El gancho de un vozarrón andaluz

«Tú nunca podrás doblar a Woody Allen», le espeta Joan Pera, la meliflua y aflautada voz castellana del cineasta, a un Antonio Dechent (Sevilla, 1960) con vozarrón de tipo duro. Esa es una de las virtudes que distinguen a la nueva extraña pareja del cómico catalán. «Hemos buscado mucho por toda partes, incluso en Sudamérica, y hemos encontrado a la persona idónea para el papel. Ha sido una sorpresa y lo será también para el público. Si tenemos un buen actor, tenemos una buena comedia», le halaga Pera.

Dechent se ha asomado muy frecuentemente a la gran pantalla -70 películas- con papeles cortos «pero muy difíciles» que le han valido algunos reconocimientos, como al mejor actor en el festival de Málaga por A puerta fría. Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Smoking

room, Solas, Intacto, Alatriste, Los Borgia, La voz dormida, Lope, Salvador, El día de la bestia, El Lute... son solo unos pocos ejemplos de su extenso currículo cinematográfico. También es un rostro popular de la televisión por sus apariciones en series como Brigada central, Todos los hombres sois iguales, El comisario, Aída, La casa de los líos, La Maria o La famila Mata.

En los últimos cuatro años el actor ha frecuentado los escenarios de Madrid y Andalucía con obras como Estado de sitio, Queipo, el sueño de un general y Tomar partido, una obra del guionista de El pianista, Ronald Har-wood, que nos traslada al Berlín de 1946. «Es un montaje que se disfruta mucho y plantea si el artista puede evadirse realmente de lo que le pasa alrededor. ¿Se puede hacer arte al margen del compromiso politico? La van a representar también Josep Maria Pou y Joel Joan», avanza.

Triunfo con 'La voz humana'

También ha triunfado en su Sevilla natal con el monólogo La voz humana, que ha representado durante un año en una pequeña sala, Casala Teatro, en el Mercado de Triana, antes de recalar en Madrid y salir de gira (estuvo en Mataró).  En esta obra asume un papel que Jean Cocteau escribió para mujeres y que interpretaron Ana Magnani, Ingrid Bergman o Simone Signoret. «Cuando lo habían hecho actores siempre aparecían como homosexuales por la fragilidad del personaje. Pero ahora ya se puede entender la fragilidad de un hombre desesperado por amor», sostiene el polivalente actor andaluz.