entrevista con el director de 'el sueño de ellis'

James Gray: "Al cine de hoy en día le falta pasión"

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NANDO SALVÀ

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Pese a que su nombre no suene lo suficiente entre el gran público, James Gray (Nueva York, 1969) es una figura clave del cine americano actual. Hoy estrena en España su quinta película, El sueño de Ellis, drama ambientado en la Nueva York de los años 20 sobre una inmigrante polaca (Marion Cotillard) atrapada entre dos hombres (Joaquin Phoenix y Jeremy Renner) cuyas esperanzas de una vida mejor la arrastran al submundo de la prostitución.

-¿Por qué decidió hacer una película ambientada en la isla de Ellis?

-Un día mi hermano y yo encontramos unas viejas fotografías, y entre ellas había algunas de un viaje que hicimos a la isla de Ellis en 1976. Al verlas nos acordamos de como mi abuelo, que había entrado en el país por la isla a principios de los años 20, lloró a mares durante ese viaje. Luego descubrí cosas fascinantes acerca del lugar. La isla de Ellis es esencial en la historia de Estados Unidos: el 40% de sus habitantes tienen ascendentes que entraron en el país por ella.

-Es una película muy personal, pues. 

-No tanto, en realidad, es una copia descarada de La strada, de Fellini. También robé cosas de la retórica operística. Quise contar el tipo de película que Puccini podría haber querido adaptar al lenguaje operístico, una historia de gran fuerza emocional pero nada sensiblera.

-¿Qué habría pensado su abuelo de ella?

-Ni idea. Mi familia es el grupo de gente menos sentimental que he visto en mi vida, y no lo digo como un cumplido. Mi abuelo y mi abuela [judíos de origen ruso] nunca hablaron inglés hasta el día de su muerte, o sea que para mí era imposible entender una palabra de lo que me decían. Él se arrepentía de haber emigrado a América y echaba de menos su ciudad natal, lo cual es ridículo porque había sido destruida durante la guerra. No sé qué demonios añoraba.

-El sueño de Ellis es su primera película de época. ¿Supone un desvío en su carrera?

-No. Como todo mi cine, habla de esa sensación de ser un inadaptado que he tenido siempre, desde que era un niño con cara de idiota que vivía en un barrio obrero. Para mí, sentirme desplazado ha sido siempre una preocupación esencial. Asimismo, al final siempre acabo hablando de como nuestros sueños y esperanzas chocan con la realidad de nuestras vidas. La vida en América se centra en la idea de que uno posee el control de su propia vida, que es capaz  de cambiar sus circunstancias y lograr el éxito. A mí todo eso me parece una falacia.

-Señor Gray, ¿por qué ha hecho solo cinco películas en dos décadas?

-A veces decides ir a cenar con unos amigos pero, como uno quiere comida francesa, el otro prefiere sushi y a otro le van las hamburguesas, al final cada uno se va a cenar por su cuenta. Imagina, pues, qué difícil es poner de acuerdo a un equipo de cien personas para trabajar durante un par de años y con un presupuesto de varios millones de dólares. Aun así tengo 44 años y cinco películas, si logro hacer cinco o seis más tendré una filmografía más que decente.  Soy consciente de que el destino más probable para un artista es el fracaso. Alfred Hitchcock rodó 60 películas, y tal vez siete u ocho de ellas eran realmente buenas, eso es un 12%. A menos que seas John Lennon, el potencial para el fracaso es enorme. Y en el cine americano, más aún.

-¿Reniega del cine americano?

-Yo soy un director muy americano, pero uno que debería haber hecho películas en los años 70. Intento seguir la estela de Coppola, Martin Scorsese, Robert Altman y Stanley Kubrick. Para mí, ellos encarnan un cine americano basado en la profundidad temática y la creación de atmósferas. Hoy todo eso se ha perdido. Hace no mucho mi hijo me preguntó: «Papá, ¿por qué en las películas todos los hombres llevan los calzoncillos encima de los pantalones?». Que se hagan tantas películas de superhéroes me parece una tragedia, pero no es lo más grave.

-¿Qué es lo más grave?

-Stanley Kubrick dijo una vez que ojalá todas las películas fueran más provocativas y más sinceras. Y el cine hoy en día intenta ser provocador pero no sincero, le faltan pasión y compromiso emocional. Desde que las ideas posestructuralistas se impusieron a finales de los 60, el cine ha vivido una devaluación de la emoción. Todo lo emocional se considera cursi y se contempla con cinismo. En cambio, la emoción es exactamente lo que yo busco.