ESTRENOS DE CINE

Isabel Coixet: «Hay que aprender a ironizar sobre los contratiempos»

La directora estrena la comedia dramática 'Aprendiendo a conducir', con Patricia Clarkson y Ben Kingsley

BEATRIZ MARTÍNEZ / MADRID

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Isabel Coixet vive uno de sus mejores momentos profesionales. La directora se encuentra más activa que nunca gracias una gran variedad de proyectos que han contribuido a ampliar su universo personal. Todavía estamos a la espera de que llegue la película que rodó con Juliette Binoche y se presentó en Berlín, Nadie quiere la noche. Pero mientras, estrena este viernes una deliciosa comedia impregnada de romanticismo y ternura protagonizada por Patricia Clarkson y Ben Kingsley, con los que ya trabajó en Elegy. 

-La película surge de un ensayo periodístico. ¿Qué es lo que más le interesó de él a la hora de adaptarlo? 

-Se trataba de un artículo de Katha Pollit publicado en el New Yorker. Ella aporta una mirada muy especial a la hora de tratar las reivindicaciones sociales, el feminismo y los derechos de la mujer. Yo la admiraba mucho y fue Patricia Clarkson la que compró los derechos y enseguida me sentí muy conmovida por lo que contaba. Porque parte de una anécdota mínima, pero tiene connotaciones autobiográficas muy potentes y todo eso lo utiliza para contar muchas cosas sobre su propio proceso de readaptación emocional después de una ruptura sentimental.

-En los últimos tiempos ha abordado una serie de encargos de la más diversa índole. ¿Qué ha aportado a cada uno de ellos?

-¿Sabes qué pasa? Que los encargos tampoco los vivo como tales. Para mí un encargo sería un proyecto que no me interesara en absoluto y lo tuviera que hacer por dinero. Pero yo me involucro mucho, y todas ellas tienen que ver con las cosas que me gustan y que quiero expresar. Por ejemplo, en este caso, han sido tantos años con él, que lo siento muy mío.

-Siempre ha retratado muy bien el mundo de la mujer, y me da la sensación de que los personajes femeninos han ido creciendo usted. 

-Claro. Todos tienen características comunes, soledad, miedo, inseguridad en las relaciones…. Aquí sentía una conexión especial con él, porque además es muy parecido a la propia Patricia. Las dos hemos compartido muchas cosas, y queríamos contar qué pasa en un momento de tu vida en el que creías que lo tenías todo encauzado, y de repente todo se desmorona. Cómo vuelves a encontrar la fe en la gente, las ganas de reírte e incluso las ganas de follar. En definitiva, cómo te reconcilias con el mundo. Puede parecer un cataclismo. Pero no lo es. Y esa certeza de que hay vida más allá, es un redescubrimiento.

-¿Cree que en ese aspecto, las mujeres tienen más inseguridades a la hora de enfrentarse a esas hecatombes personales?

-Las inseguridades físicas empiezan desde el patio del colegio. Hay algo ahí muy malsano. Nos educan muy mal y eso provoca que acarreemos con muchos complejos, que nos obsesionemos con ese mundo flotante de los ideales físicos que al final te arruinan la vida. Yo he conocido a las mujeres más guapas del mundo, e incluso ellas tienen complejos. Siempre va a haber alguien más joven que tú, y más joven y más rico. En ese sentido, estamos haciendo también algo mal nosotras, y es algo que deberíamos empezar a cambiar.

-Uno de las características principales de Aprendiendo a conducir 

-Cuando leí el relato encontré que tenía un tono muy ligero a la hora de abordar los dramas personales, y eso me gustó. Ambos personajes han pasado por situaciones tremendas, pero el de Ben Kingsley ha logrado relativizarlas, y eso hace que el de Patricia Clarkson se dé cuenta de que su problema vital tampoco es tan importante, que no se acaba el mundo. Hay que aprender a ironizar sobre los contratiempos que nos encontramos por el camino.

-En el personaje de Ben Kingsley está presente el choque cultural. ¿Qué quería contar a través de él?

-En la sociedad americana hay un racismo inmanente. Por un lado están los inmigrantes anglosajones, que tan tomado las estructuras de poder, y por otro, todos los demás grupos. Deberían tener los mismos derechos, pero se les reduce a guetos. Y luego está la hipocresía de la sociedad americana: llevan sus taxis, cuidan a sus niños, limpian la casa, pero no les dan papeles. Trabajan, los necesitan, pero no los reconocen.

-Me ha sorprendido ver el nombre de Thelma Schoonmaker en el montaje. ¿Cómo surgió esta colaboración?

-Me la presentó Patricia, que la había conocido a raíz de Sutther Island. Nos sorprendió cuando nos dijo que… ¡nadie le ofrecía trabajo porque creían que solo montaba para Scorsese! He aprendido mucho. Ha aportado a la película un sentido del ritmo, una agilidad y una frescura impresionantes. Es una tipa atómica, un titán.