LLEGA AL LLIURE UNA ACLAMADA PRODUCCIÓN DE LA COMPAÑÍA KAMIKAZE

Las verdades de Molière

Miguel del Arco lleva a los personajes de 'Misántropo' a una fiesta pija

Israel Elejalde (Alcestes), en el centro con gafas, y el resto del reparto de 'Misántropo'.

Israel Elejalde (Alcestes), en el centro con gafas, y el resto del reparto de 'Misántropo'.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Miguel del Arco, uno de los directores más reconidos de la escena española, le ha dado un buen meneo contemporáneo al Misántropo de Molière. Se ha llevado a Alcestes, el héroe que busca vivir siempre en la verdad, defendiéndola por encima de todo y de todos, a una discoteca. A una fiesta pija, una gala benéfica, en la que los demás bailan con máscaras. Enfrentado a la hipocresía que mueve el mundo, el  protagonista acabará apeándose de él. Tras su paso triunfal por Madrid y otras ciudades, el premiado Misántropo de la compañía Kamikaze se instala hasta el 7 de diciembre en el Teatre Lliure de Montjuïc, con Israel Elejalde al frente del reparto.

«En este tiempo de mentiras y corruptelas, Molière lo clava. Son necesarios personajes como Alcestes», declara el director de La violación de Lucrecia o la versión de Un enemigo del pueblo estrenada la pasada temporada en el Lliure, adonde volverá la próxima primavera. Dice que con el Misántropo se sintió atrapado por el «dolor brutal de un hombre que pone en peligro hasta su integridad» para defender la verdad. No se acomoda en la ficción imperante. Quiere ser sincero y que los demás también lo sean. Lucha utópica. «Degraciadamente, nadie es como Alcestes. Todos pactamos con la gente de nuestro alrededor: la pareja, los amigos, los jefes... No puedes decir todas las verdades porque incomodan», argumenta.

Nos hemos acostumbrado a una sociedad hipócrita, a «una podredumbre moral», tercia Elejalde, que enfatiza las dificultades de encajar las verdades en un orden regido «por el manual de la buena conducta». A su juicio, el texto es un «canto a lo mejor del ser humano» que nos debe servir de espejo. «Alcestes es un optimista utópico que busca la pureza absoluta y acaba apartándose de todo porque es la única manera de mantenerse puro». Pero también hay tremendas contradicciones en el personaje, aclara. Se enamora de una mujer, Celimea (Bárbara Lennie), que representa «todo lo que él lucha por cambiar».

CALLEJÓN DE LAS VANIDADES / La acción se sitúa en un callejón donde los personajes salen a fumar y drogarse. «Se escapan de la fiesta porque se ahogan, como en la sociedad, pero todos vuelven a ella menos Alcestes», cuenta el director, que firma una adaptación en la que ha sustituido el verso original por una elaborada prosa.

Del Arco defiende a un protagonista que acaba radicalizándose, «incapaz de encontrar el término medio que le deje vivir» y compara la etiqueta de fanático que le pueden colgar con la que pesa hoy sobre el líder de Podemos, Pablo Iglesias. «Tildan de fanático a cualquiera que quiera romper con los cánones establecidos y diga: ¡hasta aquí hemos llegado!», subraya el creador madrileño, que en su próximo trabajo, el proyecto Teatro de la Ciudad surgido de un taller compartido con Andrés Lima y Alfredo Sanzol, dirigirá a Carmen Machi en Antígona.