Tres miradas africanas

El mozambiqueño Mia Couto, el nigeriano Chigozie Obioma y el congoleño Fiston Mwanza Mujila muestran la pujanza de la narrativa del continente

Los africanos Mia Couto, Chigozie Obioma y Fiston Mwanza Mujila

Los africanos Mia Couto, Chigozie Obioma y Fiston Mwanza Mujila / periodico

ERNEST ALÓS / ELENA HEVIA

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Es un continente pero contiene muchos mundos. No hay una visión sino una pluralidad de perspectivas. La literatura africana está integrando un legado ancestral de fantasmagorías y narraciones orales con nuevas y modernas formas de escritura. Recientemente han pasado por Barcelona tres autores que dan cuenta de un fenómeno que no hace sino crecer.


MIA COUTOHistorias para superar el miedo

El mozambiqueño Mia Couto  (Beira, 1955) representa a ese escritor africano blanco, que pese a haber luchado contra la colonia, sigue teniendo décadas más tarde su mayor reconocimiento en Occidente.  Es una tendencia que no honra mucho al llamado primer mundo, pero las pruebas son patentes. Entre los cuatro premios Nobel de Literatura que han distinguido hasta el momento al  continente (digamos 'negro' para abreviar), dos han sido de raza blanca (Gordimer y Coetzee), otro, árabe (Maafouz) y tan solo uno negro (Soyinka).

Couto, aspecto germánico, hijo de emigrantes portugueses, escribe historias africanas que como mucho son seguidas por unos 10.000 lectores en su país natal –los africanos no suelen leer mucha ficción- , cifra que se cuadriplica en la antigua metrópolis, en Portugal.  "Escribo para una entidad que es un poco fantasmagórica", asegura refiriéndose a sus lectores.

DEVORADORES DE HOMBRES

En  1992 publicó su primera novela, la celebrada 'Tierra sonámbula', escrita en un prodigioso y barroco portugués mezclado de expresiones autóctonas, sobre la interminable guerra civil mozambiqueña que integraba sus experiencias en el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo). Casi 25 años después, su prosa se ha atemperado. 'La confesión de la leona' (Alfaguara / Periscopi), una fábula que utiliza arquetipos como cazadores y leones devoradores de hombres, encierra en realidad una parábola contra  la opresión de la mujer. "Apenas hay escritoras en Mozambique. Esta es la primera vez que escribo a través de una narradora. Es una forma de devolver el favor que me hicieron de niño las mujeres que se reunían para lavar la ropa y contar historias. Yo vivía como embrujado por ellas, me escondía entre sus faldas y todavía hoy muchos años después sigo embrujado por sus voces", dice Couto. Además  bromea con la idea de que durante muchos años gracias a ese apelativo familiar que ha terminado siendo su nombre de pluma, Mia (en realidad se llama Antonio Emilio), durante años le confundieron con una mujer.

Couto comparte con García Márquez el convencimiento de que el dichoso realismo mágico

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(definición que le persigue) poco tiene de mágico y sí mucho de detallado naturalismo respecto de sus respectivos países.  "El realismo mágico es tan solo una etiqueta. No es una mirada externa. Es algo que se percibe en las historias que se cuentan, en la llamada literatura oral, que es la verdadera literatura africana. Pero no tiene nada de mágica, es algo más profundo y misterioso que todos los africanos comparten".

Respecto a esta idea cuenta una experiencia personal que está en el origen de esta novela. En sus prospecciones por el país –Couto trabaja como biólogo y es un encendido defensor de la naturaleza- tuvo que acampar en un lugar remoto del norte del país. Una noche le despertaron unos gritos con la noticia de que acaban de encontrar un cuerpo despedazado por las fieras. "Me encerré en mi tienda que no me ofrecía la menor protección y pensé que solo describiendo el temor que sentí entonces, escribiendo sobre esa experiencia iba a tener la protección que necesitaba. Ese sentimiento es muy africano. Contar historias nos ayuda a superar nuestros miedos".


CHIGOZIE OBIOMATragedia negra 

Con más de 250 lenguas tribales, Nigeria es también uno de los países africanos con un mayor índice de alfabetización, alrededor de un 70%. Cuenta,  además, con una pequeña élite con estudios superiores  y quizá, solo quizá,  esa sea una de las razones que explique su sustrato literario. De ahí procede el  único Nobel de Literatura africano de raza negra, Wole Soyinka y el patriarca Chinua Achebe. También ha eclosionado una nueva generación de jóvenes escritores como Chimamanda  Ngozie Adiche (imprescindible su conferencia del TED ‘Todos deberíamos ser feministas’ publicado recientemente en libro) o Chigozie Obioma. Obioma,  uno de los invitados (junto a Mia Couto) de los debates Making Africa que está organizando el CCCB. Obioma ha traído bajo el brazo ‘Los pescadores’ (Siruela / Quaderns Crema), su debut en la ficción, una excelente novela escrita en inglés (el idioma oficial del país, el que se utiliza para los actos más formales) en la que se entremezclan la tradición oral, las formas narrativas netamente anglosajonas y los aromas de la más clásica tragedia griega. Pero  no, pese a la lluvia de datos, Obioma no cree que exista en su país un "reservorio especial de talento".

El escritor nació en Akure (1986), en el sur del país. Su familia hablaba igbo (la misma cultura de Achebe) pero emigró  a esa zona donde la lengua de comunicación era el yoruba , así que se formó siendo trilingüe. Integrante de una pequeña  burguesía, formó parte de una familia de 12 hermanos que ahora le ha servido como modelo inspirador de su historia en la que cuatro hermanos se saltan la prohibición de ir al pescar al río, un lugar relacionado con una terrible profecía que lanzó un loco adivino. El libro formó parte de la última y más reducida selección de los nominados al Premio Man Booker .

