EL ADIÓS DE UNA FUNDAMENTAL BANDA DE ROCK

Los 50 de The Who

Pete Townshend, en concierto.

Pete Townshend, en concierto.

JORDI BIANCIOTTO / LONDRES

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Tenemos a Paul McCartney y a los Rolling Stones llevando todavía la antorcha primigenia de la era pop y llenando estos días grandes recintos a ambos lados del Atlántico. Y sigue en pie, y con admirable vigor, el tercer vértice imprescindible, The Who (el cuarto, The Kinks, no parece estar por la labor), fetiche de la cultura mod, el grupo de las (discutidas) óperas rock, con bajas en sus filas pero ante el cual vuelven a postrarse multitudes de fans. Como los 70.000 que llenaron el viernes Hyde Park, muy cerca de aquella Carnaby street que se alzó como epicentro del 'Swinging London' pop de los 60.

Han pasado 50 años, y la actual gira The Who va de eso, de evocar el pasado, celebrarlo y, prácticamente, despedirse de sus seguidores agradeciéndoles los servicios prestados. «Cuando empezamos no creíamos que fuéramos a durar más de una semana. Pero aguantamos un año entero, y bueno, aquí estamos», aseguró en Hyde Park un Pete Townshend comunicativo, un señor de 70 años al que en cualquier momento podía salirle la rock star que lleva dentro, soltando guitarrazos y agitando el brazo derecho con su característico movimiento de aspas de molino.

El último vals

The Who no da apenas señal como ente creativo (solo un disco con material nuevo en 30 años), pero su capital es tan icónico que puede permitirse sonados festejos como esta gira, The Who hits 50!, que le lleva a cerrar hoy el festival de Glastonbury y que, tras algunas fechas europeas (Spain no está en la ruta y todo indica que el grupo será, para siempre, e inconcebiblemente, inédito en Barcelona) y un posterior descanso estival, terminará en otoño en Norteamérica poniendo, en apariencia, punto y final a su historia. Sí, eso lo han dicho antes (en 1982, por ejemplo), pero Townshend ha manifestado varias veces la intención del grupo de bajar la persiana tras esta gira.

 

«Estáis a una buena distancia de nosotros, ¡pero os alcanzaremos!», gritó el guitarrista en Hyde Park, saludando a la multitud, después de abrir el concierto con un furioso I can't explain, la canción que les dio a conocer en 1964. Sí, fue Townshend quien mantuvo el diálogo con el público, y no Roger Daltrey, que asumió un papel más discreto, concentrado en canalizar toda su energía en la interpretación. Con éxito a lo largo casi dos horas de un concierto 100% musical, sin muñecas hinchables ni pirotecnia, tan solo dos pantallas de vídeo que incluyeron imágenes retrospectivas: los caídos Keith Moon (fallecido en 1978; su plaza la ocupa Zak Starkey, hijo de Ringo Starr) y John Entwistle (2002), evocados en Who are you, en un tramo inicial que acogió otros clásicos, The seeker, The kids are alright, I can see for miles y Pictures of Lily.

Townshend presentó My generation como «una canción para cualquier momento, cualquier lugar», y el material de Who's next (1971) recordó su fondo rockero más corpulento: de Bargain y Behind blue eyes a los bises de Baba O'Riley y Won't get fooled again. En el camino, destellos de Quadrophenia (épica Love, reign o'er me, con lucimiento de Daltrey), un par de guiños a los 80 (la funky Eminence front en voz de Townshend) y la secuencia de Tommy, culminada por Pinball wizard y See me, feel me. Al final, de aquellas óperas rock quedan, sobre todo, algunas buenas canciones, insinuando que el pop quizá no necesitaba de coartadas filosóficas para perdurar.

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