entrevista con la actriz

Laia Marull: «Lo que no me da el cine me lo da el teatro, y al revés»

Estrena 'Hedda Gabler' en el Lliure de Gràcia

Laia Marull, fotografiada esta semana en el Teatre Lliure de Gràcia.

Laia Marull, fotografiada esta semana en el Teatre Lliure de Gràcia.

   JOSÉ CARLOS SORRIBES / Barcelona

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La ilusión no puede ser la misma que hace casi 20 años, pero a Laia Marull le brillan los ojos cuando habla de su regreso al teatro en Barcelona, y al Lliure además. En 1993 vivió su bautizo escénico como «la niña» deRoberto Zucco,el texto de Koltés que tuvo un recordado montaje de Lluís Pasqual. El día que entró en la sala de Gràcia para ensayar hizo el mismo camino que cuando fue a buscar los papeles para la prueba delZucco. Pero ahora ya no encarnará a una niña sino a un personaje capital de la escena enHedda Gabler,la obra de Henrik Ibsen de finales del XIX. Marull es una mujer atrapada en una telaraña vital que la lleva a la autodestrucción.

-Dijo el día de la presentación que Hedda está como «una puta cabra».

-Es una mujer que no está en su piel por presión social y por ella misma. En nuestra adaptación miramos más a esa parte. Ha decidido vivir una vida que no le cuadra, que no le va con su manera de ser. Es un personaje trágico, con un peso encima, que se equivoca, manipulador, pero es también víctima de sí misma.

-¿Dónde encontramos a alguien como ella en el siglo XXI?

-Creo que en cualquiera que se obliga a llevar una vida que no es la suya. Le ocurre a mucha gente, por ejemplo casándose porque ha de hacerlo. Hay otro componente en la obra de Ibsen más propio de su época, pero que aún sigue vigente. Hedda es muy hombre y le toca llevar una vida de casada, sin nada más que intentar entretenerse.

-¿Muy hombre? ¿Qué quiere decir?

-Lo es en su tiempo, en el sentido de intentar decidir por ella misma, como también lo son las mujeres de hoy. Queremos decidir y dedicarnos a lo que nos interesa, y no estar supeditadas a casarnos y tener hijos. Han cambiado muchas cosas afortunadamente, pero nuestra sociedad esta aún teñida de esos comportamientos.

-¿Su vínculo con Pasqual puede llevar a la idea de que el papel fue una propuesta suya?

-No. Había actuado con David Selvas enEl polígrafo, de Robert Lepage, y somos amigos desde entonces. Y desde que David empezó a hacer sus pinitos como director siempre hemos querido hacer algo juntos.

-Lleva tiempo sin actuar en Barcelona y su regreso ha despertado expectación en el mundillo.

-En temporada sí, pero hace dos años hice una Antígona en el Grec. Sí, me hace mucha ilusión. Llevo muchos años de profesión y hago teatro a cuentagotas.

-Entre el cine y la televisión mucha gente igual no sabe de sus inicios teatrales.

-Sí. Pero me da la sensación de que me quieren etiquetar. Que si comencé en Estació d'enllaço que yo te descubrí haciendo Fugitivas...Es la vida la que te lleva de un sitio a otro. Sí que empecé con elZuccoy enseguida con las reposiciones deUn dels últims vespres de carnaval en Roma y París. El teatro tiene un punto muy sacrificado, pero es un lugar donde me gusta mucho actuar.

-¿Tanto como en el cine?

-Lo combino y ojalá pueda seguir haciéndolo. Lo que no me da el cine me lo da el teatro y al revés. Tengo la suerte de que no sé donde poner la etiqueta. Desde siempre he combinado las dos cosas.

-¿Y qué ha experimentado en su vuelta al Lliure?

-Hombre, cagalera... Pero también mucha ilusión y ganas. Son dos sentimientos encontrados. Cuando te ofrecen una de estas animaladas te da un subidón. Sientes que tienes entre manos algo grande y al mismo tiempo te cagas viva.