José Mota: «Todo se puede parodiar, pero yo no haría parodia de todo»

En 1985, haciendo la mili, conoció a Juan Antonio Muñoz, de Barcelona, y al año siguiente se trasladaron a Madrid para hacer espectáculos de humor. Javier Sardá los descubrió y les ofreció su primer trabajo, como colaboradores del programa 'La bisagra' (RNE). En 1989, el dúo cómico, bautizado como Cruz y Raya, debutó en el programa 'Pero… ¿esto qué es?' de TVE y empezó a participar en especiales de humor de esta cadena y, luego, de Tele 5. En 1993 se hicieron cargo, por primera vez, del especial de Nochevieja de TVE. El dúo se separó en el 2007 y Mota continuó dirigiendo y protagonizando programas como 'La hora de José Mota'. En febrero volverá a La Primera con un programa de 'sketches'. «El humor sirve para unir, nunca puede ser el pretexto de un crimen», dice a cuento del atentado contra el 'Charlie Hebdo'. Su humor, al menos, ha unido al país en un apla

José Mota, estrella de la Nochevieja, el pasado jueves, en Madrid.

José Mota, estrella de la Nochevieja, el pasado jueves, en Madrid.

POR JUAN FERNÁNDEZ

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Como si estuviera componiendo unos particulares Episodios nacionales galdosianos en clave chusca, José Mota lleva una década y media (antes en Cruz y Raya, luego en solitario) dedicado a interpretar la actualidad de cada temporada al trasluz del humor más blanco, aunque generoso en pellizcos. Algún día, repasar sus especiales de Nochevieja equivaldrá a revivir nuestra historia reciente entre carcajadas. Este año tenía material para dar y tomar, y parece que ha sabido sacarle punta, a juzgar por el éxito alcanzado. La audiencia le abraza y la crítica le alaba. En tiempos trágicos, el cómico ha acabado convertido en el cronista de la época.

-Su programa de Nochevieja provocó muchas risas, pero al gremio del humor le ha tocado empezar el año poniéndose muy serio. ¿Qué pensó al oír que en París habían asesinado a 12 personas por hacer dibujos cómicos?

-Imagino que lo mismo que cualquier persona con un mínimo de sentido común. Me quedé conmocionado, sin palabras, sin capacidad para entender. Me cuesta asumir que algo así haya ocurrido. Es espeluznante, sencillamente monstruoso.

-¿Morir por hacer reír es una doble tragedia?

-Morir de manera prematura y violenta porque alguien decide asesinarte ya es suficiente tragedia. Nadie, bajo ningún pretexto ni amparado por ninguna idea, tiene derecho a disponer de una vida de esta forma, y esto supera al hecho de que las víctimas se dedicaran al humor. Esta noticia me conmociona como ser humano antes que como cómico que se entera del asesinato de otros cómicos.

-¿El humor puede ser un arma eficaz frente al totalitarismo?

-Sin duda. El cómico Luis Piedrahita suele decir una frase con la que estoy totalmente de acuerdo: el humor es un arma de construcción masiva. Me parece que lo define muy bien. Querer hacer reír es lo más alejado que hay del deseo de matar. El humor sirve para unir, nunca puede ser un pretexto para cometer un crimen.

-¿Se puede hacer humor de todo?

-Si me pregunta si prohibiría que se hiciera humor sobre algo, le diré que no. Detesto los carteles que dicen «prohibido». Pero si me pregunta si estoy dispuesto a hacer parodia de todo, le diré que tampoco. No porque alguien me lo prohíba, sino, sencillamente, porque yo no quiero. Me parece fundamental sentir que disponemos de libertad absoluta para parodiarlo todo, para reírnos de todo, para darle las vueltas cómicas a todo, y que luego sea uno quien decida lo que convierte en materia de risa y lo que no.

-¿Cuál es su baremo?

-Busco el humor que me hace sentir éticamente en armonía con lo que siento y pienso. Pero es muy importante este matiz: las barreras me las pongo yo, nadie más que yo.

-¿Alguna vez trataron de imponérselas?

-Si se refiere a mis programas, y en concreto a los especiales de Nochevieja, le aseguro que jamás. Nunca, ni este año ni antes, Televisión Española me ha pedido que cambiara un contenido. Siempre me ha dado libertad absoluta para parodiar lo que yo estimara oportuno y en la forma que yo creyera adecuada, gobernara quien gobernara en la Moncloa.

-¿Esto hay que anotarlo en su haber?

-Quizá tiene que ver con que mi humor no golpea con guante de hierro, lo hace más bien con uno de terciopelo. Hago crítica, pero con suavidad y, sobre todo, sin faltar el respeto. Para hacer una parodia sobre un personaje público, aunque sea ácida, no veo necesario ofender ni traspasar los límites de lo personal. A mí me gusta mirar a la gente a los ojos y no me haría feliz encontrarme luego a esas figuras y tener que mirar para otro lado. Me abochornaría sentir vergüenza por haber mendigado unas risas.

