Los ecos del eclipse

EL LIBRO DE LA SEMANA El afgano Khaled Hosseini madura su excepcional arte de narrar emociones con 'Y las montañas hablaron'

Paisaje montañoso de Afganistán.

Paisaje montañoso de Afganistán.

RICARD
Ruiz Garzón

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EnCometas en el cielofueron padres, hijos y amigos de infancia. EnMil soles espléndidos, madres, hijas y esposas rivales. Lo fácil, al llegarY las montañas hablaron, sería decir que Khaled Hosseini ha dedicado su tercera novela a los hermanos, a los primos y a los nietos, pero esa simplificación sería incluso más injusta que las anteriores. Sería como subrayar que el afgano ha vuelto a trenzar un gran tapiz de pérdidas y desarraigos, como insistir en su extraordinario arte de narrar emociones, como alabar sin más su capacidad para convertir Afganistán en un universo familiar.

La gran particularidad de su nueva novela, en cambio, consiste en exhibir su maduración como narrador. Lo mejor deY las montañas hablaron, en suma, es que certifica la evolución técnica de su autor.

No puede ser casual, por tanto, que la obra comience con un cuento de divs, jinns y gigantes, un canto al poder de la narración tradicional, y que al mismo tiempo trascienda esa poética con ocho historias entrelazadas que divergen en tiempos, voces y estructura. Ni puede serlo que, pese a indagar con su habilidad habitual en la memoria y los sentimientos de los personajes, Hosseini se haya esforzado esta vez en explorar los matices, en superar la lagrimita pirotécnica y ofrecer reflexiones más complejas, más ambiguas, más arriesgadas. Consagrado por los lectores con su efecto Sherezade, el popular novelista afgano parece haber decidido convencerse ahora a sí mismo. Y no ha fallado.

Y las montañas hablaron, de entrada, se presenta como la historia de Pari y Abdulá, dos hermanos humildes, niña y niña, que se separan cuando ella es dada en adopción. Enseguida, sin embargo, se ramifica en la historia de su madrastra y la tullida hermana de ésta, en la del tío de ambos y mediador en el proceso y en la de esa nueva madre, poetisa en combustión, que habrá de exiliarse a Francia para educar a una hija que no la entenderá. Al mismo tiempo, el tapiz se extiende por Grecia, por Estados Unidos, hasta por Mallorca, con episodios tan potentes como el de la malograda niña Roshi con Idris y Timur, el de la desfigurada Thalia o el de Adel y su desmitificado progenitor. En otros autores, la acumulación de desgracias, traiciones y taras físicas que ofrece Hosseini antes de cerrar la herida de Pari y Abdulá hubiera podido derivar en culebrón, pero el autor deY las montañas hablaronha conseguido lo contrario: que a su sensibilidad para cincelar asuntos del corazón sin caer en sentimentalismos se le añada esta vez una panoplia de herramientas -desde la confesión en primera persona hasta la entrevista periodística, de losflashbacksde décadas al estribillo conector- con las cuales llegar más lejos, y más hondo, a los temas que le apremian.

PROFUNDIDAD / Así, además de retratar seis décadas de la historia de su país, talibanes incluidos, Hosseini abunda en la fragilidad de las relaciones familiares, en la obligación de rastrear los orígenes y en la imposibilidad de etiquetar a los desconocidos. Y todo ello, además, mediante ecos que lo llevan, como decía Unamuno, a hallar lo universal en las entrañas de lo local. Es posible que más de un lector, pese a todo, prefiera a corto plazo sus obras anteriores. Tras ahondar en los eclipses de un Hosseini que ha decidido no rehuir sus sombras, habrá que revisar si aquello que nos deslumbra es siempre lo mejor.

3Y LAS MONTAÑAS HABLARON

I EL RESSÒ DE LES MUNTANYES

Khaled Hosseini

Trad: Patricia Antón de Vez y Rita de Costa / Albert NollaSFlbSalamandra / Edicions 62

384 / 416 págs. 20 €