Johnny Depp se redime

El actor recupera el crédito con su gran trabajo en 'Black mass', donde interpreta al gánster James Bulger

El actor Johnny Depp, este viernes en el festival de cine de Venecia

El actor Johnny Depp, este viernes en el festival de cine de Venecia / periodico

NANDO SALVÀ / VENECIA

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Desde uno de los gigantes carteles promocionales expuestos este año frente al Palazzo del Cinema, un individuo nos vigila desafiante. Embutido en una chaqueta de cuero, los brazos cruzados, el siniestro rostro escondido tras unas gigantes gafas de aviador, el tipo da miedo. Pero no porque suponga una amenaza -bueno, un poco sí-, sino porque en realidad es Johnny Depp en su nueva película, Black mass. 

Da miedo porque todos sabemos adónde han conducido al actor tanto la creciente obsesión por abusar del maquillaje frente a la cámara como los tics y excesos histriónicos con los que la ha venido acompañando. Su trabajo en películas como Alicia en el país de las maravillas, El llanero solitario o Mortdecai no solo lo han convertido en motivo de burla, sino que han sembrado dudas acerca del futuro de su carrera. «Mis ídolos siempre fueron gente como Marlon Brando, John Barrymorre, Lon Chaney o John Garfield, actores que se transformaban completamente», se explicaba él al respecto este viernes, tras la presentación de Black mass fuera de concurso en el festival de cine de Venecia. «Siempre he querido ser un actor de carácter más que el tipo de cara bonita en la que quisieron convertirme. Además, un actor tiene la responsabilidad de darle al público algo distinto e inesperado con cada nueva película».

CAPO DE LA MAFIA DE BOSTON

Tiene sentido que una explicación tan incontestable sirva para contextualizar una interpretación impecable que no solo debería servir para callar bocas sino que, de hecho, es el mayor sello de identidad de la película que la contiene, cuanto la distingue de mejores ficciones previas sobre gánsteres, mafiosos y gente mala en general. Se trata de la historia de James Whitey Bulger, capo de los bajos fondos de Boston que en 1975 se convirtió en informador del FBI y que durante las siguientes dos décadas sacó partido de esa posición para multiplicar el alcance de sus actividades ilegales con total impunidad. Una joya.

«Decidí afrontar el personaje como un ser humano», explicaba Depp. «No conozco a nadie que se levante cada mañana y al mirarse al espejo diga: 'Vaya, qué malvado soy'. Bulger era un hombre de negocios que vivía en un universo violento y hacía lo que tenía que hacer, pero también un hombre lleno de amor y dedicación a su familia». Para darle vida y convertirlo en un personaje francamente carismático, Depp deja que su aterradora mirada postizamente azul, su tez pálida y los imponentes contornos que la calva confiere a su cabeza hagan el trabajo que a menudo confía a mohínes, aspavientos y falsetes.

PRESENCIA TOTÉMICA

La firmeza del director Scott Cooper atando en corto a su estrella es menos evidente, decíamos, cuando se trata de dotar al relato de verdadera personalidad. Por un lado, Black mass Black massencadena el tipo de imágenes de cadáveres embutidos en maleteros, maleantes asesinados de un tiro en la cabeza y trifulcas en sórdidos bares que Scorsese ha convertido en icónicas. Por otro, abusa de diálogos que repiten detalles de la trama y enumeran las fechorías de Bulger, una y otra vez y con la falta de estilo propia de una página de sucesos. Y convierte prometedoras reflexiones sobre los crímenes cometidos con la coartada que otorga la placa, o sobre cómo en las pequeñas comunidades la familia o el barrio pesan más que la ley, en genéricos apuntes sobre los peligros de pactar con el diablo.

Gracias a la totémica presencia de Depp nada de eso echa a perder la película ni, en todo caso, importa siquiera un bledo a los cientos de fans gritones que ayer tenían tomados los aledaños del Palazzo. Para ellos, posiblemente, esta última interpretación ni siquiera suponga una redención porque poseen una fidelidad inmune a muecas y pelucas para la que el actor tuvo este viernes palabras de agradecimiento. «A la gente que está ahí fuera, y que ha pasado tantas horas esperando solo para darme la bienvenida, yo los considero mis jefes. Son los que se gastan el dinero para ver mis películas. Recibir de ellos este tratamiento resulta conmovedor».