PENSAMIENTO

Deprisa, deprisa

La aceleración de la vida cotidiana es el signo de nuestro tiempo, diversos pensadores han aportado su mirada a ese debate

Una muestra de nuestro estrés cotidiano en un centro comercial.

Una muestra de nuestro estrés cotidiano en un centro comercial. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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El diagnóstico de nuestra era es claro. Vamos demasiado rápido. Ansiosos, con jornadas de trabajo inacabables (en esto en España nos llevamos la palma), pendientes permanentemente del móvil y los mails, leyendo información que nos impacta con fuerza pero se disuelve como azucarillo a los pocos minutos. ¿Hasta qué límite seremos capaces de aguantar, a base de estimulantes y de su contrapartida, los tranquilizantes? Muchos pensadores que se dedican a analizar el fenómeno de la aceleración que posiblemente sea nuestro signo de los tiempos lo advierten: la velocidad es el enemigo de la atención y quizá el principal culpable sea internet. Nicholas Carr lo puso sobre la mesa en 'Superficiales' (polémico ensayo que tendrá una próxima reedición a finales de este mes) y más tarde en 'Atrapados', que advierte del peligro de que las máquinas marquen nuestro día a día y nos lleven a un umbral posthumano. ¿Está la tecnología a nuestro servicio o más bien somos nosotros sus esclavos?

De ahí que impere la idea concentrada, la que puede resumirse en 140 caracteres. Pero ¿se le puede llamar realmente idea, o se trata más bien de un eslogan comercial? Para muchos, el impacto repentino está ganando la batalla al pensamiento elaborado y sofisticado, el que requiere que los conceptos reposen, se contrasten y adquieran profundidad. El fallecido, y llorado, Zigmunt Bauman lo resumía así: “Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar”. Ergo, velocidad y fragmentación provocan, según el pensador polaco, transformaciones en la manera en la que nos relacionamos “con el conocimiento, el trabajo y el estilo de vida”. El conocimiento implica lentitud.

MOVIMIENTO 'SLOW'

Hace una década, cuando internet todavía no se había erigido como el gran vehículo que, entre otras muchas cosas, marca la velocidad de nuestro tiempo, el periodista económico, canadiense residente en Londres, Carl Honoré dio la voz de alarma en un libro, 'Elogio de la lentitud', que devino (¡rápidamente!) 'best seller' y generó el movimiento 'Slow'  que se multiplicó a través de marcas y asociaciones, el popular 'Slow food' entre otros. El concepto no era del todo nuevo, nacía de la intención de encontrar el antídoto para lo que el médico y gurú norteamericano Larry Dossey ya en 1982 denominó como "la enfermedad del tiempo" (lo que conocemos vulgarmente como estrés). La práctica del movimiento 'Slow' procedía directamente de la espiritualidad 'New Age' y de la amplia popularización de prácticas como el yoga o la meditación.

El pensar lentamente sobre la velocidad de nuestro mundo está en la base de buena parte de los libros de pensamiento actual desde Jean Baudrillard hasta Zlavoj Zizek. Aunque se trate de una novela, el siempre reflexivo Milan Kundera ha ahondado en el tema, asegurando en su ficción ‘La lentitud’ que “existe un vínculo secreto entre la lentitud y el recuerdo y entre la velocidad y el olvido”, de ahí que la lentitud parezca hoy un requisito fundamental de una literatura, hoy más alimentada por el recuerdo y la autoficción que nunca, aunque solo se tenga tiempo para el fragmento y la pieza breve. Buena parte del éxito en el consumo de las series televisivas procede de su duración, considerablemente más breve que el de un largometraje.

CONTRA EL MUNDANAL RUIDO

En el debate sobre la aceleración no hay que olvidar el trabajo del sociólogo Pierre Sansot y su libro 'Del buen uso de la lentitud', una obra provocadora que agotó varias ediciones en Francia y pasó por aquí editada por Tusquets con escasa repercusión, aunque es una pequeña joya. Su tesis, una aproximación a los pequeños placeres centrada en la idea (a lo Goethe) de que debemos aprovechar el instante. Recientemente también ha aparecido 'Alabanza de la lentitud' del italiano Lamberto Maffei (Alianza), un veterano neurocientífico ilustrado que explica de qué manera la bulimia consumista de información está alterando nuestra forma de comprender el mundo. Y en lo que respecto a pensamiento de proximidad no hay que olvidar la colección de ensayos 'Pensar y no caer' de Ramón Andres (Acantilado) partidario de reflexionar sobre el mundanal ruido desde una posición excéntrica.

Ni siquiera el Papa Francisco se ha mantenido al margen del debate. En su última encíclica 'Laudatio si' advertía de la intensificación de ritmos de vida y de trabajo: “El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida”.