Séptimo centenario de la muerte de una mente prodigiosa

Ramon Llull, el antisistema medieval

A punto de estallar la traca final del Any Llull, repasamos algunos ganchos de este 'comando autónomo' del siglo XIII. Un 'self made man' que, enfebrecido por la fe, se dejó la piel en convencer a los infieles de la verdad del cristianismo con su máquina matemática.

Ramon llull

Ramon llull / periodico

NÚRIA NAVARRO

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Reducir a Ramon Llull (1232-1316) a una cápsula para principiantes tiene su miga. Ahí va un intento: hijo de los conquistadores de Mallorca, hasta los 30 años se entretiene en la caza, la intriga y la alcoba, pero le sacude una visión, lo deja todo -esposa y dos hijos incluidos- y se transforma en un 'hooligan' de la fe cristiana. Como es un superdotado, ingenia una máquina neutra y matemática para demostrar racionalmente a musulmanes, judíos e incluso a los tártaros que asoman las barbas por el Este que la Verdad es Una y Trina.

El 'Arte' -que así se llama la máquina- es también aplicable a todas las ciencias. Un artefacto intelectual que pocos entendieron en su época -los dominicos le tenían por un demente- y que no convirtió a demasiadas almas, pero que ha sembrado adictos a lo largo de los siglos. Muchos le copiaron (existen 500 textos apócrifos, buena parte de ellos de alquimia y cábala). En las bibliotecas de Descartes y Leibniz no faltó una antología de sus textos publicada en Estrasburgo en 1598. Jacint Verdaguer reescribió su 'Llibre d'Amic e Amat'. Dalí aprovechó sus intuiciones matemáticas. Umberto Eco se apropió de su idea de Arte como lenguaje universal. El 'beatle' George Harrison lo incorporó a través del mallorquín Joan Mascaró, traductor del 'Bhagavad' Gita del sánscrito, y contagió su entusiasmo a Allen Ginsberg, el portavoz de la generación beatnik. Miquel Barceló afirma pintar luliano y poetas catalanes como Enric Casasses, Dolors Miquel y Blanca Llum Vidal le rinden culto.

Repasemos algunos atributos de este hombre prodigioso del siglo XIII a la luz del XXI:

EL MINUTO CERO

Llull habría seguido componiendo cantinelas en occitano de no ser por las apariciones relámpago de Jesucristo en la cruz y por su iluminación durante su retiro eremítico en Randa (Mallorca), en 1274, donde Dios le dictó la "forma y manera" de escribir su 'Arte', "el mejor libro del mundo". En lo sobrenatural apuntaló su conversión y su empresa. ¿Nos lo creemos? El capuchino Ramon Botam (Fra Salvador de les Borges), teólogo y medievalista, explica que cuando en aquella época alguien tenía una idea redonda se aprestaba a asegurar que era una idea 'inspirada'. "Creo que, en la soledad, el silencio y la plegaria profunda, se encontró a sí mismo y captó la verdad trascendental y misteriosa de todo lo existente. Pero visiones divinas... tengo mis dudas".

Aunque muy discutido por los filólogos, Botam no descarta un factor humano en la conversión. Cuando Llull se dedicaba a las "liviandades mundanas", se encaprichó de una dama y esta, harta de que la persiguiera, le enseñó su pecho carcomido por el cáncer. Aquel impacto pudo hacerle relativizar el amor en el sentido humano".

Tampoco le cuadra a Botam el carácter arrogante y hasta "violento" del mallorquín. "Alguien con un pensamiento tan elevado y tan puro no agrede físicamente al esclavo que le enseña el árabe y la mística sufí presente en su obra –opina el teólogo–. San Francisco no lo habría hecho". Y lo cierto es que Llull recogió de aquel cautivo la idea mística oriental de que todo emana de la misma luz fundamental –la divinidad–, "pilar de su visión del mundo fraterna, de paridad e igualdad".

Esa pincelada sufí se integró a su fuerte platonismo pasado por el tamiz de San Agustín. "Llull siente una frustración profunda por el triunfo del averroísmo, a través del cual penetra en la época el aristotelismo", cuenta Botam. Él cree en la revelación, y en que la revelación es bondad y amor. "En eso coincide con la visión franciscana de que Dios crea por amor y ama su obra". De hecho se hizo terciario de la orden, no sin cierto debate interior. "Para salvar mi alma me tendría que hacer dominico, porque iría sobre bases de pensamiento matemático, pero perderé mi obra –sopesó Llull–. Si me hago franciscano, salvaré la obra pero perderé el alma".

ACTIVISTA

Habían fracasado las cruzadas –"entonces, una debacle parecida al ataque a las Torres Gemelas", según Albert Soler, profesor de Filología Catalana de la UB y coordinador de la Base de Dades Ramon Llull–, y el destino del mundo conocido estaba en juego. El mallorquín estaba convencido de la ineficacia de las armas para convertir a los infieles y de que la clave de la paz mundial estaba en una sola fe –la suya–, una sola lengua –el latín– y una sola cabeza visible, el pontificado. "Los conflictos de su época no nos son ajenos, los occidentales seguimos creyendo que tenemos la verdad cultural", hace notar el profesor Soler.