-¿Algún personaje que haya parodiado se ha sentido ofendido y le ha mirado mal?

-No, nunca. Más bien al contrario, les suele hacer gracia mis parodias.

-¿Y eso es bueno o malo? Se supone que el cómico debe pellizcar.

-Para mí es bueno, porque yo vivo de hacer humor, no de faltarle el respeto a los personajes que parodio. Se puede hacer mucha crítica social y política sin que nadie se sienta incómodo. De hecho, yo cuido mucho ese detalle, dedico esfuerzos a vigilar que no me paso de la raya. No me gusta herir susceptibilidades, pero esto no va en menoscabo del pellizco ni del nivel del humor.

-Este año, en su especial de Nochevieja, parece que ha elevado el umbral de la crítica. Ha dado mandobles a diestro y siniestro.

-El 2014 ha sido un año especial. Han irrumpido personajes nuevos, otros nos han dicho adiós, la gente ha seguido viviendo muy apurada y los casos de corrupción se han desbocado. Nunca se había tirado de tantas mantas como este año. Esto nos obligaba a hacer más hincapié en la crítica, tanto en la político como en la social. Por otro lado, intuimos que el país lo demandaba. El nivel de excitación en la calle ha sido este año superior porque la gente ha visto y oído cosas que no había visto ni oído jamás.

-¿Humor como terapia nacional?

-La gente estaba deseosa de escuchar ciertas reflexiones y ver ciertas parodias, y ahí el cómico cumple la función de cronista del entorno. Te ponen en las manos un altavoz y tratas de contar eso que todos están pensando, sintiendo y en voz baja diciendo. Había mucha falta de reírse. Veo a la gente con ganas de abrazarse a algo, de creer en algo.

-Ha sido muy celebrada la parodia de los atracadores que en vez de robar un banco, para afanar más, montan uno. ¿Así va este negocio?

-En el fondo es una crítica a esas ansias desmedidas que tienen algunos por amasar y amasar dinero. Este año nos hemos enterado de unos mangoneos y unas cantidades tan indecentes que uno piensa: «¿Para qué queríais pillar tanto, si en 20 vidas no ibais a tener tiempo para fundíroslo, para qué tanta ansia viva? No tiene ni pies ni cabeza.

-¿La corrupción tiene solución en este país?

-Quiero pensar que sí. Es más, creo que ya está ocurriendo, el país se está curando de la corrupción gracias a todo lo que está conociendo. Es bueno que se haya tirado de tantas mantas para que el pueblo tome conciencia de lo que ha pasado. Esto va a hacer que en el futuro se lo piensen mucho antes de meter la mano en la caja de caudales públicos. A lo que no me resigno es a pensar que esto forma parte de la condición humana. No señor, hay herramientas para que cambiemos, y el primer paso es que se sepa lo que ha ocurrido en este país.

-En el sketch de la corrupción, a Fernando Tejero, que hace de corrupto, le dice: «Robáis tanto que al final la gente va a reventar como la ballena de Jonás». La gente no revienta, pero vota a Podemos. ¿Qué le parece?

-No manejo información para establecer esa ecuación, solo sé lo que se publica, y parece que una cosa que se ha terminado en España es el bipartidismo. Me parece una buena noticia, porque eso significa que tenemos más alternativas sobre la mesa. Es sano que en el país haya algo más de dos únicas opciones. El fútbol no es Madrid y Barça y el humor no se limita a los cómicos que había en el pasado, cada año surgen nuevas figuras. ¿Por qué no iba a ocurrir lo mismo también en la política?

-¿Es más difícil parodiar a Juan Carlos o a Felipe?

-Es más duro hacer de Juan Carlos por la silicona que tengo que ponerme en la cara para parecerme a él. Ahora entiendo por qué abdicó.

-¿Le han llamado ya de Catalunya para comprarle la idea de cambiar la palabra independencia por estadolibreasociadosuperrespetuoso?

-No, pero todas las reacciones que hemos recibido desde Catalunya han sido buenas. He leído alguna que otra crítica muy positiva y tengo la sensación de que la broma ha gustado. Por otro lado, no me extraña, porque el pueblo catalán tiene un gran sentido del humor.

-Mire que si al final es el humor lo que consigue unir a España...

-El humor siempre ha unido a las personas. Estoy convencido de que una de las claves del éxito de Ocho apellidos vascos es que habla de lo que nos une. Al margen de las singularidades de cada uno y de cada sitio, que es bueno que las haya y hay que respetarlas, creo que a la gente le gusta reírse junta. El humor es una herramienta maravillosa, nos tocó la lotería cuando nos lo dieron y nos dijeron: «Tomad, desahogaros por aquí». No sé si el humor salvará a España, pero tengo claro que salvará al mundo. H