EXHIBICIÓN DE UN MÚSICO SINGULAR

El fenómeno Sokolov sacude al Palau

El pianista ruso provoca el delirio y ofreció hasta seis propinas después de un intenso concierto con Schubert y Beethoven

Grigory Sokolov, durante su actuación en el Palau de la Música.

Grigory Sokolov, durante su actuación en el Palau de la Música. / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / Barcelona

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Largas colas ante las taquillas.Grigory Sokolov (San Petersburgo, 1950) volvió a llenar en su sexta visita al ciclo Palau 100. El singular pianista ruso tiene una legión de seguidores que siempre repiten y, además, arrastran a otros nuevos conversos. Durante casi tres horas el intérprete magnetizó al público de la sala modernista, asombrado por la capacidad de este artista de sostener un discurso pianístico con un estilo, musicalidad y personalidad propia y hacerlo con una entrega y generosidad fuera de lo común. Hasta seis virtuosísticas propinas llegó a ofrecer -el mismo número que en su anterior visita-, para corresponder a las aclamaciones recibidas tras un intenso y denso recital dedicado aSchubert yBeethoven.

Y es queSokoloves diferente a todos. En su forma de interpretar y en la de relacionarse con la música y con el instrumento. Nunca sale a escena sin haber chequeado hasta el último detalle de su Steinway. Tocando a media luz, para evitar que nada distraiga su íntima relación con el piano, el artista expresa con una abrumadora digitalización y sin apenas utilizar el pedal toda la gama de sonidos y colores de las obras elegidas. Pero la pelota nunca está en el tejado de las dificultades que pueda plantearle el instrumento. Seguro y espontáneo y agazapado o separado del piano, según el momento de su diálogo con la partitura, es siempre dueño del control de la melodía, a la que en todo caso enriquece con nuevos matices.

MAESTRÍA Y MAGIA

Eso sucedió la noche del viernes y las mismas sensaciones brotarán en sucesivos conciertos porqueSokolovune a su maestría, que le ha convertido en un mito, la capacidad de sorprender cada vez que se enfrenta al teclado. La amplitud de un repertorio que domina y toca de memoria hacen que nunca se repita, o cuando menos esa es la sensación que transmite. Empezó con los cuatro conocidos 'Impromptus, opus 90' deSchubert, convertidos en un viaje pletórico de elegancia, delicadeza y dinamismo. Lo propio ocurrió con las tres piezas para piano, de contenido más denso pero con momentos de gran lirismo.

El cierre con la monumental 'Sonata número 29' deBeethoven tuvo momentos de magia. Los que marca una partitura cambiante, que se inicia de forma impetuosa para moderar después el tono y llegar, tras el 'Scherzo' y un profundo 'Adagio sostenuto', a un final con una soberbia fuga a tres voces. Llegaron los bises y también la pregunta del millón: ¿cuándo volverá? En el momento que eso suceda, ninguno de los que disfrutaron de la velada se lo perderá,