CRÓNICA

Lágrimas tucumanas

Maratoniano concierto de Diego El Cigala en el Grec

Diego El Cigala, el pasado miércoles en el Teatre Grec.

Diego El Cigala, el pasado miércoles en el Teatre Grec.

LUIS TROQUEL
BARCELONA

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Donde dije Bebo, digo Diego. Y no solo Diego El Cigala. También Diego García.ElTwanguero, que también le llaman. Su guitarra eléctrica de arcaicas resonancias (como nuevo aliado) es probablemente lo mejor que le ha pasado a tan carismático cantaor desde su ya histórica colaboración con Bebo Valdés. Juntos han conseguido convertir lo que inicialmente parecía una mera continuación de su disco de tangos en una reinvención en toda regla.

Romance de la luna tucumanase titula, y lo presentó el pasado miércoles ante un abarrotado Teatre Grec. Noche sin luna, por cierto. Y con lluvia. Durante la primera mitad del concierto los cinco músicos que le acompañaban tuvieron que tocar bajo grandes sombrillas para no hacer agua. Pero sí huboLuna tucumana. De principio a fin. Abrió con sus 11 piezas en idéntico orden, en las que además de tangos clásicos se atreve con géneros argentinos más cercanos, en su esencia popular, al flamenco: milongas, zambas, chacareras... No en vano, en el ya lejano año 2000, El Cigala salía deundergroundgracias a unaVidalita de su segundo disco.

GUITARRA 'TWANGUERA' / Fue como dos conciertos en uno. Y enteritos; ya que la actuación sobrepasó las dos horas y tres cuartos. Si Diego El Cigala siempre ha parecido un personaje del imaginario poético de Nick Cave, la sinuosa guitarra de Diego García (coprotagonista durante toda esta primera parte), le convierte en candidato ideal para actuar en la próxima edición del Primavera Sound.

Tras el nuevo repertorio, el piano siempre magnífico de Jumitus tomó el timón sin abandonar Argentina, con cuatro canciones seguidas del discoCigala&Tango; del que más adelante (entre boleros) rescataría aún otra en emocionante homenaje al tan llorado Bebo Valdés. Lágrimas tucumanas y porteñas. Y tantas estampas bonaerenses que a momentos El Cigala recordaba a aquel Rodolfo Langostino del anuncio.

Con su sempiternolooktrajeado, se alisaba de vez en cuando el pelo derramando en los dedos unas gotas de un botellín de agua. O de un lingotazo. Antólogico el bis en que salía al escenario, nuevo lingotazo en mano, mientras el grupo cantaba aquello de «Como elaguaaá, como elaguaaá». Tangos (esta vez flamencos) que serían la única pieza jonda, aunque no el único momento; pues El Cigala, cante lo que cante, lo hace siempre como cantaor, no cantante.