La exhibición de atrocidades de José María Fonollosa

'Ciudad del hombre', la obra más sustancial del poeta nacido en Can Tunis ,se publica al completo con 100 poemas inéditos

José María Fonollosa, en Bruselas.

José María Fonollosa, en Bruselas. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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De la vida de José María Fonollosa poco se sabe. Que vivió en Cuba antes de que el castrismo le obligase a regresar a principios de los 60 a Barcelona, donde había nacido en 1922, hijo de Can Tunis. Que era un poeta secreto, alguno diría que maldito. Catalonoparlante que escribía en castellano. Un hombre peculiar, lector diario del divino marqués de Sade, que apenas se trataba con nadie, pero muchísimo menos con los escritores de su generación, más o menos la de los 50. Un creador que construyó con tesón desde 1948 hasta 1985, un poemario inacabable y urbano fuera de las tendencias imperantes. Y que aunque escribió otros libros, el más importante,  la gran obra de su vida es esa especie de catálogo o exhibición de atrocidades, bronco y escabroso titulado ‘Ciudad del hombre’ (Edhasa) que aparece ahora al completo, con un añadido de 100 poemas inéditos, que propone un paseo por Barcelona a través de sus títulos.

Para la cultura popular, Fonollosa es el letrista de una canción de Serrat , la prostibularia ‘Por dignidad’, y de todo un

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álbum de Albert Pla (un alma gemela) ‘Supone Fonollosa’, que levantó ampollas (Pla suele hacerlo) porque incluía el poema protagonizado por un violador y posterior necrófilo. Recuerda Pla desde Brasil, donde se encuentra de gira: “Conocí  la poesía de Fonollosa  en casa de Quico Pi de la Serra. Se lo había recomendado Javier Krahe que a su vez le había recomendado Sisa. Me pareció fácil de leer y por eso hice un espectáculo sobre su poesía. Jamás me interesó cómo era él, ni su carácter, ni su físico. A día de hoy aun no he visto una foto suya”. El disco salió en 1995, cinco años después  de la aparición de ‘Ciudad del hombre. New York’ que seleccionaba unos 90 poemas en la hoy extinta editorial Sirmio de Jaume Vallcorba y que supuso el punto más alto de ebullición en la fugaz fama del autor. “Entonces se le leyó muchísimo, agotó ediciones” recuerda José Ángel Cilleruelo, encargado de  esta edición y  de su prólogo.

Del descubrimiento de Fonollosa, como en tantas otras cosas, fue responsable Pere Gimferrer. El hoy académico era un adolescente inquieto cuando acompañó a su profesor, jurado del Premio Ciutat de Barcelona, al que se presentó el poeta sin llegar a prosperar. Entonces no cruzaron una sola palabra pero quedó en Gimferrer el recuerdo de la valía del poeta secreto, hasta que un día, años después, en 1961, localizó en un anuncio por palabras de un periódico la noticia de que Fonollosa regresaba a Barcelona. Esa relación entre ambos madurada con el tiempo acabaría cristalizando en la famosa antología de Sirmio de 1990. Fue Gimferrer el que, desaparecido Fonollosa, daría el visto bueno a la canción de Serrat que éste le presentó en una grabación.

¿Qué vio Gimferrer en aquella poesía nada artificiosa cargada de violencia y sordidez, que su autor definía como "en harapos"? "Es una mezcla extraña de poesía beat con incursiones en el mundo del jazz, del rock, de los boleros y los tangos", asegura ahora el autor de 'Arde el mar' que le contempla poéticamente en los bajos fondos de la ciudad, un poco a la manera de Henry Miller.  

PERSONA Y VOZ POÉTICA

Para Cilleruelo, puede existir un problema con el lector y es que se confunda la voz poética con la persona. "No existe una personaje tan malvado que tenga todos los vicios. Él no es un depravado. Contempla la ciudad con ojos muy negativos y retrata a una sociedad contemporánea, deshumanizada, desde los delincuentes hasta los arribistas. En la época de las vanguardias, Pessoa y Eliot abrieron la puerta a la posibilidad de dar una voz lírica a la otredad. Por eso él se va multiplicando en una serie de personajes, asume sus voces. Alguno de ellos puede ser un asesino y lo desarrolla". Tampoco le parece exactamente a Cilleruelo un maldito aunque por sus poemas pueda parecerlo. "No lo fue como persona. Tenía un trabajo convencional en una agencia inmobiliaria  y mantuvo varias relaciones sentimentales, en particular una muy larga, aunque nunca se casó".  

La mayoría de los poemas de Fonollosa no superan el filtro de la mirada feminista. “Nunca sabremos qué parte era una encarnación lírica de la visión de la mujer que entonces se tenía en la sociedad. Pero nada de lo que se puede decir de él se puede afirmar categóricamente porque siempre hay poemas que contradicen a los primeros”, justifica Cilleruelo.

Poco consenso existe entre Gimferrer y Cilleruelo por la edición definitiva de la obra. Fonollosa tituló originalmente sus poemas con nombres de calles de Nueva York, una ciudad que visitó a menudo en sus años cubanos. Los poemas no hablan, en general, de un lugar concreto sino más bien de sensaciones, de espacios mentales. Pero cuando volvió a Barcelona en 1961 decidió cambiar los títulos por localizaciones de su ciudad natal, convirtiendo el poemario en otro tipo de paseo. “Lo hizo en honor a su hermana que era muy catalana” asegura Gimferrer que aboga por la versión neoyorquina porque es a la que Fonollosa dio el visto bueno para su publicación tan solo un año antes de morir repentinamente en 1991. Según Cilleruelo, el último manuscrito que él dejo acabado en 1985 sitúa los poemas en Barcelona. “Los rastros de los  cambios pueden verse en el archivo. Y al final el título de cada uno de los poemas parece una cosa baladí porque en los últimos borradores hubo hasta tres correcciones”.