CRÓNICA

Kiko Veneno, genio obrero

El cantante fundió exploración y fiesta en el Grec

Kiko Veneno, la noche del miércoles, en el Teatre Grec.

Kiko Veneno, la noche del miércoles, en el Teatre Grec.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Monos de trabajo manchados de pintura y un cancionero de estreno lleno de sutiles perversiones sonoras y de mensajes ácidos vertidos entre líneas. Fue un pletórico Kiko Veneno, el que, el miércoles en el Teatre Grec (cierre del festival), presumió de cosecha reciente,Sensación térmica, que interpretó íntegramente en un recital prolongado hasta las dos horas y 20 minutos.

Un Veneno bien acompañado (seis músicos, entre ellos el guitarrista Diego Pozo, de Los Delinqüentes, y el trompetista David Pastor) demostró que la canción protesta no tiene porqué expresarse con los dientes apretados: ahí estuvo la jarana cáustica deBabú, Mala suerte(«hay niños que trabajan doce horas... / y a eso le llaman libre comercio) ySabes o no. Fundiendo con alegría rimas deslenguadas (un tanto chirriantes enNo cal patir: «No hay polos en Polonia / ni flores en Florencia») con agudas soluciones instrumentales, tan sofisticadas como abiertas a la distorsión. Con Raül Fernández, Refree, inyectando guitarras en tres canciones.

En la segunda mitad, la rumba tomó el poder conMemphis blues(su versión de Dylan) y unEcho de menosque hizo bajar al público (ay, poco más de media entrada) hasta la orilla del escenario. CayeronEn un Mercedes blanco,Satisfacción yDice la gente, y un centenar de fans acabaron bailandoVolando voyjunto a su autor. De la experimentación a la fiesta.