EL ANFITEATRO

El 'lied' del siglo XX llega a Vilabertran

Goerne y Connolly interpretan canciones de Hanns Eisler que son un cuadro musical de Edward Hopper

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Rosa Massagué

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Franz Schubert forma la espina dorsal de la Schubertiada de Vilabertran. No podía ser de otra manera si se trata de recrear con criterios de nuestro tiempo las veladas vienesas en las que el compositor y sus amigos mostraban mutuamente sus creaciones.

Han pasado 25 años desde que se inició este festival y en este cuarto de siglo la mirada se ha ido ampliando a otros compositores y a otros tiempos desde las primeras ediciones casi monográficas dedicadas a Schubert y el ‘lied’ romántico. La canción del siglo XX ha aparecido en pequeñas dosis. En estos años se han interpretado piezas de Dmitri Shostakóvich, Igor Stravinsky, Ottorino Respighi, Alban Berg, Witold Lutoslawski, Karl A. Hartman, Erich Wolfgang Korngold o Friedrich Cerha, entre otros, pero siempre han sido dosis homeopáticas.

En esta edición del 25º aniversario se han roto los diques schubertiano-románticos y el ‘lied’ del siglo XX ha hecho acto de presencia de una forma rotunda de la mano de dos grandes, de Matthias Goerne y de Sarah Connolly.

El barítono alemán, entre representación y representación de la ópera ‘Wozzeck’, de Berg, en Salzburgo, presentó en la canónica de Vilabertran un recital dedicado casi exclusivamente a Hanns Eisler (1898-1962), un compositor cuya vida permite trazar “un relato fidedigno de los vaivenes políticos, sociales y artísticos del convulso siglo XX”, como explica Antoni Colomer en el programa de mano.

Víctima del nazismo y de la 'cazade brujas'

Eisler perteneció estéticamente a la Segunda Escuela de Viena que encabezaba Arnold Schönberg. Pasó después a escribir música popular. Con el dramaturgo Bertold Brecht asumió los postulados del realismo socialista. La llegada de Hitler al poder le empujó al exilio, primero en la misma Europa para pasar después a Estados Unidos. Allí trabajó en los estudios cinematográficos de Hollywood, hasta que fue denunciado por su propia hermana durante la caza de brujas del ‘mccarthismo’ por comunista.

Deportado en 1948 a Alemania, se instaló en la República Democrática (RDA). Pese a componer su himno nacional, pronto tuvo graves desencuentros con las autoridades comunistas. Cayó en una profunda depresión de la que nunca se recuperó.

Durante su estancia en California escribió ‘Hollywooder Liederbuch’ (‘Cancionero de Hollywood’), un ciclo de canciones que reflejan la soledad y la melancolía de un exiliado en tierra extraña. Según Goerne, esta colección es “un ‘Winterreise’ del siglo XX”. Las letras de las canciones son de distintos autores, aunque en su mayoría las firma su amigo y también exiliado, el dramaturgo Bertolt Brecht. Estas son las que ofreció Goerne al público de la Schubertiada.

La única compañía del expatriado, una radio con la que escucha “los victoriosos anuncios” de sus enemigos, se convierte en el hilo conductor. Ya aparece en la primera canción, ‘Habitación de hotel 1942’. El aparato le ha acompañado en su huída procurando que no se rompieran sus válvulas viajando de la casa al barco, del barco al tren en un exilio insoportable como refleja la canción ‘Sobre el suicidio’.

En ‘Cinco elegías de Hollywood’, Eisler describe así aquel mundo de celuloide:

“Esta ciudad me ha enseñado / que paraíso e infierno pueden ser la misma ciudad. / Para los fracasados / el paraíso es el infierno”.

Con su música y sus palabras Eisler y Brecht reflejan lo que el pintor estadounidense Edward Hopper transmitía con sus cuadros, la soledad del individuo en un mundo contemporáneo escasamente amigo.  

