Lombrices al poder

Dan Gilroy debuta en la dirección con 'Nightcrawler', implacable sátira sobre la falta de escrúpulos en los informativos de televisión

Jake Gyllenhaal, escarbando en el drama ajeno, en una imagen de 'Nightcrawler'.

Jake Gyllenhaal, escarbando en el drama ajeno, en una imagen de 'Nightcrawler'.

NANDO SALVÀ

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En el inglés que hablan en América, nightcrawler es uno de los nombres que se da a las lombrices. Y Lou Bloom, protagonista de Nightcrawler, encaja en el perfil: es viscoso, y escurridizo, y nocturno, y se nutre de podredumbre. Una sabandija. En el papel, Jake Gyllenhaal da miedo. Si en Brokeback Mountain se paseara con el mismo aspecto vampírico que luce aquí, Heath Ledger nunca se habría enamorado de él. Bloom también es también el personaje más amoral que el cine ha visto en mucho, mucho tiempo. Después de todo hasta Travis Bickle, antihéroe de Taxi Driver, tenía buenas intenciones. «Pero no he querido retratarlo como un sociópata», nos explica al otro lado de la línea telefónica Dan Gilroy, que con Nightcrawler debuta tras la cámara tras una lucrativa carrera como guionista.

«Me interesa que el público lo vea como uno de nosotros». Seguro que muchos de ustedes negarán tener algo en común con alguien que por el éxito está dispuesto incluso a salpicarse la camisa de sangre. «Quiero que la gente piense: 'A lo mejor el problema no es Lou, a lo mejor el problema es el contexto social y económico que ha favorecido que Lou exista. Y todos somos parte de ese contexto».Inspirado tras ser testigo de un accidente de tráfico, Bloom decide dedicarse profesionalmente a grabar imágenes de crímenes para vendérselas a los telediarios, dispuestos a emitir cuanta más carnaza mejor en pos de las audiencias. No tarda en aprender que, cuanto más atroces son sus vídeos, más gente los ve. Lo que sucede en Nightcrawler a partir de entonces podría definirse como una sátira sobre la falta de escrúpulos que impera en la televisión de no ser porque, asegura Gilroy, nada en la película es exagerado. «Hasta mediados de los años 70 los departamentos de noticias de las televisiones no tenían necesidad de obtener beneficios. Pero las cosas cambiaron y, desde entonces, los responsables de esos noticiarios cruzan los dedos para que alguien sea asesinado o algo terrible ocurra. Saben que eso les dará audiencia, porque el ser humano se siente genéticamente inclinado a mirar. Es por eso que nos paramos en la carretera cuando vemos un accidente».Peor que en 'Network' 

Nada ha cambiado, pues -o sí, pero a peor-, desde que Network, un mundo implacable (1976), nos advirtió de hacia dónde estaban nuestros instintos más primarios empujando a la televisión. La alusión no es casual puesto que, en términos de espíritu y sensibilidad, Nightcrawler está más cerca de las películas americanas de los 70 que de los blockbusters actuales. «Que hoy en día Hollywood solo piense en superhéroes, acción y espectáculo no me sorprende: el mundo se ha hecho tan ingobernable, tan terrorífico, que queremos huir de él. Pero yo creo que es necesario hablar de el».Y, en efecto, Nightcrawler tiene mucho que decir sobre un presente plagado de gente ahogada y desesperada. «Vivimos en una realidad económica en la que las personas tienen que convertirse en animales para conseguir un trabajo, o para mantenerlo, o para sobrevivir», lamenta Gilroy. «Y en la que la falta de escrúpulos no solo es bienvenida sino premiada. Los Lou Blooms de este mundo están ganando. Las juntas directivas de las grandes multinacionales están ocupadas por ellos».