ESTRENOS DE LA SEMANA

'Detroit', memoria de una rebelión

Kathryn Bigelow consolida con su nueva película el tránsito de la acción ambiciosa a un tenso periodismo cinematográfico

Juan Manuel Freire / Barcelona

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El 26 de julio de 1967, tres jóvenes de raza negra fueron ejecutados en un motel de Detroit durante los disturbios raciales –también conocidos como 'la rebelión'– que sacudieron la ciudad como respuesta a décadas de discriminación laboral, segregación espacial y brutalidad policial. Otras nueve personas, siete hombres negros y dos mujeres blancas, salieron del Algiers Motel con golpes y cicatrices. Los miembros de la policía de Detroit y la Guardia Nacional implicados en el incidente, que había comenzado como un interrogatorio por la supuesta presencia de un francotirador en la zona, no recibieron castigo por parte de la justicia.

Es una historia no demasiado conocida, algo que el estreno de 'Detroit' debería arreglar. Su directora, Kathryn Bigelow, supo del incidente dos semanas después de la absolución del policía de Ferguson acusado de la muerte de Michael Brown, eco triste de aquella noche de 1967. Se la contó el guionista Mark Boal, con quien había trabajado en otras películas nutridas por las tensiones políticas como 'En tierra hostil' y 'La noche más oscura'.

Con la primera de ellas, Bigelow hizo historia al convertirse en la primera mujer en ganar el Oscar a la mejor dirección; pasando por encima, apunte rosa, de su exmarido James Cameron, nominado por 'Avatar'. Para los fans del cine de género, sea como sea, esta californiana ya había hecho historia en muchas otras ocasiones.

Empujando el género

Kathryn Bigelow iba para pintora, como su padre, que al final tuvo que conformarse con llevar una fábrica de pintura. De adolescente seleccionaba detalles de obras de viejos maestros para después ampliarlos en lienzos enormes, y tras estudiar con Susan Sontag y Richard Serra, se interesó por el arte conceptual. Pero el medio artístico le parecía estrecho desde un punto de vista político: ella quería llegar a más gente. 

En parte por sugerencia de su colega Andy Warhol, Bigelow concentró sus fuerzas en un arte popular como el cine. Envió un boceto de su corto 'The set-up' a la escuela de cine de la Universidad de Columbia, donde por entonces daba clase Milos Forman, que vio la pieza y le ofreció una beca.

Su primer largo, 'The loveless', codirigido por Monty Montgomery, era una evocadora 'road-movie' con banda de moteros al frente. Primera muestra del interés de Bigelow por las comunidades subterráneas. Pero su verdadera revelación llegó con 'Los viajeros de la noche', un cruce de wéstern y cine de vampiros que ganó categoría de 'cult movie'. Entre sus muchos fans estuvo Oliver Stone, quien produjo 'Acero azul', un thriller obsesivo y complejo sobre el fetichismo por las armas, esto último explicado soberbiamente en unos créditos iniciales que sacaban sensualidad a los engranajes de una Smith & Wesson.

Con 'Le llaman Bodhi', Bigelow llevó su personal visión del cine de género al meollo puro de Hollywood. Este clásico moderno de la acción representa el súmmum de las ambiciones originales de su directora: la vemos aquí sublimando placeres epidérmicos (hizo desarrollar una Steadicam especialmente ligera para rodar una famosa persecución) a la vez que desafiando cánones morales y de género.

La fase docuficcional

Tras el injusto fracaso de 'Días extraños', ciencia ficción distópica sobre un casco que permite experimentar sensaciones ajenas, Bigelow encaró una larga travesía por el casi desierto. La olvidable 'El peso del agua' y la más poderosa 'K-19: The widowmaker' dieron de bruces con la indiferencia generalizada. Su estrella parecía apagarse sin remedio.

Casi nadie esperaba su resurrección con 'En tierra hostil', inicio de una nueva fase marcada por las tramas arraigadas en la realidad. Libremente, dirán algunos: en la cinematográficamente intachable 'La noche más oscura', Bigelow y su guionista Boal apuntaban a una correlación directa, al parecer demasiado simple, entre la tortura de un detenido por parte de la CIA y la localización del correo de Bin Laden.

Prisionera habitual de la controversia, Bigelow ha recibido ahora críticas quizá injustas por filmar un trauma negro como el del Algiers con su mirada blanca. Ella ha contestado así a las críticas en 'The Guardian': "Más importante que si soy o no la persona correcta para contar la historia es que esta historia se cuente".