CHUTE DRAMATÚRGICO

Juan Villoro reta y Mario Gas cumple

El actor supera el duelo memorístico lanzado por el escritor en la obra 'El filósofo declara'

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IOSU DE LA TORRE / BARCELONA

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Solo un cráneo privilegiado como el de Mario Gas está programado para resistir un chute de Juan Villoro. Las más de 400 páginas de la obra 'El filósofo declara' (Teatro Romea, Barcelona, hasta el 11 de diciembre) caben de un tirón en el disco duro del actor enorme.

Cuatrocientas páginas de Villoro en estado puro, con magistrales, a la par que complicados, diálogos que brotan de una muñeca prodigiosa en el salto  del drama a la comedia en un chasquido.

De la tensión a la carcajada. La confusión de los primeros minutos ("adónde me han traído", se pregunta el espectador revuelto en la butaca) desaparece en cuanto se percata del guiño.

La etiqueta valleinclanesca (el cráneo privilegiado tan celebrado en aquel 'Luces de bohemia' que interpretamos los de primero de BUP en el pamplonés instituto Ermitagaña) para referirnos al cerebro de Mario Gas viene a cuento. Sobre todo, cuando un amigo de la broma seca descubre que Alfredo Alcón, el actor argentino que protagonizó la versión porteña de 'El filósofo declara', falleció meses después. Alcón, pese a ser un referente irrepetible en la interpretación, no resisitió tamaño reto memoristico.

LA FORTALEZA DE MARIO GAS

Sirva esta ligera dosis de humor negro, inoculada-escuchada la noche del estreno barcelonés, para conjurar toda la buena suerte que se le desea al actor y director catalán. La fortaleza de Gas supera el maratón cada noche. Todas las actuaciones están siendo recompensadas con prolongados aplausos.

Para él, para sus brillantes compañeros de cartel: Rosa Renom, Ricardo Moya, Meritxell Calvo y Jordi Andújar, el director Antonio Castro, mexicano, como Villoro, al que observamos desde la platea, la noche del viernes pasado, midiendo desde un palquito el ritmo de la obra, acercándola a Barcelona, dejando atrás los acentos, lo usos, de Ciudad de México y Buenos Aires.

'El filósofo declara' está sumando sonoras buenas críticas. Al advertr de que nos encaramos a Juan Villoro en estado puro subrayo un estilo intransferible, que hemos disfrutado en ensayos, crónicas y novelas, en el domnio de los aforismos, en la pugna del lenguaje reflexivo y su opuesto. Un párrafo de Villoro es una novela. Ojalá sumergido para siempre en la dramaturgia, encontramos a un maestro que enfrenta emociones, que derrota la teoría de que nadie es capaz de escribir igual que habla.

El hijo del filósofo y la psicoanalista se supera en esta sátira sobre una élite intelectual en decadencia desde el útero. Un western filosófico, aclara Antonio Castro. Dos pensadores que disparan palabras bala y una mujer abeja que les sobrevuela.

No lo duden. Vayan a disfrutarla. Hasta el 11 de diciembre, en el Teatro Romea.

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