 Obioma, que en la actualidad vive en Estados Unidos y enseña escritura creativa en la

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Universidad de Nebraska-Lincoln, tuvo el primer impulso literario que luego cristalizaría en la novela durante sus años universitarios en Chipre, alejado de su familia: "Me encontraba solo allí y de vez en cuando hablaba con mi padre por teléfono. Un día me dijo que dos de mis hermanos que por entonces rondarían los 30 años y que de niños no hacían más que pelearse habían acabado convirtiéndose en los mejores amigos del mundo. Eso me emocionó  y surgió el negativo de esa idea, la de una familia unida a la que una fuerza extraña y externa acaba destruyendo".

COMO ESTADOS UNIDOS

Defiende la occidentalización de su país que ya va para centenaria y hace equiparaciones que por de pronto podrían sorprender a más de uno. "Sí, fuimos un país colonial pero dejamos de serlo, exactamente igual que Canadá, Estados Unidos o Australia. Hay mucha gente en Occidente que todavía sigue creyendo que no llevamos ropa o que no utilizamos la rueda. Hoy nuestra cultura es híbrida y no estamos en absoluto fuera del mundo occidental. En mi tradición está la narración oral pero también, Cervantes", defiende orgullosamente, lo que no le impide ser crítico.  "Ser mujer por ejemplo, no es fácil en Nigeria. Allí ellas a nivel doméstico tienen un gran poder y pueden demostrar mucha fortaleza pero me temo que en relación al terreno social, todavía tienen que conseguir muchos derechos".

Hay otros aspectos más esenciales en la novela –la maldición del loco, por ejemplo- que también marcan una importante brecha y que, según Obioma, están inextricablemente unidas a creencias más profundamente africanas. "Allí la superstición forma parte de la vida. Yo nací poco después de que muriese un tío mío. Mi padre que es una persona de estudios está convencido de que yo soy su reencarnación". La pregunta es obligada. ¿Él lo cree también? "Pues yo no creo en eso, por supuesto, pero me resulta difícil pensar que los espíritus de los muertos no estén a nuestro alrededor. Y no estoy solo. Hay mucha gente en Estados Unidos y en Europa que también lo cree".


FISTON MWANZA MUJILALa desmesura del Congo 

Ciutat-País es una ciudad imaginaria, un emporio diamantífero gobernado por un líder rebelde, conectado solo por tren con el exterior. Un local nocturno, donde suenan el jazz y la rumba congoleña, el Tram 83, es el lugar de encuentro de vividores, militares corruptos, buscavidas y extranjeros de ocupación indefinida. El joven escritor congoleño, residente en Austria, Fiston Mwanza Mujila (Lubumbashi, 1981) ha dibujado en su primera novela, 'Tram 83' (editada solo en catalán, por Periscopi), una metáfora alucinada de su país, el Congo belga de los colonos, el Zaire del déspota Mobutu, la República Democrática del Congo de hoy.   

La base de Ciutat-País, explica Mwanza Mujila, es su ciudad natal de Lubumbashi, "pero también Mbuji Mayi, una ciudad minera, y Kinshasa, que es una ciudad-bar". Pero en general está inspirada en "los territorios indefinidos que están en manos de los rebeldes" aunque, advierte, cuando se piensa en el Congo se debe redefinir el término de rebelión: "Su objetivo no es tomar el poder central sino conquistar un territorio para explotar su riqueza minera".

El General Disidente de 'Tram 83' es un personaje arquetípico, el tirano, en su versión

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africana. Todo se va al garete cuando empieza a correrse la voz de las pequeñas dimensiones de sus órganos viriles: "Todos los líderes poscoloniales se llamaban a sí mismos padres de la nación. La masculinidad tiene un gran papel en la construcción de la imagen del poder: tener varias mujeres, poder mantener muchos hijos, tener una vida sexual exuberante, todo esto forma parte de su grandeza".

En la novela, un colectivo misterioso, los 'turistas', flota por Ciutat-País. "El Congo está lleno de gente de todo el mundo que viven como turistas y hacen negocio, gente de las ONG que te preguntas si vienen a ayudar a son empresas, artistas... al final no sabes qué hace quién", argumenta el escritor. Y es que el Congo, explica, es "una colonia moderna", que sigue siendo el "territorio de libre circulación" que definió la Conferencia de Berlín en 1885, "con multinacionales a las que les es más fácil negociar con los grupos rebeldes que con un Estado responsable".

IMAGEN FALSA

Sin embargo, advierte, "en Europa hay una imagen caótica y falsa del continente africano; hay más de 50 países y solo hay guerra en tres o cuatro, el fenómeno migratorio es minoritario pero parece que toda África esté marchando hacia Europa; los medios de comunicación destacan lo extraordinario, pero hay otras realidades, y mostrar esos otros aspectos puede ser una de las funciones de la literatura".

La música no solo está presente en el Tram 83. Las formas de la rumba y sobre todo del jazz inspiran el estilo literario de Fiston Mwanza Mujila, con imprevisaciones, solos, coros, variaciones... "De pequeño quería ser saxofonista. No había escuelas de música, ni saxos, pero al ir creciendo me dí cuenta de que la lengua también podía funcionar como una especie de saxo. El jazz es la música más adecuada para hablar del Congo, porque lo caracteriza la tendencia a la extravagancia y la desmesura", explica el autor. Aviso a los oídos poco entrenados: la escritura de este escritor congoleño es hard bop.