El Olof Palme pre-moderno llamó a la puertas de los centros de influencia para exponer planes de paz y reformas institucionales (diseñó un sistema de votación que no apareció hasta la Revolución Francesa). "En su obra se encuentran gérmenes muy explícitos de una sociedad de naciones –apunta Botam–. En 'Et in terra pax hominibus bone voluntatis' habla de la institución de la paz y del arbitraje internacional". Y asegura que la espiritualidad hoy –otro momento de choque de civilizaciones–, va por el mismo camino "de la sensibilidad, el corazón, la reciprocidad, la relación y el diálogo". También Lola Badia, catedrática de Filología de la UB y directora del Centre de Recerca Ramon Llull, subraya su perfil de activista: "Llull era como una oenegé, con su impulso cerebral y su dinero, quería difundir la pacificación del mundo occidental".

¿MARXISTA?

Por tanto, su utopía no era un huida a lo irreal sino la voluntad de poner en pie una sociedad universal de justicia y concordia, centrada claro está sobre el Evangelio. El filósofo e hispanista Alain Guy aventuró: "Su combate es análogo al del caballero que, en lugar de perderse en su meditación solitaria e intemporal, baja a la arena y vuela al socorro de la viuda y el huérfano. Es un dinámico abogado de lo verdadero, que se empeña en hacer compartir a cada uno la enseñanza providencial de rectitud y buena dicha espiritual". Es en ese sentido cuando Guy se lanza a compararlo con Karl Marx, quien como él "es alguien que trabaja sin relajamiento para constituir técnicas capaces de hacer mas dichosa la marcha de la humanidad". Atrevido, ¿eh?

REVOLUCIONARIO

En el siglo XIII, el bacalao se cortaba en los claustros catedralicios y en las universidades. Y Llull era un comando autónomo que irritaba profundamente al 'establishment' (el inquisidor Nicolau Eimeric lo declaró hereje y se ha probado que manipuló torticeramente expresiones lulianas ortodoxas para poder condenarlo). "Lo original en él es que es un laico –señala Albert Soler–. Se movía en la periferia de los circuitos intelectuales, eclesiales y de poder". Un excéntrico, vaya. "La iniciativa particular de los laicos en la cultura de la época era algo totalmente nuevo, como lo fue el caso de Dante", coincide la catedrática Badia. "Fue un 'self made man'", resume Laura Borràs, directora de la Institució de les Lletres Catalanes, impulsora de la edición Llull x Llull, un cuidadoso surtido de su obra.

El 'iluminado' se autofinanció, tiró de su agenda de contactos, aprendió lenguas, hizo alguna trampilla a los sarracenos y cultivó todos los géneros literarios –el cuento, la novela, la poesía, el opúsculo– que le permitieran convencer a cuantos más mejor.

UNA MARCA

Con el permiso de los lulianos ortodoxos, Llull está en los orígenes del 'personal branding' (marca personal), una idea que aparece a finales del siglo XX de la mano de Tom Peters. No solo se creó un personaje, Ramon lo Foll, para neutralizar a los que lo tenían por un chalado ("conoce bien el mundo en el que vive y sigue el esquema del bufón", señala el profesor Soler), sino que "su estrategia fue la de un vendedor", opina el padre Botam. A saber: "Se planta solito en el norte de África y le dice a los musulmanes: ‘Soy cristiano, pero si me convencéis argumentándome con ideas racionales que el mahometismo es verdad, me haré musulmán". Una táctica de márketing parecida a aquel "busque, compare y se encuentra otro mejor, cómprelo" con la que tantos tambores de detergente Colón vendió Jabones Camp. Solo que a Llull le encarcelaron, pegaron, apedrearon y casi lapidaron en sus tozudas tentativas de venta.

"Hay 260 maneras de entrar en su 'Arte', 260 'productos' diferentes con la recomendación de 'comienza por donde quieras'", señala Soler. Incluso, como destaca Amador Vega en 'Ramon Llull y el secreto de la vida', dio instrucciones de uso del tipo "leer el libro de principio a fin, un capítulo cada día", "saltar de un párrafo a otro" o "escoger alguno visto en el índice".

Y como era una marca en sí mismo, y lo sabía, Llull tenía su ego. Al final de sus días, en 1311, acogotó a un monje de la cartuja de Vauvert, en París, y le dictó su autobiografia. La 'Vida del maestro Ramón' (publicada por Pre-textos/ Barcino) está narrada en tercera persona y da cuenta de sus tribulaciones de una manera muy, pero que muy libre.

