cómo dar un puntapié a la inseguridad

La fórmula de la felicidad

El psicólogo Antoni Bolinches ha destilado 30 años de experiencia clínica en un puñado de claves para el bienestar con el 'material' de que disponemos. «Lo que más nos descompensa es el éxito sin esfuerzo», avisa.

Antonio Bolinches, psicólogo y sexólogo, el pasado jueves.

Antonio Bolinches, psicólogo y sexólogo, el pasado jueves.

NÚRIA NAVARRO

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En todos nosotros anidan tres voces (simbólicas). La del Padre -que nos susurra el sentido del deber-, la del Adulto -que dicta el prinicipio de realidad- y la del Niño -que patalea por ver cumplido el principio de placer-. «Una persona madura -y feliz- es la que es capaz de poner de acuerdo el placer que reclama el Niño con el deber necesario que le impone el Padre», sentencia Antoni Bolinches (Barcelona 1947), psicólogo y sexólogo que ha reunido 30 años de experiencia clínica en 'El secreto de la autoestima' (Ediciones B). Cualquier desajuste del trío nos lleva derechito a la neurosis, y Bolinches se atreve con un par de ejemplos de la órbita política: 1/ Artur Mas, que a su juicio «no tiene capacidad de gestionar adaptativamente la realidad y, desde el Niño, pone en peligro la cohesión social». Y 2/ José María Aznar, que «se neurotizó al dejar el poder porque su Niño no pudo resistir lo que se había propuesto el Adulto».

¿Cómo nos las arreglamos los demás? El psicólogo, creador de la Terapia Vital, advierte que antes de despegar hacia el bienestar hay que interiorizar una máxima: «Los buenos momentos son para disfrutar y los malos, para aprender». O sea, que armonizar las tres voces -Padre, Adulto, Niño (PAN)- no es como tomarse un copita de anís. Requiere un poco de esfuerzo.

Allá vamos. Bolinches extiende cuatro dedos de una mano, «independientes pero conectados», y empieza a enumerar los cuatro puntales sobre los que aplicar el PAN. Uno, la autoestima («lo que yo me quiero»). Dos, la autoimagen («lo que yo me gusto»). Tres, el autoconcepto («lo que yo me valoro») . Y cuatro, la competencia sexual («la percepción de ser capaz de disfrutar y hacer disfrutar»). Venga, a coger el boli y puntuarse. Si en los cuatro la nota no llega al cinco, se puede dar el siguiente escenario tóxico: «Como no he sido querido, no soy querible; y como no soy querible, no tengo valores; y al no tener valores no me pueden querer». Subir la puntuación en los cuatro puntoss de la teoría bolincheana, dice, rompe esamaldición en lo personal, familiar, laboral y social. «Vale para todos los ámbitos, sin excepción». Veamos el abcd:

A/ «Lo que yo me quiero».Es la fuente primera de la seguridad. La autoestima se cimenta en cómo uno se ha sentido querido en la infancia. Si ha sido un príncipe destronado, un patito feo o un niño invisible corre el riesgo de creer que no es digno de ser querido. «Esa herida - que supura más en la adolescencia- se va modificando con lo posteriores refuerzos positivos y negativos de la vida afectica», advierte Bolinches. «Todos pasamos pero no todos lo aprovechamos», subraya.

B/ «Lo que yo me gusto». Aquí, en la autoimagen, la cosa se complica porque, como subraya Bolinches, «vivimos en una dictacura psicoestética». Cuenta que por su consulta pasan mujeres que evitan toda relación sexual hasta que no se operan las mamas. «La solución no consiste en alcanzar el resultado deseado sino en aceptar que el resultado no se alcanza», explica.¿Entonces? «La mejor manera de aceptarnos es mejorarnos en lo que sí podemos». Y eso tiene que ver con el siguiente peldaño.

C/ «Lo que yo me valoro». Llega el gran momento de apuntalar la seguridad. El autoconcepto tiene que ver con las capacidades, lo intelectivo y lo relativo al carácter y a la personalidad. Para fortalecer el protagonismo del Adulto -«madurar»- hay que probar a riesgo de fracasar una y mil veces. «No hay crecimiento sin sufrimiento», advierte. Y en el trance, jamás echar la culpa a otro. «La mejor crítica es la autocrítica».

D/ «Lo que soy capaz de disfrutar y hacer disfrutar». La competencia sexual es la que aparece más tarde y desaparece más pronto. «En el hombre está relacionada con el tamaño y la potencia del pene y en la mujer, con la autoestima y la autoimagen», sintetiza Bolinches. Y en la era de la sexualidad atlética y zapeadora, suele ganar el Niño sobre el Adulto. Para empezar a poner orden, hay que frenar al Niño, y tener claro lo siguiente: «No hagas nada que no quieras», «haz todo lo que quieras», «hazlo desde el propio deseo» y «de acuerdo con tu escala de valores».

En resumen, autoevaluación y aceptación superadora («me acepto en lo que puedo cambiar y me cambio en lo que puedo»). Siempre con actitud positiva, inteligencia constructiva, voluntad y bondad. O lo que es lo mismo, seguir el imperativo de Kant: «Actúa de manera tal que tu pauta de comportamiento pueda servir de pauta de comportamiento universal». Eso, a su juicio, no solo salva al individuo, sino a la colectividad. «Estamos civilizados por la vía de represión del instinto, no por la maduración de la razón -opina Bolinches-. Si no logramos que el mundo se convierta en un lugar de personas maduras, vamos hacia el caos.

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