Una prueba de resistencia en la Berlinale

'A Lullaby to the Sorrowful Mistery' dura 486 minutos. Más de ocho horas. Es la única película presentada ayer a concurso en la Berlinale; no había tiempo para más. Su proyección, en dos partes separadas por un respiro, empezó a las 9:30 y acabó a las 18:30. A causa de ella, por primera vez en su historia el certamen celebró una alfombra roja justo después del desayuno. Su mera presencia en la competición casi le garantiza un lugar en el palmarés, y no solo porque su director, el filipino Lav Diaz, es casi un dios entre la cinefilia. Incluso sin entrar en criterios artísticos, para ignorar una película monumental por definición como esta el jurado tendría que dar demasiadas explicaciones. Algunos lo llamarían chantaje.

No sería justo emitir juicios sin haberla visto entera. Entre la prensa casi nadie pudo hacerlo, no por un problema de aguante sino sobre todo por uno de agenda. Posee planos increíblemente bellos, pero algunos de ellos duran 15 minutos y, dirán algunos, en ese tiempo la última entrega de 'Mad Max' incluye 250 planos, todos ellos bellísimos. En otras palabras, hay que tener una buena justificación para exigirle al público tanto tiempo y aquí Diaz no parece ofrecerla, en buena medida porque su mirada al proceso de independencia de Filipinas resultará del todo impenetrable para quien no posea un sólido conocimiento previo del asunto. Por tanto, al rato de verla uno inevitablemente pierde el foco y piensa en si tendrá tiempo para comer, o en si finalmente Ciudadanos pactará con el PSOE. Pero seguro que a Meryl Streep, presidenta del jurado, ayer la tenía consternada otra cosa: pensó que invitándola a presidir el jurado el festival la estaba honrando y, en lugar de eso, la han sometido a una prueba de resistencia.