Gente corriente

Lluís Elias: "Que ahora me digan que no sirvo, toca las narices"

'Exjoglar'. Tras más de una década de éxitos con Boadella, habla sin pelos en la lengua de su precaria situación.

«Que ahora me digan que no sirvo, toca las narices»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Tenía 33 años cuando Albert Boadella le fichó como ayudante de dirección de Els Joglars sin apenas conocerle. Fueron 14 años de giras y éxitos, pero después de ocho obras teatrales, tres series de televisión y una película, Lluís dejó la compañía para iniciar su propio camino. Desde entonces ha presentado decenas de proyectos pero, al margen de un pequeño papel como mosén Artur en La Riera (la telenovela de TV-3), hace tiempo que nadie le contrata en Catalunya. Con 61 años y pese a su currículo no llega a fin de mes, pero conserva intacto el espíritu juguetón y provocador de Els Joglars.

-¿Su familia no le advirtió de la inestabilidad del mundo de la farándula?

-Claro. Un día mi abuela me llevó al oculista, que se llamaba Jaime Salom y escribía teatro (La casa de las chivas). «Mi nieto quiere ser actor», le soltó mi abuela. Y él le contestó: «Pues si quiere ser actor, lo será». Luego se dirigió a mí y dijo: «Usted haga de actor, pero primero acabe una carrera».

-Le hizo caso y estudió Magisterio.

-Dar clases en una escuela rural es la ilusión de mi vida, pero cuando, después de muchos años, volví a pedir trabajo de maestro, a la mujer que me atendió casi le da un ataque de risa: «¿Pero usted tiene créditos? ¿No? Entonces está a la cola de la cola de la cola».

-¿Por qué dejó Els Joglars?

-Con Els Joglars he sido el hombre más feliz del mundo. Boadella es un maestro del teatro, un artesano y un artista, pero después de años trabajando codo a codo con una persona en el ámbito artístico las energías son otras y llegó un momento en que ninguno de los dos aportábamos nada al otro.

-¿Qué pasó después?

-Me quedé en La Casa Nova de Pruit (Osona), que es donde nacieron Els Joglars. Arreglé la masía, monté el grupo de teatro La Compañía es Grata con gente joven y lo que a mí me parecía que eran ideas arriesgadas...  Pero no salió bien. Trabajar en teatro es el síndrome del Guadiana. Hoy todo el mundo te conoce, luego desapareces y piensan que sigues trabajando a tope en el Odeón de París o en Nueva York...

-No es su caso, precisamente.

-Vivo en Terrassa y trabajo en Albacete. He dirigido seis espectáculos para la productora Albacity Corporation, que no puede pagarme porque no tiene dinero. Allí confían en mí, pero aquí mis proyectos no se aceptan. Me dicen que es la crisis, y me lo creo. No quiero pensar mal. Igual no estoy preparado para trabajar en un Lliure o en un Teatre Nacional, pero en este mundo todo son familias y me temo que yo pasé demasiado tiempo en Els Joglars.

-Hay muchos artistas en su situación, como si la precariedad fuera su sino. 

-En este mundo la cultura se trata con desdén; se confunde cultura con ocio y tradiciones. Un monólogo hace reír, pero no es cultura. El teatro es amor por la palabra y por el gesto; es un acto religioso, casi mágico. La cultura es cara, ¡pero es el alimento del espíritu! El problema no es solo el 21% de IVA. No hemos sabido hacer una industria cultural; no tenemos ni idea, porque nos interesan poco el teatro, el cine, la danza, la música, la pintura y la escultura.

-¿Cuál es su situación personal?

-No duermo en la calle porque tengo amigos que me ayudan. Pero no quiero hacerme la víctima. Todo el mundo intenta trabajar de lo que le gusta y poca gente lo consigue. Pero que ahora, a los 61 años, me digan que no sirvo me toca las narices. Solo pido que se valoren mis proyectos de forma coherente y que no me den largas.

-Boadella está bien posicionado en Madrid. ¿Le ha pedido trabajo?

-Me parecería frustrante pedirle trabajo. Sería reconocer mi fracaso. No dudo de que, si se lo pidiera, me ayudaría, pero no es mi manera de hacer las cosas.