entrevista con el Escritor.

Josep Maria Espinàs: «No imagino la vida sin escribir»

Prepara un dietario de artículos

Josep Maria Espinàs, ayer, día de su 85º aniversario, en Barcelona.

Josep Maria Espinàs, ayer, día de su 85º aniversario, en Barcelona.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Ante una copa de oporto y una coca de piñones, en su editorial de siempre, La Campana, un emocionado Josep Maria Espinàs celebraba ayer tarde 85 inviernos. Y regalaba a un selecto grupo de amigos lo que él llama «versos especiales para la ocasión», un poema que sus fieles lectores, que le siguen a diario en su columna de EL PERIÓDICO, pueden compartir hoy si miran la pieza que acompaña estas líneas. Palabras que hablan por sí solas y que nunca se le acaban a este infatigable escritor que no se cansa de cumplir años pero tampoco libros -85- y columnas diarias -11.000-. Con una selección de fragmentos de esos artículos en otoño publicaráUna vida articulada, un cuidado volumen de 700 páginas.

-Será como un dietario de mi vida y un retrato del mundo que he vivido en estos 35 años de escribir columnas sin interrupción. Son tantas que no se pueden ordenar por temas. Es como si una columna sobre rugby dijera que es de deportes cuando lo que explico es el hecho humano y social de que el rugby les sirve de excusa a los ingleses para tocarse.

-Llevaba muy en secreto esa faceta de poeta de momentos especiales.

-Ya con 8 o 9 años escribía versos y he escrito muchos, unos 300, pero son como los que hacía Sagarra para ciertos homenajes, hechos para la ocasión, no están pensados para ser publicados en un libro aunque quizá cuando me muera mi editora, Isabel Martí, cambie de opinión.

-Con 14 años ya escribía novelas.

-Antes de entrar al colegio, a los Escolapios, ya había escrito durante una hora o dos. Me iba a la galería con la máquina de escribir.

-¿Continúa prefiriendo los dulces y la sobrasada a la lechuga?

-Claro, y sigo fumando en pipa. Si has hecho una dieta toda tu vida no es recomendable cambiarse ahora a la escarola. ¡Me sentaría mal!

-¿Qué le estimula a escribir tras más de 11.000 columnas?

-Cada día recibo muchos estímulos. No me imagino vivir sin escribir. Tengo tendencia a la observación y a la comparación. En las escuelas deberían enseñar a observar y comparar, así asocias ideas y surgen cosas nuevas. Eso es creación. Todos mis libros más autobiográficos y los artículos están basados en la observación. Mi lenguaje es poco florido y poco pretencioso. Nunca he querido lucirme. No sé hacerlo. Intento ser preciso con un toque literario. «Ser o no ser», de Shakespeare. No hay nada más sencillo ni más literario.

-En El meu ofici decía que siempre ha huido de las pretensiones del mundo literario.

-No me siento cómodo en ese mundo. Pla le dijo una frase muy buena a un joven escritor que escribía barrocamente: «No dudo de que usted puede llegar a ser un genio pero provisionalmente es un pedante».

-Un escritor no lo sería sin sus lectores. En su recienteEntre els lectors i jo les contesta sus cartas.

-En él, enTemps afegit, losviatjes a peu,I la festa segueix... además de autobiográficos son un retrato de la sociedad. Recojo lo que los lectores y la gente dicen. En lugar de hacer una autobiografía gruesa y solemne prefiero escribirla a trozos en cada libro.

-Tras tantos años observando, ¿cómo ve estos tiempos críticos?

-Soy muy presentista. El tiempo es importante porque se escapa y te mueres pero lo que de verdad nos condiciona son los espacios, uno no es la misma persona en el trabajo, que en la calle, en casa o con amigos. Los espacios son la vida. Es cierto que la situación no es la misma que hace 10 años, pero yo no tengo elementos para valorar qué pasará. La gente enseguida se lanza a hacer profecías pero yo no soy nada especulador.

-¿Aún encuentra cintas para poder seguir siendo fiel a su Olivetti?

-Es todo un milagro. Espero que las cintas sean tan amables de aguantar tanto tiempo como yo. No estoy en contra de los ordenadores, es que no los necesito porque cuando escribo, a mano o a máquina, no corrijo nunca. La cinta es algo muy simbólico. La vida es como una cinta que se va desenrollando.