La última palabra sobre Lorca (por ahora)

Ian Gibson reedita su fundamental biografía del poeta con voluntad de que sea la versión definitiva

Ian Gibson, en Barcelona.

Ian Gibson, en Barcelona. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Alguien en la mesa se atreve a decir que el Lorca del 'Romancero gitano' es anticuado, que por suerte el poeta supo evolucionar pero que sus inicios… El irlandés Ian Gibson, sangre caliente, replica encendidamente que no, que nada hay más surrealista y por lo tanto rupturista que un poema como el 'Romance sonámbulo', el 'Verde que te quiero verde', para entendernos. Federico García Lorca no se deja arrastrar por los tópicos. No solo tiene muchos rostros. También es  inagotable. “Cada uno de sus versos ha dado lugar a una tesis”, dice Gibson sin temor a la exageración, pero algo hay de eso. A 80 años de su muerte, que se celebrarán el próximo agosto, el poeta sigue produciendo nuevo material para los estudiosos.

La charla se centra en los misterios que todavía encierra el poeta, y sobre todo el hombre, cuyos restos mortales parecen jugar al escondite como para engrandecer a la vez el mito y el misterio. Gibson despliega su proverbial sentido del humor este mediodía en el restaurante Set Portes, donde presenta los cinco libros en edición de bolsillo de su biblioteca personal, la reedición de los dedicados a Antonio Machado, Buñuel y los tres sobre Lorca, debidamente reescritos y puestos al día: 'El hombre que delató a García Lorca' (nuevo título; donde decía detuvo ahora, con nuevas pruebas, se señala al responsable, Ramón Ruiz Alonso, padre de Emma Penella), 'Lorca-Dalí, la pasión que no pudo ser' y, muy especialmente, su obra magna, la canónica y monumental biografía 'Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca' en versión ahora, corregida y aumentada. El lugar de la presentación tampoco es baladí. En el Set Portes hizo el poeta una lectura durante su estancia en Barcelona, en 1935.

Asegura el estudioso que, con 76 años cumplidos, ahora se dedicará a una vida más contemplativa en su domicilio de Lavapiés (los siete tomos de 'En busca del tiempo perdido' esperan su relectura, en francés, desde hace tiempo), aunque poco después se desdiga para explicar que sus editores no le dejan parar y ahora esté, manos a la obra, con un retrato peninsular a partir de sus 50 años de experiencias españolas. Pero en lo que respecta a sus ensayos, con estas últimas ampliaciones tiene la sensación de “estar dejando algo para la posteridad”. Un capítulo cerrado. O no tanto.

Porque ahí está Lorca, tozudo, evitando que se diga la última palabra (por ahora) sobre él. En esta edición, Gibson ha añadido la historia del que muy posiblemente fue el último amor del de Fuentevaqueros, el crítico de arte Juan Ramírez de Lucas aunque, cauto, el historiador está a la espera de que la familia se decida a mostrar los documentos del amante, entre ellos una semblanza sobre la relación de ambos escrita tres años antes de su muerte, a los 93 años, que todavía sigue inédita.

EN BUSCA DE LA TUMBA

Gibson se ha encontrado con una barrera infranqueable en relación a este terreno porque buena parte de los herederos de aquellos que se cartearon con Lorca, el crítico Rafael Martínez Nadal o el diplomático chileno Carlos Morla Lynch, se han negado a que esas cartas vieran la luz. “En algunos casos han dicho que estaban destruidas, pero yo me resisto a creerlo porque tienen un valor incalculable", asegura Gibson, asombrado de que a estas alturas todavía haya reticencias respecto a revelar los detalles de la actualmente notoria inclinación sexual del poeta.

Y luego también está por supuesto, 80 años después del fatídico 'paseíllo'  final de poeta, esa búsqueda incansable de los restos en la que Gibson sigue creyendo, incluso después del jarro de agua fría que supuso no haberlos hallado en el primer intento. “Estoy convencido de que si se amplía un poco el área aparecerán, porque cuando en 1966 el enterrador me indicó el lugar puso como referencia un olivo y ese árbol está hoy en la linde del parque”. También acusa Gibson a los partidos de una cierta estrategia política, un pacto de silencio en relación a esos restos. “Ha habido sucesos bastante raros, como es el hecho de que 1986, cuando se excavó en Alfacar para crear el Parque Conmemorativo García Lorca, aparecieron unos restos y una muleta que no se analizaron”. ¿Volvería a la biografía si aparecieran los restos? "En ese caso, sí, por supuesto".