Ken Loach: «Estoy harto de oír que no hay esperanza»

El director estrena 'Jimmy's Hall', sobre la historia del lider comunista irlandés James Gralton

El director de cine Ken Loach, durante el rodaje de 'Jimmy's Hall'.

El director de cine Ken Loach, durante el rodaje de 'Jimmy's Hall'.

NANDO SALVÀ

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Ken Loach tiene 78 años pero la edad no ha atenuado un ápice su radical idealismo de izquierdas, y así lo deja claro su más reciente película. Desde el pasado viernes en la cartelera, Jimmy's Hall se sirve de la historia de James Gralton -líder comunista irlandés durante los años 30 del siglo pasado- para meditar sobre las divisiones internas que sufrió Irlanda después de su guerra civil, y sobre la frustración y la rabia sentidas por una joven generación progresista al darse cuenta de que sus nuevos líderes políticos podían ser tan reaccionarios como los británicos.

-Por el terreno temático que explora, Jimmy's Hall es similar a El viento que agita la cebada, la película por la que obtuvo la Palma de Oro en Cannes en 2006. ¿La ha concebido como una pieza complementaria?

-En realidad, no. El viento que agita la cebada era muy grande y épica, y Jimmy's Hall es mucho más íntima y concisa. Esta vez me ha interesado más fijarme menos en el IRA y más en cómo la gente desafió el poder de la Iglesia y los terratenientes. Quería mostrar cómo los políticos que debían ser radicales se dedicaron a ponerse al servicio a la Iglesia, de manera que el poder ejercido por ésta en connivencia con el Estado llegó a ser extremadamente opresivo. La religión fue usada como una forma de controlar las ideas, y eso es algo que todavía ocurre en muchos países.

-¿En qué otros aspectos cree usted que la vida de Jimmy Gralton es relevante en la actualidad?

-Muchos países europeos están atrapados por las garras del neoliberalismo y, si estuviera vivo hoy, Jimmy sin duda lucharía contra los grandes poderes fácticos, las multinacionales que lo controlan prácticamente todo. Estoy convencido que es ahí donde la lucha debe tener lugar.

-Su película defiende la unidad, la comunidad y la solidaridad. Sin embargo, ¿cree que eso es posible en 2014? Una de las grandes armas del capitalismo es su capacidad para evitar la unión de los trabajadores.

-Realmente creo que es posible encontrar solidaridad en cualquier esquina, ya sea para ayudar en un hospital o para evitar la demolición de una biblioteca. Está en todas partes porque forma parte del instinto humano. Incluso si implica un esfuerzo enorme, siempre habrá gente que trate de organizarse y debatir para encontrar la manera de desafiar a los grandes poderes.

-En su opinión, ¿qué papel juega la tecnología en ese sentido? Se supone que las redes sociales sirven para unirnos, pero por otro lado han exacerbado el culto al yo.

-No sé. Margaret Thatcher dijo que eso que llamamos sociedad no existe, que solo existen los individuos. Y sí, en cierto modo esta era tecnológica es la era del individualismo. Pero, como acabo de decir, somos animales sociales, e internet también puede ayudarnos a compartir ideas e información. ¿Cómo lograr que eso cristalice en un movimiento, o en un programa político? Eso es lo realmente difícil.

-¿No le enfurece que, incluso después de la gran crisis financiera que hemos estado viviendo en todo el mundo, la distancia entre los que tienen y los que no tienen sea más grande que nunca, y las políticas neoliberales se vuelven más difíciles?

-Es muy frustrante. Como ya he dicho, los neoliberales tienen a Europa agarrada por los testículos, así que el poder de las grandes corporaciones será cada vez más fuerte. La izquierda tiene que ser internacional para luchar contra eso, de la misma manera el capitalismo es internacional. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo construimos eso? No lo sé. Ahora mismo está pasando lo mismo que pasó después del crack de 1929 con las políticas económicas de los años 30. Las cosas solo cambiaron con la guerra. La gente fue a la guerra, y tuvieron que depender realmente unos de otros, y se creó una enorme solidaridad.

-¿Está diciendo que lo que necesitamos es una guerra?

-Tal vez. Pero una guerra hoy sería muy distinta. Nos destruirían con aviones no tripulados.

-Usted ha sido un izquierdista radical toda su vida, y a lo largo de su carrera seguro que tuvo varias oportunidades de ganar mucho dinero. ¿Alguna vez se sintió tentado?

-No, nunca. Las personas se sienten tentadas cuando pierden el contacto con quienes están involucrados en la lucha. Si no participas nunca llegas a nutrirte de las personas que sí lo hacen. Y yo trato de mantener el contacto con las personas y con sus luchas. Implicarme con los trabajadores me provoca una gran alegría. Son personas mucho mejores. Constantemente me encuentro con seres humanos que se preocupan por los demás. Estoy harto de leer los periódicos y escuchar la BBC y comprobar que siguen diciendo que no hay esperanza. Tonterías.

-Señor Loach, ¿será Jimmy's Hall el último largometraje que dirigirá, como usted mismo sugirió hace algún tiempo?

- No lo sé, la verdad. Para hacer películas se necesita una gran resistencia física, y déjeme usted recordarle que yo ya tengo casi 80 años. Sé que Jimmy's Hall puede parecer una película pequeña, pero rodarla fue muy duro. Me supuso un enorme derroche de energía durante nueve meses. Acabé exhausto. No sé qué va a pasar a partir de ahora. Tengo que pensarlo.

-¿Cuánto diría usted que ha cambiado como cineasta desde que rodó Poor Cow (1967)?

-No lo sé, sinceramente. Lo que le puedo decir es que con el tiempo tratas de refinarte como contador de historias. Por un lado, es posible que con el paso de los años ganes inteligencia, pero, por otro lado, a medida que envejeces pierdes fuerza y frescura. No corres tan rápido. Pero todavía estoy dispuesto a sudar cuanto sea necesario.