RESCATE LITERARIO

James Bond, al natural

El escritor británico Ian Fleming.

El escritor británico Ian Fleming. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ocurre muy de tarde en tarde. Un personaje nace, se hace, crece y llega tan lejos como su creador jamás podría haber imaginado. Se vuelve autónomo. Germina en la imaginación de un público amplísimo, conecta con sus fantasías y se instala cómodamente en el imaginario del disfrute colectivo. Pasó con Sherlock Holmes a finales del siglo XIX y volvió a pasar a mediados del pasado con James Bond. ¿Alguien recuerda que tras el personaje se encontraba un escritor, su creador, Ian Fleming? Porque sí, antes que criatura de película, Bond, James Bond, lo fue de novela, de novela 'pulp', libros de estación de tren entonces, ahora de aeropuerto, de usar y tirar, con esas típicas frases que suenan a trallazo y una ausencia total de molesta psicología. El propio Fleming (Londres, 1908 – Canterbury, 1964), un chico bien que se había educado en Eton y que en privado solía fustigarse con la autocrítica, no daba un duro por la pervivencia de su héroe: "Siento que mis libros están perdiendo fuelle y que su fama no durará mucho", dijo poco antes de su prematura muerte en 1964, a los 56 años. Fue un infarto trabajado a conciencia a base de una botella de ginebra y 70 cigarrillos diarios. Y no podía equivocarse más con eso de la posteridad. Bond es el rayo que no cesa.

Doce novelas y dos libros de cuentos forman el corpus original de las novelas bondianas. Se tradujeron en España en los años 60, al hilo de los estrenos de las películas de Sean Connery, en versiones no muy cuidadas y claramente podadas de sus intensas, aunque -no hay que hacerse ilusiones- no muy explícitas escenas eróticas. Y así fueron reeditándose hasta hace unos 15 años. En la actualidad eran inencontrables, como constata el editor Francisco Calderón, que las buscó en vano porque le apetecía leerlas en los meses previos al estreno de 'Spectre'. De ahí que se decidiera a publicarlas con nuevas traducciones y sin recortes en su sello, Ecc, especializado hasta el momento en cómic. 

Así, en diciembre aparecieron 'Casino Royale' y 'Vive y deja morir', ahora acaba de hacerlo 'Moonraker', y a partir de aquí se publicará una cada dos meses. El 'bonus track' para el aficionado es el relato '007 en Nueva York', que nunca antes había sido vertido al castellano y que verá la luz en octubre del 2017 incluido en el volumen 'Octopussy'. 'No sé por qué no se tradujo en su momento, porque el relato no me parece que sea más escabroso que el resto. Quizá los censores vieron fantasmas donde no los había', comenta Calderón.

"LECTOR HETEROSEXUAL"

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Umberto Eco","position":"ESCRITOR Y FIL\u00d3SOFO","text":"\"Fleming escribe bien en el sentido m\u00e1s banal y honesto del t\u00e9rmino. [...] Esto no significa que sea un artista, pero desde luego tiene arte\""}}

Para aquellos que no hayan leído jamás una novela de Fleming quizá lo primero que perciban en los textos originales (escritos a toda pastilla por un Fleming al que solo le interesaba atrapar al lector, y más concretamente al "lector heterosexual de sangre caliente") es, según el editor, "que el Bond literario ofrece una visión más realista del personaje. A 007 suelen atraparle, se equivoca, llora y desde luego no es nada perfecto". De hecho, en muchos aspectos, especialmente en el ensañamiento cruel de los villanos, las películas de Daniel Craig le parecen a Calderón más fieles al original, "aunque algún espectador haya pensado que al guionista se le ha ido la mano". Tampoco será raro que al lector se le escape una sonrisa torcida ante la colección de tópicos (muchos insultantes dirigidos a personajes femeninos o de color) de los libros, que sobrepasan sin vergüenza la frontera de lo políticamente correcto. Al igual que el palurdo Mike Hammer, el Bond de las novelas no tiene el menor empacho en dedicarle esta perla a la mujer con la que unas horas antes había pensado casarse: "La muy zorra está muerta".

Y luego está, naturalmente, el toque Fleming, esa capacidad de captar la atención que hizo que escritores como Somerset Maugham o Raymond Chandler le leyeran con gusto. ¿En qué consiste? Umberto Eco, que también se rindió a sus encantos, intentó definirlo así: "Fleming escribe bien en el sentido más banal y honesto del término. Tiene ritmo, limpieza e incluso cierto gusto sensual por la palabra. Esto no significa que sea un artista, pero desde luego tiene arte".