La gran ayuda de la tecnología

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Internet, las redes sociales y los avances tecnológicos en cámaras de última generación, cada vez más baratas y fáciles de manejar, han contribuido enormemente a la popularidad del género documental. A principios del siglo XXI es mucho más fácil producir, promocionar, difundir y acceder a este tipo de películas, que en su mayoría no tienen acceso a las salas comerciales.

Hasta se rueda con teléfonos móviles y con cámaras de fotografiar. Es lo que se llama la democratización fílmica. Es la puerta de acceso para que quien quiera filme película casi con calidad profesional y costes reducidos. Aunque al valor artístico acceden bien pocos. «Es un buen momento creativo, pero lo difícil es hacer una producción con notoriedad ya que los recortes de ayudas han sido salvajes en el sector audiovisual. Por eso, muchos rodajes se realizan con cámaras más asequibles», explica Tono Folguera, productor de Balseros, documental que fue nominado al Oscar hace 10 años. «Ahora no podría levantar una película así. Las subvenciones son escasas y los presupuestos no alcanzan», asegura Folguera.

Sobre Ciutat morta, Folguera asegura que es la primera vez que un documental se promociona a través de WhatsApp. «Lo que pasó el pasado sábado fue un boca oreja de la era digital. No había vivido nada igual. Recibí varios mensajes de amigos y familiares informando del pase por Canal 33 y de los cinco minutos que no se podrían ver por orden del juez», relata.

Es habitual promocionar una película colgando el tráiler en YouTube, de libre acceso. En las producciones modestas la respuesta de las redes sociales es fundamental. «Emergen con fuerza circuitos alternativos. Ciutat morta ha tenido una gran difusión por internet. La repercusión ha llegado por su pase por televisión, pero sin las redes no habría llegado a tener tantos espectadores», afirma el realizador y productor de documentales Joan Úbeda.