CRÓNICA DE JAZZ

Hiromi, el piano manga

La hiperactiva pianista japonesa se estrenó a lo grande en el Voll Damm Festival de Jazz de Barcelona

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ROGER ROCA

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Bota sobre la banqueta del piano, se levanta y baila sin dejar de tocar y cabecea como un batería de heavy metal en pleno reprís. Es como un personaje de dibujos animados de carne y huesos, como la heroína de un cómic manga que despliega su súperpoder cuando se sienta al piano. Toca como poseída por una euforia infinita. Y a todo esto no falla una sola nota. Hiromi Uehara es un volcán pero también es pura precisión. Un espectáculo piromusical en perfecta sincronía. No falla una sola nota y las toca todas, muchas veces y a la velocidad del tren bala. Podría ser agotadora de ver. Pero la gracia es que consigue que la música vuele ligera, como si fuera la banda sonora de una fantasía, algo que no está ocurriendo de verdad.

Desde que empezó a despuntar hace una década, Hiromi había actuado en Barcelona varias veces, pero el martes debutó en el festival de jazz de la ciudad. Se estrenó a lo grande, en el Palau de la Música, que fue sede de la primera edición del festival hace 50 años. Lo contó el director del festival y seguramente lo recordaba bien un espectador -"cliente", dijo el director- que ha asistido al festival de jazz de Barcelona desde 1966. Hace medio siglo, Hiromi hubiera parecido una extraterrestre. Hoy asombra, entretiene y resulta muy comprensible. Es japonesa y le gusta el pop, le gusta el rock progresivo, le chifla el jazz, ha estudiado clásica y puede tocarlo todo con una facilidad pasmosa. Es un signo de sus tiempos, una adelantada a la generación de YouTube.

GANCHO MELÓDICO Y REQUIEBROS RÍTMICOS

Estrenaba 'Spark', un nuevo disco de composiciones suyas llenas de gancho melódico y requiebros rítmicos a todo gas. Piezas así no las puede tocar cualquiera y la acompañaba una sección rítmica a juego: un bajista con mucha mili en el mundo del rock y el que ha sido batería de tótems roqueros como Jeff Beck y Toto, Simon Phillips. Por supuesto, tuvo su rato de gloria haciendo virguerías en solitario con sus cinco timbales, dos cajas, dos bombos y su infinidad de platos y platillos. Pero aunque con esos ingredientes el concierto podría haber sido un no parar de solos de los que solamente interesan al que los toca, Hiromi consiguió contar una historia. Un cuento donde todo brilla y es alegre y triste hasta la exageración, una fábula naíf que ocurre a toda velocidad. Durante todo el concierto, en la penumbra de uno de los palcos del Palau, un chico dibujaba la escena en su bloc de papel con detalle y precisión de dibujante profesional. Aun así, Hiromi debió de salir movida.