La biografía del novelista

Juan Marsé, una vida

'Mientras llega la felicidad', biografía del escritor barcelonés escrita por Josep Maria Cuenca, además de ser un retrato generacional, proyecta luz en algunos aspectos de la vida del autor de 'Últimas tardes con Teresa'

ELENA HEVIA / BARCELONA

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J uan Marsé recuerda con ironía las palabras de ese gran fatalista que es Cioran: «Es bien curioso observar cómo la perspectiva de tener un biógrafo no ha disuadido jamás a nadie de tener una biografía». Con ese ánimo se ha enfrentado como sujeto paciente, lo que tiene mérito tratándose de él, a la biografía en la que Josep Maria Cuenca ha trabajado durante seis años y que acaba de aparecer bajo el título 'Mientras llega la felicidad' (Anagrama). Resignado, matiza el escritor ante el resultado: «Mi biografía me complace, mi vida... no tanto. Hay algún desacuerdo entre lo que pudo haber sido y no fue».

Según Cuenca no hubo arduas negociaciones para lograr su objetivo, pero sí una inagotable insistencia por su parte. «Quizá no tenga sentido que Marsé se plantee unas memorias porque ya están en sus novelas, pero una biografía, como mirada externa sí lo tiene». «De entrada le dije -asegura Marsé respecto a su biógrafo- que yo no merecía una biografía. Luego le previne de caer en la tentación de pergeñar una hagiografía». En el capítulo de las condiciones previas, y bien conocida la proverbial sinceridad del autor, poco dado a las diplomacias cortesanas, asegura Cuenca que previo a las horas y horas de conversación pidió al autor que no le ahorrase ningún episodio de su vida. «Lo cual no supone contarlo todo».

Marsé puso a disposición de Cuenca un ingente aluvión documental de cartas y papeles. «Aunque Marsé es sistemático y esmerado en su trabajo, un artesano en el sentido más digno de la palabra, en términos prácticos es un puro caos», reconoce el biógrafo con cariño. Esa documentación, cribada y archivada, ampliada en hemerotecas, unida a horas y horas de entrevistas en el entorno del autor, ha dado lugar a un libro que proyecta una significativa luz en algunas zonas de su vida y se convierte también en el retrato colectivo de su entorno cultural. Estas son algunas de las estaciones en las que se detiene la biografía.

LA ADOPCIÓN La vida de los escritores, en general, no suele ser muy trepidante, pero en el caso de Marsé, su origen, del que él ha hablado sin tapujos en numerosas entrevistas, tiene todos los ingredientes de un buen melodrama. Aunque él se ha empeñado en vivirlo sin conflicto. La versión conocida hasta el momento es que la adopción de Marsé, nacido Juan Faneca, fue cerrada en un taxi, que recogió a sus futuros padres cuando estos acababan de perder a un hijo, nacido muerto. El taxista, padre biológico de Marsé, les ofreció a la criatura, que acababa de quedarse sin madre. La biografía de Cuenca, tras una exhaustiva investigación, revela que esa historia es incierta, que los padres biológico y adoptivo se conocían, ambos militaban en el Estat Català (lo no que no deja de ser paradójico, si se tienen en cuenta las escasas simpatías del escritor frente al nacionalismo) y los Marsé no perdieron ningún hijo. Esa fue una historia -'Imprime la leyenda', que diría John Ford- que inventó su madre para paliar su posible sentimiento de abandono. «No solo comprendo los motivos de mi madre -dice hoy Marsé-, sino que es la versión que yo prefiero. Ella me lo contó así para protegerme. Lo mismo hace la buena literatura con nosotros».

LA NIÑEZ El niño Marsé fue criado por una mujer fuerte y un padre muy cariñoso, pero «un tarambana de campeonato», a decir de Cuenca. El biógrafo rebate en su libro el mito de una infancia infeliz: «Marsé fue un niño extremadamente querido y en términos afectivos no le faltó nunca nada. Eso explica que no quedara traumatizado por su origen en absoluto, aunque el tema de la ausencia o la conflictividad con el padre esté presente a lo largo de toda su obra».

