Robert Guédiguian: «La memoria siempre sale como un volcán»
El director francés presenta en Valladolid 'Una historia de locura', acerca del exterminio armenio
El director francés Robert Guédiguian ha presentado en la sección oficial de la Seminci Una historia de locura. En su cine siempre ha latido el compromiso y la lucha reivindicativa, pero en esta ocasión se acerca a un tema que le toca muy de cerca y que tiene que ver con sus propios orígenes, el extermino armenio. Por un lado, parte de una historia real, la del periodista español José Antonio Gurriarán, que fue una de las víctimas colaterales del atentado que tuvo lugar en la Gran Vía de Madrid en 1980 por parte del Ejército de Liberación Armenio. Y por otra, nos introduce en el seno de una familia armenia asentada en Marsella en los años 70, en la que uno de sus miembros, el más joven de ellos, abraza el terrorismo como forma de reivindicar su identidad.
-¿De qué manera le sirvió la historia de Gurriarán para abordar la película?
-Yo quería desde hacía mucho tiempo adentrarme en este conflicto. Pero me faltaba una figura a través de la que articularlo. Y conocí por casualidad a José Antonio. Su experiencia contenía elementos muy interesantes: Una víctima inocente, un hombre que había sufrido una tragedia, había perdido la posibilidad de andar a causa de ella y, a pesar de eso, quiso saber las razones que tuvieron los responsables para haberle causado este daño.
-El filme empieza con un juicio a Soghomon Thelerian en los años 20 en Berlín, que fue juzgado y absuelto por matar a Taalat Pacha, uno de los máximos responsables del genocidio.
-Necesitaba retrotraerme al pasado para explicar el genocidio desde la perspectiva de sus víctimas. Tuvimos acceso a las minutas de ese juicio. Fue un asesinato perfectamente justificable, porque para un armenio ese hombre era el equivalente a Hitler. Así que Thelerian se convirtió en un héroe, en un símbolo.
-¿Siempre tuvo claro que quería contar la historia desde todos los puntos de vista?
-Sí, y de hecho estoy de acuerdo con todos los personajes de la película, excepto con el del jefe guerrillero que quiere poner bombas sin importar los daños humanos que cause. Pero quería retratar el peso de la memoria que había quedado incrustada en las siguientes generaciones de armenios que se habían exiliado. Unos intentando integrarse dentro de sus países de acogida, otros manteniendo el sentimiento y la necesidad de que se hiciera justicia con su pasado.
-¿Por qué cree que la juventud de los años 70 se puso en marcha a la hora de reivindicar ese pasado?
-Es algo que ocurre en todas las emigraciones. Los primeros que llegan necesitan instalarse, encontrar casa, trabajo. Intentan olvidar el recuerdo del genocidio. Pero la memoria subterránea siempre sigue activa. Y al cabo de una o dos generaciones sale de la tierra como un volcán. Es una erupción de la memoria.
-En su película no hay ni víctimas ni verdugos
-Estoy a favor de todas las formas de la vida y en contra de todas las formas de la muerte.
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