la que ambos se funden como la cara y la cruz de una misma realidad que comenzó con la voz. 

TEMAS