Josep Maria Mainat: "En los 70 imaginábamos un cambio y ahora también"

El antiguo integrante de La Trinca cantará algunas de las viejas canciones del grupo en Canet Rock, por primera vez en 30 años

Josep Maria Mainat.

Josep Maria Mainat. / DANNY CAMINAL

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Canet Rock contará, el sábado que viene, con una voz inesperada, la de su promotor, Josep Maria Mainat, que actuará en el festival interpretando algunas canciones de La Trinca sobre un escenario por primera vez en tres décadas. Es el pretexto para entablar una conversación que recorre el pasado y el presente de La Trinca y Canet Rock.

-¿Qué le ha hecho decidirse a cantar ante el público?

 

-¡La insistencia de Gemma [Recoder, directora del festival]! Me lo estuvo pidiendo y pidiendo, no lo veía claro y, bueno, ahora estoy animado.

-Así, ¿se hizo de rogar?

-Sí, porque llevaba muchos años sin hacerlo. Pero hay quien está diciendo que vuelve La Trinca, y no, vuelvo yo. Será una celebración de los 40 años del primer Canet Rock y cantaré dos o tres piezas junto a Joan Fortuny [Dharma] y otros músicos.

-¿Dos o tres?

-Pongamos tres. Canciones animadas, hits y no tanto. Algo de rock: La Trinca lo hizo en All i oli, que es un rock, rock, y da la casualidad de que la cantaba yo solo en un disco de 1971.

-La Trinca se diluyó en 1989. ¿Por qué no dijeron:  «Nos separamos»?

-En 1989 dejamos de salir en televisión, y en el escenario fue hacia 1985. Dejamos de actuar sin ser conscientes de que había terminado. No hubo un último concierto de La Trinca anunciado como tal. Habíamos cumplido los 40 y nos dijimos: «¿Por que no dejamos que otros se pongan delante de las cámaras y nosotros nos ponemos detrás?».

-No utilizaron el recurso de la gira de despedida.

-Huy, yo conozco cantantes que han hecho cinco giras de despedida... Aunque actuar es divertido, todo lo que tienes que hacer para actuar no lo es tanto. Cantar en un pueblo de Galicia y al día siguiente en Valencia es duro. Durante hora y media te lo pasas muy bien, pero lo otro no es tan divertido, y menos entonces. Una vez, en el Bruc tuvimos un accidente en el que casi nos matamos.

 

-Decía que esto no es un retorno de La Trinca. ¿Se sienten lejos de los personajes que encarnaban?

-Una parte de lo que hacíamos con La Trinca era muy juvenil: nos vestíamos de mujer, saltábamos, brincábamos, nos tirábamos agua por encima, montábamos a caballo... Si lo hiciéramos ahora quedaríamos un poco patéticos. Hay cosas que solo las puedes hacer con la energía y la coña de la juventud. Serrat puede salir y cantar sus éxitos; lo nuestro es distinto. Además no podríamos limitarnos a repetir los éxitos de hace 30 o 40 años. Tendríamos que hacer un repertorio nuevo. Sin hablar de la actualidad, La Trinca no tendría sentido. Toni (Cruz) no está por la labor, y yo tampoco.

-Miquel Ángel [Pascual] quizá sí.

-Quizá, pero ha estado delicado de la salud. Ealgo que no se plantea.

-Con la distancia, ¿tiene una visión clara de lo que supuso La Trinca?

 

-Fueron 20 años y hubo una evolución. Al principio era muy de costellada, luego comenzamos a tener otras motivaciones, y salieron La faixa o Califa, que eran todo lo antidictadura que podían ser con la censura. La transición fue divertida, pero lo que vino después no tanto. No era como ahora, en que pasan tantas cosas. Si hoy estuviese La Trinca...

-Nadie ha ocupado su espacio.

 

-Sí, ¡lo hace cada semana Polònia! Ese es hoy el equivalente de La Trinca. No es música exactamente, aunque la hacen, y muy divertida, pero sí que representan el humor de la actualidad. Recogen lo que la gente habla. Todo el mundo espera cómo tocará Polònia la separación de CiU. La Trinca era un poco eso: la crónica sarcástica de la actualidad.

-¿Le molesta la imagen frívola que puede haber quedado de La Trinca?

-No, nosotros éramos bastante frívolos en algunas canciones. Cuando empezamos, la gente de la nova cançó no nos entendía mucho. Hay una tradición de canción en catalán, de costellada, de caramelles, lúdica, y Els Setze Jutges solo hacían piezas muy serias, para seguidores que querían oír un mensaje político. Nosotros recuperamos esa tradición popular. Íbamos allá adonde no iba la nova cançóenvelats, teatros, fiestas mayores... Abrimos la escena a la fiesta.

-¿La censura franquista fue un desafío para su creatividad?

 

-Hombre, sí, estimulaba pero tocaba las narices. Cada canción era una lucha, a ver si pasaba la censura. La faixa la tradujimos por Corseteros, y  como no sabían catalán, coló. Cuando la cantábamos la gente se volvía loca, porque no era normal en aquella época gritar «faixistes!», aunque fuera con a de faixa.

 

-Eran tiempos de cambios de chaqueta.

 

-Sí, hablaba de eso, «la faixa va de rebaixa»... Gente del franquismo que comenzaba con la UCD, Fraga intentando hacer un partido para no quedarse fuera de la democracia, y los cambios en Grecia y Portugal...

 

-La eclosión popular de La Trinca fue justo después del franquismo.

 

-Sí, en la Transición. El disco más vendido fue Nou de Trinca. Nos han hablado de tres millones de ejemplares... Hay gente que llega a hacer un acto de crueldad: poner los discos a los niños. Como son canciones sencillas, les gustan. Lo he comprobado con mi hija de tres años.

-Ahora le vemos amparando este Canet Rock, un festival de música catalana en un momento extraño, con una escena activa y, a la vez, escaparates que bajan la persiana, como PopArb y Pròxims.

 

-Y quizá Canet Rock vuelva a desaparecer dentro de un tiempo. Manda el público. Es bueno que los festivales aparezcan y desaparezcan, es parte de la vida del país. Canet Rock, en parte, dejó de hacerse porque ya no salían artistas nuevos y los carteles se repetían. Ahora es distinto. Yo creo que hay una efervescencia como la de los años 70. Y otra cosa: en aquella época imaginábamos un cambio y ahora también. Depende de cómo se vote, si la gente decide, quizás el país hará un cambio hacia otra situación política.

-¿Sin la afirmación de país que se vive en los últimos años en Catalunya no sería imaginable el festival?

-Creo que eso no forma parte del ADN de Canet Rock, pero se manifiesta. Si hay ganas, no digo de independencia, sino de votar el futuro de Catalunya, esta ansia, cuando se juntan 25.000 personas, una parte de ellas la expresa. Este año, a pocos meses de las elecciones, en el festival habrá quien gritará por la independencia y quien no. Es un espacio de libertad, donde cada uno puede expresar lo que le dé la gana.

-¿No ocurrirá como en los años 70 y volverán a repetirse los grupos de un año a otro?

-Eso no sería culpa del festival, sino del país, pero creo que no. En estos momentos la vitalidad musical es impresionante. Canet ha vuelto precisamente por este motivo.