CRÓNICA

Un impresionante Mahler

'La canción de la tierra' arrasa en la Schubertíada

Uno de los momentos de 'La canción de la tierra', la noche del sábado.

Uno de los momentos de 'La canción de la tierra', la noche del sábado.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / VILABERTRAN

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Matthias Goerne, con los pulgares en alto dirigidos a los músicos, expresó su emoción por el resultado de una brillante interpretación de la La canción de la tierra,La ejecución de la estremecedora obra dejó sin aliento, el sábado, a la canónica de Vilabertran. El público de pie no cesó de aclamar durante casi 10 minutos a los protagonistas de esta apuesta musical surgida de una idea del carismático barítono alemán y respaldada por Jordi Roch, director de la muestra. El cantante, junto con el gran tenor norteamericano Charles Reid y un magistral Josep Pons, al frente de una formación integrada por destacados solistas y el Dalia Quartet, escenificaron uno de esos milagros que solo son posibles en un marco como el de la Schubertíada.

Impresionante ejecución de este ciclo de seis canciones que parten de  poemas chinos  y uno del propio Mahler, en los que el compositor compendia su legado musical. Lo espiritual y lo terrenal convergen en unos relatos que cantan a la fugacidad de los momentos luminosos de la vida y a la imposibilidad de alcanzar algo permanente frente a lo inexorable de la muerte. La llama de la emoción prendió de inmediato y no se interrumpió hasta el último de los silencios. El mérito no solo residió en los que encabezan el cartel del programa, sino en la interpretación de los instrumentistas del conjunto con inspiradas aportaciones del Álvaro Octavio (flauta), Sebastián Gimeno (oboe), Dani Espasa (armonio) Y Alexander Schmalcz, pianista que acompaña a Goerne en sus recitales.

El nivel de estos intérpretes, procedentes de prestigiosas formaciones internacionales y del país, ya se había puesto de manifiesto en la cálida, colorista y sensual versión de Prélude à l'après-midi d'un faune, de Debussy. Pero la prueba de fuego fue el viaje por la conmovedora obra mahleriana. El tránsito por lo báquico, la angustia de El solitario en otoño, los alegres pasajes de la juventud y la belleza, y la efusiva ebriedad de El borracho en primavera conducen a la gravedad del dramático y extenso último movimiento de la despedida, con Goerne desplegando su extrema y sobrecogedora expresividad para escenificar lo trascendental de los versos. «No vagaré nunca por tierras lejanas. Mi corazón está tranquilo y espera su hora», canta. Un poderoso y lírico Reid, en alternancia con el barítono, brilló desgranando hasta la última gota de emoción de sus intervenciones. Pons ensambló a la perfección la conjunción de elementos. Inolvidable.

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