CRÓNICA DE JAZZ

Hasta Saturno y volver

Viaje astral de Jack DeJohnette, Ravi Coltrane y Matthew Garrison en el festival de jazz de Barcelona

DeJohnette, Coltrane y Garrison, en la sala Barts.

DeJohnette, Coltrane y Garrison, en la sala Barts. / FERRAN SENDRA

ROGER ROCA

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Jack DeJohnette, historia viva del jazz moderno, recibió la medalla de oro del festival de manos de su director sin pompa ni reverencia, como si tuviera prisa por sentarse a hacer música. Solo que no fue hacia la silla de su batería sino que se sentó en la banqueta del piano y dibujó algo más propio de Satie que del libro de estilo del jazz. Pero a Jack DeJohnette ninguna música le es ajena. Todo le apetece. Cuando hubo provocado el clima que quería, de paz pero también de misterio, se mudó a la batería. Mientras tanto, el bajista Matthew Garrison, pulsando cuerdas y pedales, producía un manto de sonidos electrónicos que amenazaba tormenta. Y entonces empezó la que seguramente será la hora de música más insondable, más alucinada, más cósmica, que vaya a escucharse en el 48 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona, y eso que el festival apenas empezó hace dos días.

DeJohnette y sus compañeros, ambos hijos de músicos de leyenda pero también artistas con sello propio, emprendieron un viaje que ya han documentado en disco pero que aun así en el BARTS sonaba como una auténtica expedición hacia lo desconocido. De Satie a Saturno, o a Marte, o a algún lugar donde el ritmo se desplaza lentamente como placas tectónicas mientras en la superficie saltan ráfagas de notas de saxofón, se disparan extrañas alarmas digitales desde el altavoz del bajo y los timbales, afinados como solamente los afina DeJohnette, cantan las melodías. Las músicas que encadenaron durante una hora tienen títulos, estructuras y puede que hasta alguna partitura, pero no cabrían en ninguna clasificación conocida. Casi mejor pensar que eran mantras galácticos, ritmos chamánicos y remolinos de notas y timbres de naturalezas muy distintas: de los más arcaicos, la percusión de DeJohnette, a los sonidos futuristas que disparaba el instrumento digitalizado de Garrison.

Un patrón de swing indicó que el viaje al espacio había terminado, y el resto del concierto consistió en un lento retorno a la tierra a través de caminos algo más familiares. Recuperaron ideas de Miles Davis, de John Coltrane y de Lee Morgan y las hicieron sonar nuevas y suyas. Dulce aterrizaje.