Entrevista con Dan Fante el 1 abril del 2012

El infierno de los Fante

Entrevista, publicada en El Periódico el 1 de abril del 2012, con Dan Fante, a propósito de la publicación de memorias familiares

Dan Fante, en el 2015, en la sede de la editorial Sajalín.

Dan Fante, en el 2015, en la sede de la editorial Sajalín. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Dan Fante (Los Ángeles, 1944), que esta semana ha visitado Barcelona para presentar 'Fante, un legado de escritura, alcohol y supervivencia' (Sajalín Editores), es hijo de John Fante. Y eso merece una explicación. En la nómina de escritores norteamericanos malditos, John Fante ocupa un lugar de honor, aunque solo sea porque fue de los primeros –mucho antes que los beatniks– en establecer un nuevo tipo de escritura nutrida en la propia experiencia, al contar la miserable vida de aquellos que persiguieron el sueño americano y se quedaron por el camino.

Fante padre, hijo de emigrantes italianos, escribió unas pocas novelas en los años 30 –en especial, dos que forman parte de la tetralogía de su alter ego, Arturo Bandini, 'Espera a la primavera, Bandini' y 'Pregúntale al polvo'– y luego cayó en el olvido hasta que cuatro décadas más tarde a un periodista se le ocurrió preguntarle a Bukowski –en la cumbre de su éxito comercial– quién era el escritor que más le había influido. Y este, sin pestañear, contestó que John Fante, autor de una novela que había caído en sus manos cuando «era joven, pasaba hambre y quería ser escritor».

Fue entonces, finales de los 70, cuando la prensa cultural norteamericana, en busca de las fuentes del Nilo del realismo sucio, se lanzó a averiguar si este Fante no era un producto más del delirio alcohólico del excesivo Charles Bukowski.

Así que lo encontraron en su casa de Malibú, minado por la diabetes que le había provocado la amputación de ambas piernas y la ceguera total. John Fante había dejado atrás toda esperanza de ser reconocido, tras dedicar sus esfuerzos a formar una familia y redactar alimenticios guiones en Hollywood. Su consideración de gran autor le llegó cuando era demasiado tarde. Apenas si pudo darse cuenta. Falleció en 1983.

ROCOSO Y BAJITO

Dan Fante es el segundo de los cuatro hijos de John. Ha vivido mucho y mal. Es un tipo rocoso y bajito, con una argolla en la nariz y cráneo rapado que podría atemorizar a quien se le acercase si no fuera notorio que su pasado carcelario impulsado por el alcohol y las drogas y un gran tesón autodestructivo ya ha quedado atrás. Sus memorias familiares completan la trilogía iniciada por las novelas autobiográficas 'Chump Change' y 'Mooch'.

La suya es una de esas historias de redención que tanto gustan a los norteamericanos. Un día de hace 20 años, se encontró con el cañón de una pistola metida en la boca en su enésima tentativa de suicidio. Decidió parar en seco y recuperar la vieja máquina de escribir de su padre. Sus relatos tienen mucho más que ver con las historias canallas de Bukowski que con las más sentimentales de su padre, pero contarlas le ha servido para no volver a probar una gota de alcohol.

«Tuvo que pasar mucho tiempo para poner expresar lo que yo sentía por mi padre –cuenta–. Creo que pagó su frustración con toda su familia y en especial con mi madre. Nos acusaba de haberle desviado de su verdadera vocación, aunque en realidad él y solo él fue quien se dejó seducir por Hollywood. Nuestra vida familiar fue un infierno, pero en los últimos tiempos conseguimos comprendernos y querernos», explica Dan Fante muy pausadamente, remachando con cuidado las palabras. De vez en cuando, se quita el sombrero vaquero y masajea con fuerza su rala cabeza.

Sostiene que solo su fallecido hermano mayor, Nick y él fueron alcohólicos. Para recordarlo lleva tatuado en un brazo el año de nacimiento y el fallecimiento de Nick Fante. Un seguidor de alcohólicos anónimos como él sabe mucho de la mítica combinación de escritura y borracheras que ha animado buena parte de las letras norteamericanas. «Creo que a los escritores les pasa algo. Hay una paz que se les ha robado y muchos intentan combatirla ahogándola en whisky. Mi padre bebía mucho pero no era exactamente un alcohólico, lo que intentaba era deshacerse de algo que había en su interior. En la parte inferior de las botellas suele poner spirit (espíritu) y lo que hacen los autores es exactamente eso, perseguir el espíritu».

Cierra los ojos teatralmente para recordar: «Cuando mi padre entraba en una habitación ocupaba todo el espacio. Era muy apasionado, se enfadaba fácilmente». Ser hijo de John Fante, dice, le ha hecho ser mejor padre a su vez. Tras diversos matrimonios fallidos, ha conseguido atrapar la felicidad en el último y a los 68 años tiene un hijo de 7. «Por suerte, yo soy un padre muy distinto. Me he implicado más. Mi padre era como todos los padres de los años 50, cuando los niños más bien estorbaban. Para él éramos como plantas, se cuidaba de que nos regaran y nos tocara el sol. Nada más». 

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