CRÍTICA DE CINE
'Independence Day: Contraataque', el elogio de la desmesura
Beatriz Martínez
Periodista
Periodista cultural y crítica de cine.
BEATRIZ MARTÍNEZ
Roland Emmerich nunca ha sido un director tendente a la sutileza. A él lo que le va es la fanfarria del exceso y la desmesura. Y por supuesto, destruir ciudades. La épica apocalíptica en los años 90 tomó un nuevo rumbo a partir de 'Independence Day', su particular reinterpretación del clásico de la literatura 'sci-fi' 'La guerra de los mundos' en clave hipertrofiada de 'soap opera'. En aquella ocasión supo trasladar el modelo de los 70 utilizando historias independientes que terminaban confluyendo para que los personajes lucharan por un objetivo común: la supervivencia frente al enemigo. Porque al final, las individualidades no existían cuando se trataba de salvar el planeta y, claro está, la dignidad estadounidense. La heroicidad era de todos; la hazaña, una cuestión patriótica.
En 'Independence Day: Contraataque' recupera de forma nostálgica el espíritu de su predecesora. Pero se trata de una melancolía casi autoparódica y cargada de ironía. Quizá por eso el relevo de los personajes jóvenes quede eclipsado por el de las caras ya conocidas que aparecían en la primera entrega, en su mayoría aquí, seniles y majaretas. ¿Como el propio Emmerich?
El director ha llegado a un punto de su carrera en el que parece ya darle todo lo mismo. El espectáculo y la diversión son su objetivo, y no le preocupa que el sinsentido campe a sus anchas. Así, 'Independence Day: Contraataque' se convierte en un 'delirium tremens' de acción mastodóntica en la que se mezcla lo sublime con lo ridículo de la forma más armónica y natural. Quizá, en esa autoconsciencia esté una de las claves del éxito de una película que en realidad es una fiesta de desmadre intergaláctico que nos transporta al verdadero espíritu del 'blockbuster' de derribo. Puede que el primer 'Independence Day' se tomara más en serio. Aquí Emmerich se ríe de sí mismo y utiliza el artificio de la propuesta no para asustar al espectador sobre los peligros de la decadencia de occidente (al fin y al cabo, es alemán), sino para ofrecer entretenimiento lúdico y trepidante sin ningún tipo de excusas.
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