RECITAL DE UNA ESTRELLA DE HOLLYWOOD

Kevin Costner, el rockero

El actor defendió su faceta de cantante en un concierto de tonos eléctricos en Pedralbes

Complicidad 8Kevin Costner, durante su concierto de anoche en Barcelona.

Complicidad 8Kevin Costner, durante su concierto de anoche en Barcelona.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Si, hace cuatro años en el Palau, la actuación de Kevin Costner comenzó con una proyección de imágenes épicas de su historial cinematográfico, anoche se sacó de encima toda pompa y entró en escena sin mayores preámbulos. Como un cantante normal, pues, aunque no lo sea. Con su aspecto de norteamericano medio, con sus vaqueros y su banda de rock tradicionalista.

Costner revolucionó a la clientela femenina, todo hay que decirlo, y su recital en el Festival de Pedralbes fue un ir y venir de fans fotografiándole desde todos los ángulos y rincones. Las recompensó con todo su repertorio de sonrisas y varios momentos de confesión con aspecto sincero, como cuando recordó que su padre frunció el ceño al comunicarle que se dedicaría al cine. Años después, volvió a mostrarse contrariado cuando le anunció que deseaba producir películas. «Por eso, cuando me lancé a la música, mi padre fue la última persona a la que consulté», bromeó.

Toque 'roots'

Una ruda guitarra eléctrica anunció el inicio del concierto con Red river, pieza del segundo de sus cuatro discos, Turn it on, con un tacto rockero matizado por el contraste roots del violinista. La voz de Costner no resulta muy imperativa, pero aguantó el rol protagonista con la ayuda coral constante de un par de los miembros del grupo, Modern West.

Consciente del perfil de la audiencia, buscó la complicidad de la clientela masculina. «Lo entiendo. Estás con tu chica y te dice: '¡Hoy vamos a un concierto de Kevin Costner!'. Sí, quizá algunos novios estén un poco confundidos esta noche», ironizó. Pero quizá estos no lo pasaron tan mal. Las canciones de Costner, como Ashes turn to stone90 Miles an hour y Turn it on, sonaron a rock americano de fuentes clásicas, no lejos de un John Mellencamp, con un poco de literatura fronteriza en Down in Nogales. Las introdujo con comentarios que mezclaban la observación costumbrista con la confidencia autobiográfica. Aconsejó no decirle a la gente «lo que tiene que hacer en la vida», reflexionó sobre lo difícil que es, apuntó, complacer a las mujeres, y alertó de que América no siempre es la tierra prometida en la que, con esfuerzo, se triunfe automáticamente. De eso va, dijo, 500 Nations, una canción inspirada en el viaje de sus ancestros alemanes.

Al final, las confesiones remitieron y ganó cuerpo un rock más expeditivo con Cleo at the wheel, Hey man y Mr. Tambourine man, de Dylan. Casi, como un rockero veterano recreando sus éxitos.