CRÓNICA DE ÓPERA

'Terra Nova', la odisea espacial de La Fura

El montaje de Carlus Padrissa de la ópera de ciencia ficción de Moritz Eggert recibe una calurosa acogida en su estreno en el Landerstheater de Linz

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CÉSAR LÓPEZ ROSELL / LINZ

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La Fura ha dado un salto al espacio con el estreno de 'Terra Nova', ópera de ciencia ficción de Moritz Eggert. El montaje de Carlus Padrissa, con dirección musical de Dennis Russell, agitó la noche del jueves el moderno teatro Landerstheatre de Linz. Los espectadores brindaron una calurosa acogida a la producción, a la que premiaron con 12 minutos de aclamaciones, algo inusual en una obra contemporánea de cerca de tres horas de duración estrenada días después de que la ultraderecha estuviera a punto de conquistar el poder en Austria.

La dificultad era considerable, tanto por la inclasificable partitura, que mezcla diferentes estilos, como por las características del libreto de Franzoble y Rainer Mennicken, muy pretencioso en sus intenciones pero con escaso vuelo poético. Pero Padrissa se mueve como pez en el agua con retos que le obligan a exprimir la fantasía de su delirio creativo. Y esta vez lo volvió a demostrar superando los obstáculos que le presentaba una trama a caballo entre el 'thriller' futurista y ecológico y la sátira sociopolítica.

LA HUELLA DE KUBRICK

Al director escénico y al autor alemán les une la pasión por '2001, una odisea del espacio'. La obra maestra de Kubrick ha sido un punto de partida para la recreación musical y plástica de la producción (aunque hay también guiños a 'La invasión de los ultracuerpos'). La aplicación de 'leitmotivs' y el tratamiento de las oberturas remiten a la banda sonora del filme, en una partitura con altibajos que crece en el último acto

Pero la verdadera odisea de este montaje ha sido la de dar vida a las ambientaciones del apocalíptico escenario. Ruler, mandatario mundial presentado con la estética de Kim Jong-un, ha contribuido a acelerar con sus corruptas decisiones la destrucción de la Tierra. Ya no hay petróleo ni gas y necesita sacarse un as de la manga para parar las protestas de la calle. Ese as se lo ofrece Pandura, una astrónoma que ha conseguido contactar con los pacíficos e inmortales extraterrestres de un planeta vecino y se implica en un proyecto de supervivencia en el espacio exterior.

TRAMA SURREALISTA

El perfil de los personajes, potenciados por el diseño y cromatismo del vestuario de Chu Uroz, ya deja claro por dónde circula la surrealista trama. Lara, estrafalaria exesposa del presidente, se ha convertido en líder del grupo que acecha a Ruler. Marilyn, en su doble rol de amante del dictador y de prostituta, es la única intérprete no operística: canta jazz y 'chanson' y recibe a sus clientes, entre ellos un tal Einstein, exhibiendo lujurioso látex. Kolker, enamorado de Pandura y agente de una supuesta CIA, es el cuarto eslabón de la cadena de protagonistas. Tres astronautas que han de viajar al planeta Edén, sus mujeres y un pequeño príncipe que sobrevuela la acción completan el reparto.

Roland Olbeter crea los sugerentes espacios de la casa del Gobierno, las periféricas chabolas donde se agita el activismo social y ecológico, el interior de la nave espacial, el giratorio ambiente del suelo lunar o el rojizo prostíbulo. Las proyecciones de las sesenteras imágenes de las naves 'Apolo' dan fuerza a la estética espacial.

Todo se enreda cuando una 'plaga blanca' contamina a los terrícolas. El supuesto virus no es otra cosa que la fórmula que utilizan los alienígenas para apoderarse de los humanos. Ahora serán pacíficos y eternos, pero han perdido sus sentimientos, su líbido y su personalidad. Solo Pandura se ha salvado de la infección, pero el amor por Kolker la lleva a entregarse a la causa. El impresionante desfile final de los contaminados, rigurosamente de blanco, aprovechando los 170 metros de fondo del escenario, remata la metafórica visión del hombre como responsable de su propia autodestrucción