Marc Almond, estrella de estrellas

El cantante británico recorrió su trayectoria con estilo e intensidad desde Soft Cell hasta su último disco, 'The velvet trail', en Razzmatazz 2

Marc Almond, en Razzmatazz.

Marc Almond, en Razzmatazz. / FERRAN SENDRA

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Marc Almond puede actuar en un palacio o en club, disfrutar o no de una punta de popularidad, tener la voz en plenitud o en lánguida retirada, pero es en cualquier caso estrella de estrellas, que para serlo se rige tan solo por sus propios designios, por su sentido de la grandeza y el drama. Fue, de nuevo, un placer verle este sábado en Razzmatazz 2 viajando en el espacio y en el tiempo, del exotismo cabaretero a la ‘torch song’, a través de frondosas melodías y trazos de temperamento, siguiendo el hilo hasta los viejos brillos de Soft Cell.

Su disco del año pasado, ‘The velvet trail’, no es uno más y aportó cinco canciones, empezando por la primera, ‘Minotaur’, y recorriendo emociones de amplio espectro, de la recogida ‘Scar’ hasta el ritmo travieso de ‘Demon lover’. Almond conserva su distintivo color vocal, acogedor, muy dado a la expresión de pasión, y aunque chirrió en algunos exigentes momentos, sobre todo en los tonos altos, se valió de dos poderosas coristas para que las melodías, tan esenciales en su obra, no quedaran en ningún momento a la intemperie.

DEDICATORIA A BOWIE

Fue un Almond esencialmente pop, sustentado por un sencillo trío instrumental, con la guitarra de Neal X (Sigue Sigue Sputnik) en un flanco. Lo importante era su gesto, su teatralización, sus modos confesionales cuando acudía al taburete, y esas canciones 'bigger than life', como ‘Burn bright’, que dedicó a David Bowie, ‘Champagne’ y su adaptación de ‘Something’s gotten hold of my heart’, pieza que en 1988 grabó con su voz original, Gene Pitney. Con un poco de purpurina nostálgica del ‘music hall’ en ‘Variety’ y vestigios de su lado más oscuro en los arabescos de ‘Black heart’, canción rescatada de su proyecto paralelo de los 80, Marc & The Mambas.

No vimos a un Almond pretendidamente torturado ni haciéndose el superviviente, sino a un artista comprometido con su público y con sus canciones, dándoles vida con cada inflexión, a salvo de la autoparodia. Jugueteando con las coristas en ‘The dancing marquis’ y volviendo a aquella voluptuosa producción firmada en parte por Trevor Horn, ‘Tenement symphony’ (1991), en su versión en inglés de ‘La chanson de Jacky’, de Jacques Brel (pieza que también hizo suya Scott Walker). Otra escena de alto voltaje que condujo a un tramo final dominado por los rescates de Soft Cell.

Antes ya había caído ‘Darker times’ y, para el ‘crescendo’ último de la noche Almond reservó ‘Bedsitter’, ‘Soul inside’ y, en los bises, ‘Tainted love’ y la despedida melodramática de ‘Say hello, wave goodbye’, con su estribillo coreado por el público mientras mostraba un ejemplar del ‘New Musical Express’ con la portada de Bowie, que alguien le dio desde las primeras filas. ‘The stars we are’, las estrellas que somos y las que siempre serán.

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