CRÓNICA DE ÓPERA

Joyce DiDonato, virtuosa y extrovertida

La mezzosoprano de Kansas conquista de nuevo al Liceu con un variado recital en el que incluyó un homenaje a Granados

JOYCE DIDONATO ICULT

JOYCE DIDONATO ICULT / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Joyce DiDonato sigue arrasando en el Liceu con 'Capuletos y Montescos', pero la exigencia de su rol en la ópera de Bellini no le ha impedido cumplir con el recital que tenía comprometido antes de sustituir a Elina Garanca en el papel del travestido Romeo de la obra. Y una vez más conquistó al coliseo barcelonés, que la ha adoptado como una de sus divas favoritas después de sus triunfos con 'La Cenerentola', 'Cendrillon' y 'Maria Stuarda' y el éxito de sus dos anteriores programas en solitario con 'Tres siglos cantando al amor' y 'Drama Queens'. Adorada y aclamada, la diva sedujo con su colorista viaje por distintos registros y estilos que remató con tres celebradas propinas.

Extrovertida, virtuosa y exhibiendo su elegancia en el canto y en la forma de presentarse ante el público, con dos cambios de vestuario incluidos, la mezzosoprano de Kansas mostró su arte para la comunicación musical. El hecho de tener que subir hoy sábado y el miércoles otra vez al escenario no frenó su expansiva expresividad. Derrochando simpatía, labia y una notable vis cómica, se dirigió constantemente a la sala para hacer precisiones sobre el repertorio, el arte canoro y el origen de las piezas elegidas. Particularmente divertidas fueron sus interpretaciones de las arias antiguas arregladas por el maestro Craig Terry, que la acompañó, mostrando un gran química, al piano.

VIRTUOSISMO BELCANTISTA

El amor por la música española que siente DiDonato hizo que a abriera el programa con 'De España vengo', de Pablo Luna, interpretada con riqueza de matices y perfecta dicción. Esta aplaudida apertura no le restó concentración para sumergirse en el refinado lirismo del ciclo de tres canciones de 'Shéhérazade' de Ravel, que giran en torno a la atracción del autor por el mundo oriental. Sin más demora, emprendió un giro hacia la excelencia del virtuosismo belcantista con el aria de Rossini 'Bel raggio lussingier', de 'Semiramide', donde la cantante exhibió bellas ornamentaciones y espectaculares agudos que provocaron el delirio.

El homenaje a Granados abrió la segunda parte. La diva mostró su familiaridad con este repertorio con 'Las tres majas dolorosas', recreadas con delicado romanticismo. La célebre 'Lascia ch’io piangia', del 'Rinaldo' de Händel, provocó un terremoto emocional, tanto por la belleza de la partitura como por la perfecta conexión de la diva con el canto barroco. La inmersión en la música antigua le permitió exhibir el control de este estilo con arias de Giordani ('Caro mio ben'), Pergolesi ('Se tu m’ami')  y la anónima 'Star vicino'. Volvió a Rossini para cerrar el programa con la luminosa 'Tanti afetti, in tal moment' de 'La donna del lago', donde impresionó con sus recursos para la coloratura. Impecable.