'LA CASA AZUL', DE TYTO ALBA

Recuerdos del mundo roto de Frida Khalo

ANNA ABELLA / BARCELONA

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En La casa azul, como en los cuadros de Frida Khalo (1907-1954), se respira a la artista, su agónico dolor y sufrimiento (el accidente con un tranvía rompió su cuerpo joven de por vida y la condenó a guardar cama largas temporadas y a un rosario de más de 30 operaciones) y su soledad -«se pintaba tanto a sí misma porque estaba mucho sola y en esos momentos lo único que puedes hacer es mirar dentro de ti. Como artista, en su soledad, creo que supera a Diego Rivera»-. Pero sobre todo se respira su alegría y sus combativas e intensas ganas de vivir  -«el escritor Carlos Monsiváis decía que su vitalidad era provocadora, porque no se conformó con el papel de enferma, doliente y postrada en cama», donde, en cambio, pintaba y se autorretraba gracias a un espejo colgado en el techo y un caballete especial-.

Tyto Alba llegó a México en 1999 de visita y se quedó un año, cautivado por el país. Como el personaje de su novela gráfica, fue a visitar la casa museo de Khalo en Coyoacán (que da título al libro), donde nació, murió, vivió con Rivera y en la que disfrutaron de sonadas fiestas. En una de ellas la conoció Chavela Vargas y nació su amistad y su supuesto romance. Así lo contaba la propia Chavela, fallecida en el 2012, en sus memorias, a las que decidió recurrir, entre otras fuentes, el ilustrador y dibujante, que hace de ella la narradora, ya anciana, evocando en una cantina recuerdos empapados de alcohol. «Me basé en las anécdotas que ella contaba sobre los momentos importantes que vivió en aquella casa y lo envolví de ficción -explica Alba-. Pero en sus distintas entrevistas Chavela siempre cambiaba las respuestas. Yo decidí pasar por alto sus contradicciones y contarlo tal como ella lo hacía y mostrando también mis dudas, porque por ejemplo, la secretaria de Rivera la llamó mentirosa y dijo que no había ningún dato de que ella hubiera pasado por la casa. Puedes creer a Chavela o no. No hay pruebas ni de que se conocieran y menos del romance, aunque una famosa foto de Frida con una mujer sobre el césped, que en el museo pone que es una desconocida, en internet se la identifique como Chavela. Y existe una carta de Frida a un amigo contando cómo le atrae la cantante, pero que se dice que es falsa».

LOS CHAMANES

Huyendo del corsé biográfico, de las certezas y del morbo sobre su relación el autor de Dos espíritus salpica las páginas del cómic de anécdotas, unas sabidas, otras no tanto. Como que ambas fueron víctimas de la polio de niñas pero que Chavela contó con la providencial ayuda de chamanes, o cuando Rivera, supuestamente, cambió a su mujer por un cuadro a un millonario americano y Khalo estuvo expuesta como un objeto en su casa de Nueva York, vestida con el traje de tehuana, o que el abuelo de Rivera tuvo una historia de amor con el emperador Maximiliano de Austria, o la visita y asesinato de Trotsky.... «Todos nos inventamos cosas, no importa qué es verdad y qué no», reflexiona Alba. Lo que seguro que es cierto, testimonio de primera mano de un entonces jovencísimo periodista Monsiváis, son las lágrimas de Chavela en el funeral de Khalo.