Eisler es un compositor que ha acompañado a Goerne desde el principio de su carrera. El barítono estudió música en el conservatorio berlinés que lleva su nombre. En los años 90 grabó la ‘Sinfonía alemana’ del compositor, con textos de Brecht y de Ignazio Sillone, un autor italiano hoy casi olvidado, y también el ‘Cancionero de Hollywood’ que ahora ha ofrecido en Vilabertran en un programa en el que dedicó un pequeño espacio a canciones de Schumann y Wolf en torno a la soledad.

Exiliados en Estados Unidos

Si Goerne introdujo estas breves píldoras de ‘lied’ romántico, dos días después la mesosoprano Sarah Connolly prescindió por completo del siglo XIX y centró toda su actuación en el XX con una selección de obras de Richard Strauss (aun siendo finiseculares, su estética anuncia la modernidad), Alexander Zemlinsky, el propio Eisler, Korngold, Aaron Copland y Benjamin Britten.

Este programa también era una lección de historia que reflejaba los vaivenes políticos y artísticos de la primera mitad del siglo pasado. Zemlisnky (1871-1942) fue un representante de la Viena multicultural de inicios de siglo. Y también lo fue de una generación de artistas que vio cómo aquel mundo se desmoronaba después de la derrota en la primera guerra mundial y cómo lo que vino después, el nazismo, truncaba su vida y sus carreras.

En las ‘Seis canciones sobre poemas de Maurice Maeterlinck’, compuestas en 1910 y 1913, Zemlinsky suma dos mundos, el de la poesía tardo-romántica, pero sobre todo simbolista, del poeta belga, y el musical que está naciendo y que llevará al dodecafonismo de su cuñado y alumno, Schönberg, con quien compartiría exilio en EEUU.

El nazismo también llevó al exilio a Korngold (1897-1957) quien encontró su hueco en Hollywood firmando bandas sonoras de una gran riqueza musical. Al igual que ocurrió con Zemlinsky, su música fue doblemente olvidada. Primero fue ignorada y prohibida por el nazismo. Después de la segunda guerra mundial lo fue por la tendencia dominante del serialismo que despreciaba todo cuanto oliera a música tonal.

De aquella guerra surgió una de las dos grandes potencias del siglo XX, EEUU. Si un músico supo reflejar la cultura y la viveza de aquel país, este fue Copland (1900-1990), nacido en Brooklyn, en el seno de una familia ruso-judía. Fue uno de los músicos estadounidenses que apoyó a Eisler cuando fue perseguido por el ‘maccarthismo’ organizando conciertos para recoger dinero destinado a su defensa.

En ‘Doce poemas de Emily Dickinson’, obra de la que Connolly interpretó una selección, Copland enlaza el presente de un país joven en los años 50 en que compuso el ciclo con la tradición poética del siglo XIX representada por aquella autora.

En este gran fresco del ‘lied’ del siglo XX presentado por la cantante británica no podía faltar Benjamin Britten, uno de los más grandes compositores de aquel siglo y prolífico autor de canciones. Connolly interpretó ‘A Charm of Lullabies’ (‘El encanto de las canciones de cuna’), una obra que refleja la pérdida de la inocencia de un mundo que acababa de salir de un conflicto devastador. Son canciones de cuna, sí, pero detrás de la aparente bondad aparecen la tiranía infantil, un hogar roto, y en la última, la frialdad de una madre incapaz de dormir al niño.

Ni llegado el momento de los reclamados bises por su excelente actuación, la mesosoprano se movió del siglo XX al ofrecer dos canciones, dos ‘mélodies’, de Francis Poulenc del ciclo ‘Banalités’.

El ‘lied’ no acaba en Schubert, Schumann o Wolf. Queda un largo trecho por recorrer y la Schubertiada de Vilabertran, cuando celebra sus 25 años de existencia, ha desbrozado el camino.

Matthias Goerne actuó el 22 de agosto, y Sarah Connolly, el 24.