combina una carrera en solitario con actuaciones del POPULAR grupo de los 80

Javier Ojeda se reinventa

El cantante actúa al frente de Danza Invisible hoy en Barts junto a La Unión

NÚRIA MARTORELL
BARCELONA

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Javier Ojeda tira de ritmos cubanos y de la barriada malagueña donde nació, se crió y fue "feliz", recuerda, para reinventarse en su tercer disco en solitario, 'Barrio de la Paz, Acto 1'. Pero que nadie se confunda: el líder de Danza Invisible sigue ejerciendo de tal. Esta noche tocará con su grupo y junto a otro superviviente mítico de los  80, La Unión, en la sala Barts. El concierto coincide con la promoción de su «mejor álbum» sin la banda, mientras sigue reivindicando éxitos como 'Sabor de amor' 'Sin aliento'.

Ojeda empezó a danzar sin Danza en 1999, "sencillamente para dar rienda suelta a otras inquietudes. Es muy entretenido tocar con otros músicos, conocer otros lenguajes". Así fue como empezó a desarrollar una carrera que ahora "está llegando al paroxismo" y que desarrolla ¡en siete formatos!: "Con el grupo; Javier Ojeda con los Hispano-Cubanos; acompañado solo al piano cantando jazz y boleros; en acústico con dos guitarras abordando piezas de Danza Invisible; en formato de semi-comedia-concierto; interpretando éxitos de los 80, y acompañado de la Orquesta Sinfónica de Málaga".

Feliz regreso al "proletariado"

Admite que "parece complicado pero no lo es"; que 2entre los instrumentistas es más habitual y no tanto en un cantante", y que desde que volvió "al proletariado musical" vive "mucho más feliz". "Tengo la sensación que en los años 90 desperdicié mi tiempo. Tenía una vida relativamente cómoda, inmerso en la rutina: preparación de un disco, grabación, ensayos, gira, descanso... Tenía un mánager, una compañía de discos... Y creía que no podía hacer otra cosa". Esa fue su etapa post-éxito masivo, "cuando las discográficas y los medios se cargaron la movida".

"El sistema lo ha engullido todo: igual que a los hippies se los cargaron los políticos, la movida empezó a ser fagocitada por la industria musical y desapareció este movimiento de generación espontánea", se lamenta. "Y entonces llegaron los 90, con los ayuntamientos cargándose la contratación de los músicos, pagando fortunas a grupos como Danza Invisible, sí, lo sé. Lo que ha desembocado en la situación actual. Me da rabia escuchar a los abuelos carca coñazos diciendo que la música es una mierda. Lo que hemos de hacer es callar y trabajar. Y si en nuestra época la música que surgía del underground tenía difusión y convivía en la televisión con la propuesta comercial de turno (sonaban Julio Iglesias y también Golpes Bajos), ahora para encontrar la música popular de calidad tienes que hacer el esfuerzo de buscarla en las redes".

La hija de Marisol

En su nuevo disco como Javier Ojeda, 'Barrio de la Paz', cuenta con la colaboración del genial tocaor Daniel Casares y de la cantaora Celia Flores, la hija de Marisol, a la que conoció en un homenaje a Pepa Flores que él organizó en su Málaga natal. El álbum empieza a ritmo de chachachá y prosigue con rumbas, swing... Un despliegue de ritmos afrocubanos, para un itinerario optimista con alguna pincelada de crítica social, "a la puta hipoteca, las letras del coche...".

"En estos tiempos de crispación y de enfrentamientos brutales no deseaba un disco oscuro. Lo último que queremos cuando llegamos a casa es que nos regañen. Pensé que en los países más pobres la gente suele ser más alegre. Y cuando me fui a mi barriada, con esos bloques tan poco atractivos, me reencontré con la felicidad". Esa fue la génesis de un compacto en el que Ojeda se ha encargado de todo, desde la producción a la grabación, consciente de que "es imposible recuperar la inversión".

Para Ojeda, lo importante es "estar por ejemplo ahora en Barcelona". "Siempre he idealizado a la prensa catalana. En mi quiosquito de Málaga compraba revistas de rock y nunca faltaba la 'Star'... Piensa que yo he crecido con 'El Víbora'. Y me alucinaba la música que surgía aquí en la transición".