EL APRENDIZAJE Uno de las aportaciones más emocionantes de la biografía es la recuperación de las cartas que un jovencísimo Marsé cruzó con la hoy olvidada escritora catalana Paulina Crusat, que fue la primera persona con la que pudo alimentar y fijar sus intuiciones sobre la literatura. «Releyendo esa correspondencia -asegura Marsé- he constatado una vez más lo paciente, considerada, inteligente y cariñosa que esta admirable mujer fue conmigo».

LAS AMISTADES Desfilan por la biografía, entre muchos otros, dos de los grandes amigos del escritor, ambos desaparecidos, el editor y poeta Carlos Barral y el poeta Jaime Gil de Biedma. El minucioso Cuenca no ha encontrado pruebas de lo que sostiene Miquel Dalmau en su biografía de Jaime Gil, según la cual este en un principio se habría sentido atraído por el narrador proletario. «Creo que eso carece de relevancia. Gil de Biedma luchaba por sus amores como luchamos todos, pero enseguida captó la transparencia de Marsé. Lo que sí me consta es que su amistad fue muy criticada en el entorno de la Gauche Divine, no por motivos amorosos, sino intelectuales o de clase social».

LAS ENEMISTADES Hombre de lengua contundente, incapaz de ocultar lo que realmente siente cuando se lo preguntan, la proverbial sinceridad de Marsé ha alimentado no pocas polémicas. La más conocida de todas ellas está relacionada con Baltasar Porcel, con quien cruzó todo tipo de pullas, prácticamente hasta la muerte del escritor mallorquín, que también respondía con la escopeta cargada. Otros famosos desencuentros, especialmente con Luis Goytisolo -y también con su hermano Juan-, están relacionados con el debatido fallo del Premio Biblioteca Breve que recayó en 'Últimas tardes con Teresa'. «En esa novela-explica Cuenca- criticaba con nombres y apellidos a gente que estaba en el jurado. A mí me gusta su ausencia total de cálculo. Marsé ha ido por libre y ha pertenecido a algunos grupos, pero no ha pagado jamás peaje por ello».

AMORES Si algo se desprende de la biografía de Marsé es la constatación de su éxito con las mujeres, aunque él mantenga en ese terreno la máxima discreción. «Manuel Vázquez Montalbán solía decir -añade Cuenca- que Juan se parecía a Marcello Mastroianni». El escritor tuvo una relación con la escritora Helena Valentí, quien más tarde vivió un amor mucho más complejo con Gabriel Ferrater, y también con Bel, Isabel Gil Moreno, musa de Gil de Biedma. A su esposa, la extremeña Joaquina Hoyas, madre de sus dos hijos, la conoció cuando esta trabajaba como peluquera y señora de compañía de una marquesa. «No me pareció ni bien ni mal, ni blanco ni negro, ni todo lo contrario», explicó al biógrafo Joaquina para describir el primer encuentro de la pareja.

POLÍTICA Catalán (es su lengua materna) que escribe en castellano, la figura de Marsé nunca ha sido bien recibida en los círculos nacionalistas -Cuenca habla de verdadera «aversión» al respecto- y el autor y premio Cervantes jamás se ha coartado a la hora de demostrar su disidencia con su habitual socarronería. La biografía evoca, entre otros, el intento del editor Miquel Alzueta en la década de los 90 de convencer en vano al autor para que escribiera en catalán, aunque solo fuera una vez, una novela que muy bien podría haberse llamado 'Sentiments i centimets', un título que en realidad es una broma que Marsé suele hacer de tanto en tanto. Más significativo es el relato de un editor y crítico -la biografía no revela su nombre- que fue testigo de cómo en 1985 el 'conseller' de Cultura Joan Rigol admitió que no podía incluir a Marsé en el 'Pacte Cultural'. «Porque si lo hago los míos me devoran», dijo, al parecer. Cuenca considera que al escritor se le ha mantenido en un cierto ostracismo en las instancias nacionalistas «sencillamente porque él nunca se ha sentido obligado a mantener una obediencia ideológica. Es por eso que cuando Ferran Mascarell intentó hacerle un homenaje oficial en ocasión de su 80º cumpleaños, en el 2012, Marsé se negó en redondo».