DESMESURADO

Empieza a quedar claro, pues, la bestia de hombre que era. Medía poco más de 1,60, pero en lo demás era excesivo. "Vivir o trabajar con él debió de ser agotador", bromea Soler. "Piensa en todo y de todo", añade Lola Badia. "Su fe impresionante, su talento para la abstracción y su capacidad de escribir dan un poco de miedo –reconoce la catedrática–. Era como esos ajedrecistas capaces de jugar siete partidas a la vez y ganarlas".

Como hemos dicho, Llull es autor de 260 obras en latín, árabe y catalán. Tantas como Stephen King, el rey de los 'best-sellers' de terror, solo que en el siglo XIII se escribía sobre piel de animal, previa eliminación de pelos y lanas, lijado con piedra pómez, estirado y secado. "Para cuatro páginas se necesitaba una cabra, y solo el 'Llibre de Contemplació en Déu' –una de las primeras producciones de la factoría Llull– contiene un millón de palabras, el equivalente a cuatro ‘quijotes’", subraya Laura Borràs.

MÁQUINA TOTAL

Pero vayamos al meollo luliano, el 'Arte'. Su forma de convencer al otro de la verdad del cristianismo es insólita y osada: 1/ prescindir de los textos sagrados y de la autoridad de la Iglesia –"disputar per autoritats no ha repós", decía, como si estuviera comentando el bloqueo al nuevo Gobierno– y 2/ buscar un terreno común. A saber, las raíces de la antigüedad grecolatina y la concepción de un Dios único. Hasta ahí, pensó, todos estarían completamente de acuerdo.

Lo difícil era avanzar. "Llull vio que no solo había que hablar la misma lengua –por eso estudió árabe–, sino el mismo lenguaje", explica Albert Soler. Así que fabricó uno artificial. "El Arte luliano es un sistema operativo sobre el cual se pueden articular distintas aplicaciones", resume. Un anticipo del MS-DOS en toda regla. Un método simbólico-algebráico que, a partir de escalas, árboles de conocimiento y círculos que interactúan mecánicamente, permite construir proposiciones irrefutables.

Esta estructura de conocimiento, mencionada por Jonathan Swift en la primera edición de los 'Viajes de Gulliver' y a la que Jorge Luis Borges le vio un uso poético, pretendía expresar la estructura misma del universo, haciendo evidentes las conexiones que se establecen entre unas partes y otras. "Llull no analiza conceptos de manera aislada, sino siempre en relación", explica Soler. "Es un intento de mecanización del pensamiento".

O sea, frente a la táctica de "cree y no pienses" de sus adversarios, Llull dice "no creerás si no piensas", algo posible gracias a que Dios nos ha dado inteligencia y a que la verdad se puede encontrar con su máquina. Su formulación de enunciados de forma semiautomática no solo anticipa la informática del siglo XX, sino también el estructuralismo, según reconoció Claude Lévi-Strauss, fundador de la antropología estructural, cuando Pasqual Maragall le otorgó el Premi Internacional Catalunya en el 2005.

Pero, no nos engañemos, el Arte luliano no es Harry Potter. "Hay que sentarse en una silla y estudiar mucho –advierte Badia–. Y siempre acabas con dolor de cabeza". Una muestra: la rueda tiene aspecto de diagrama, donde se sustituyen conceptos por letras (ejemplo, la A central significa Dios y, equidistantes del núcleo, la B es bondad, la C grandeza, la D eternidad, la E poder, la F sabiduría, la G voluntad, la H virtud...), todas conectadas en red. ¿Sienten ya la migraña?

Uno de los pocos que lo ha manejado a fondo y sin aspirinas es el norteamericano Anthony Bonner, quizá el mayor experto en Llull y autor de la piedra rosseta para penetrar en el Arte: 'L’Art i la lógica de Ramon Llull. Manual d’usuari' (Publicacions i Edicions de la UB). "Yo no comparo la experiencia con el manejo de una máquina –explica el erudito, de 88 años, desde su retiro en Mallorca–, sino más bien con entrar en un laberinto en el que el Arte te hace de guía".

LISTO Y CATALÁN

Llull era un tipo avispado y se dio cuenta de que su artefacto no estaba al alcance de cualquiera. Así que, como Steve Jobs, fue simplificando el invento a lo largo de los años para llegar a más usuarios. "Al principio consideraba que la gente estaba mucho más dispuesta para las abstracciones", explica Badia. Pero al tomar consciencia de que no todos tenían su coco, escribió historietas –el 'Llibre de les Bèsties', fábula política que forma parte del 'Llibre de les meravelles', es un ejemplo– para que el método fuera digerible.

Y encima logró hacerlo en una prosa catalana perfectamente construida. "Desde un punto de vista filológico, Llull te hace caer de culo", dice sin rubor la catedrática Badia. "Él solito se puso a escribir en un catalán perfectamente organizado y se dio las normas a partir de la experiencia de saber latín y de haber escrito poesía en occitano cuando era trovador".

Un máquina este Llull, ¿no? ¿A que dan ganas de hincarle el diente?