CRÓNICA

Imelda May, reina del rockabilly

La irlandesa combinó fuerza y sinuosidad en Apolo

J. M. F. / BARCELONA

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Nueva demostración de poderío el martes, en Apolo, de Imelda May, la celebrada artista rockabilly bajo la sagrada influencia de Wanda Jackson. Bien acompañada por una banda que incluye a su marido, el guitarrista Darrel Higham, combinó temas del reciente Tribal (2014) con aciertos de discos previos y un puñado de versiones selectas.

Tras un doblete feroz, Tribal y Wild woman, la dublinesa se puso divertida en Big bad handsome man (con trompetas encantadoras) y sinuosa en Wicked way, recibida con injusta cháchara. May es fabulosa cuando baja de revoluciones, como en la blues Gypsy in me, pero algunos mostraron desinterés sorprendente por este lado sinuoso de su música.

Ella no lo tuvo en cuenta, y en todo momento se mostró cercana al público. Sinceramente entregada al trabajo de hacer feliz, antes de It's good to be alive nos recordó eso, que es bueno estar vivo, aunque todos tengamos escollos por sortear.

Su versión del Spoonful de Willie Dixon es excelente, igual que las apropiaciones acústicas de Cher (Bang bang (My baby shot me down)) y Blondie (Dreaming) que ofreció en el bis, con Higham al ukelele. Pero no cerró en clave menor y prefirió el doble golpe enérgico de Pulling the rug y Right amount of wrong, dejando una sonrisa exaltada en la cara de sus fans.

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