Harry Potter se hizo carne

JOSEP MARIA POU

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En 1997 Harry Potter se hizo niño y habitó entre nosotros. No creo que nadie, en aquel entonces, con el primer libro en las manos, hubiera podido imaginar que, pasado el tiempo, vendríamos a hablar del fenómeno en términos teatrales. Pero resulta que sí, que ahora el niño se ha hecho carne –y se ha hecho hombre, también- y las colas dan la vuelta hasta tres veces el perímetro del Palace Theatre de Londres.

Hace dos meses se estrenó allí 'Harry Potter and the cursed child'. En el inglés con el que me defiendo desde hace años yo diría 'Harry Potter y el niño maldito', pero los editores del texto castellano han elegido traducir 'Harry Potter y el legado maldito' con el único propósito, estoy seguro, de hacerme dudar a mi de mi inglés y a ustedes de su lectura.

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Es obvio decir que resulta dificilísimo conseguir entradas. Pero también es cierto que entre "imposible" y "cercano a lo imposible" queda siempre un hueco que facilita las cosas. Si está usted dispuesto a pagar lo que sea, lo cercano se hace inmediato, lo imposible desaparece y las entradas surgen como por ensalmo. Cuestión de pasta. Y el gasto se amortiza, parece, porque Harry Potter llega al teatro cabalgando un espectáculo de cinco horas, en dos partes de dos horas y media, que pueden verse de manera independiente, en días alternos, o las dos el mismo día, en sesión maratoniana.

Lo que me parece mejor de todo esto es la gran cantidad de gente joven que Harry Potter está llevando al teatro. Siendo así que el espectáculo, al decir de críticos y opinadores, tiene mucho de buen teatro, es de agradecer la labor de acercamiento y/o descubrimiento que se produce. Personas que no se habían planteado nunca pisar un teatro, salen de la función, me cuentan, como si bajaran del monte Tabor, transfigurados. Y si la semilla crece, es posible que estemos hablando de una legión de futuros espectadores.

El texto teatral, recién aparecido aquí, se ha convertido en líder de ventas. Chiribitas me hacen los ojos solo de pensar que hoy, ahora mismo quizás, miles de personas están "leyendo teatro", algo que editoriales y libreros han dado por imposible desde hace años. Hay ahí otra semilla sembrada que ojalá fructifique en nuevos títulos y tiradas. Leer teatro es perder el miedo y aventurarse solo en el paisaje. Soltarse de la mano del narrador y aprender a deambular entre paréntesis y cursivas. Imaginar. Poner en escena. Crear.